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Sesgo retrospectivo: por qué todo parece obvio una vez que ha sucedido


El pensamiento del ser humano está constantemente dirigido por toda una serie de sesgos, algunos más fáciles de identificar que otros.

En esta ocasión vamos a centrarnos en el sesgo retrospectivo, un mecanismo psicológico que utilizamos con más frecuencia de la que creemos y que produce un efecto del que algunas personas son más conscientes que otras. A continuación exploraremos por qué sucede este fenómeno.

¿Qué es el sesgo retrospectivo?

El sesgo retrospectivo o sesgo de retrospectiva es una desviación en el proceso cognitivo del ser humano por la cual se experimenta una tendencia a considerar que un suceso, una vez que ha tenido lugar, era mucho más predecible de lo que en realidad fue. En otras palabras, una persona que se deje caer por este sesgo creerá que un determinado evento, ya sucedido, era previsible, cuando en realidad no tenía por qué ser así.

Este fenómeno también se llama determinismo progresivo. El sesgo retrospectivo conlleva una serie de consecuencias. En primer lugar, los recuerdos de un sujeto acerca del hecho en concreto pueden sufrir una distorsión, pues para encajar el efecto de dicho sesgo, la persona puede modificar inconscientemente los datos que creía saber sobre dicho suceso antes de que tuviese lugar.

Es decir, la persona pensará que sabía mejor lo que iba a suceder de lo que en realidad conocía con anterioridad. No solo se trata de un problema de distorsión del pasado, sino que el sesgo retrospectivo también puede afectar al futuro, pues puede fomentar una confianza fundamentada en hechos distorsionados de cara a eventos futuros. Por lo tanto, la persona podría pensar que tiene mayor capacidad de control de la que tiene en realidad.

Descubrimiento del sesgo retrospectivo en la investigación científica

A pesar de que este concepto se comenzó a utilizar en los estudios de psicología desde los años 70 del pasado siglo, lo cierto es que ya era un fenómeno ampliamente conocido en la cultura popular, aunque no se designara aún con ese nombre técnico. De hecho, se había observado ya en diferentes campos de estudio.

Por ejemplo, hay estudios que indican que muchos médicos creen tener una mayor capacidad de diagnóstico de la que realmente tienen, pues una vez que se ha encontrado la dolencia sufrida por el paciente, parecen estimar por encima del porcentaje real la seguridad con que conocían dicho diagnóstico de antemano.

El sesgo retrospectivo también se ha observado en numerosos trabajos realizados por historiadores que, conociendo de antemano el desenlace de ciertos eventos, parecen darlos como obvios e inevitables en sus análisis, cuando no tenían por qué ser tan evidentes para las personas que vivieron en directo dichos sucesos en ese determinado momento de la historia.

Pero fue en los años 70 cuando se llevó al campo académico de la psicología, de la mano de dos investigadores israelíes: Daniel Kahneman y Amos Tversky. Dichos autores trataron de encontrar las bases del sesgo retrospectivo. Llegaron a la conclusión de que este fenómeno estaba sustentado por otros dos, que eran la heurística de representatividad y la de disponibilidad.

La heurística de representatividad se utiliza cuando queremos estimar la probabilidad de que suceda un determinado hecho sabiendo que se ha producido otro que de alguna manera está relacionado. Por lo tanto, la clave está en valorar cuánto de ese primer evento podría representar el que suceda el segundo.

En el caso de la heurística de disponibilidad, se trata de otro mecanismo que tiene que ver con el sesgo retrospectivo. En este caso, dicha heurística implicaría el uso de los ejemplos más accesibles para un individuo acerca de un determinado tema para así poder valorar esa categoría en su conjunto. Es decir, estaría tomando lo concreto para poder así decidir sobre lo general.

En los estudios de Tversky y Kahneman, pidieron a los voluntarios que evaluasen cómo de probables veían una serie de acciones durante una gira internacional por parte del presidente de EEUU en aquel momento, que era Richard Nixon. Tiempo después, se les convocó de nuevo para que, una vez terminadas las gestiones del presidente.

En esta ocasión lo que se les pidió es que estimaran cuáles eran las probabilidades que creían ellos mismos habían considerado en la primera parte del estudio, esta vez ya conociendo los resultados de los actos realizados por Nixon. Se comprobó que, efectivamente, cuando el hecho había sucedido realmente, los sujetos le otorgaban una mayor probabilidad frente a aquellos que no sucedieron.

Otro estudio, en este caso llevado a cabo por Baruch Fischhoff, planteaba a los participantes una situación en la que se les exponía un determinado relato con cuatro posibles desenlaces, todos ellos plausibles. A cada grupo se le indicó que uno de los resultados era el real y los demás eran ficticios. Luego se les pidió que estimaran las probabilidades de ocurrencia de cada uno de ellos.

Efectivamente, todos los grupos estimaron como mucho más probable exactamente el resultado que se les había indicado como el real. La conclusión es clara: cuando algo ha ocurrido (o creemos que ha ocurrido, como en este estudio), nos parece evidente que haya sucedido de esta manera en concreto y no de ninguna otra.

Factores implicados en el sesgo retrospectivo

Ya conocemos en qué consiste el sesgo retrospectivo y cuál ha sido su desarrollo a nivel histórico. Ahora profundizaremos más en los factores que están involucrados en el funcionamiento de este atajo mental. Estos son los principales.

1. Valor y fuerza del resultado

Uno de los factores que tiene que ver en que el sesgo retrospectivo se produzca con mayor o menor intensidad es el valor que el propio resultado de los acontecimientos tiene para el sujeto, así como la fuerza con que se produce. En ese sentido, si el resultado es de carácter negativo para la persona, va a tender a emitir un sesgo más fuerte.

En otras palabras, si ocurre un suceso desafortunado para un determinado individuo, creerá con mayor probabilidad que era evidente que iba a suceder de esa manera en concreto que si hubiera el suceso hubiera sido positivo para esa misma persona. Ni siquiera es necesario que el resultado afecte personalmente a este individuo, basta con que lo pueda catalogar como negativo para que se produzca este efecto.

2. Esperabilidad

El factor sorpresa, es decir, lo esperable o no que sea un acontecimiento, también influye a la hora de potenciar o minimizar el sesgo retrospectivo. La sorpresa provoca siempre en el individuo la búsqueda de una congruencia entre los acontecimientos pasados y el resultado final. Si se logra generar este sentido entre ambos, caeremos en el sesgo retrospectivo y pensaremos que el suceso era más probable de lo que en realidad fue.

Pero si tenemos dificultades para establecer una relación directa entre la información de que disponíamos y el final del suceso, se creará en nosotros el efecto contrario al sesgo retrospectivo, pues llegaremos a la conclusión de que no había forma de conocer el resultado obtenido.

3. Rasgos de personalidad

Obviamente, el sesgo retrospectivo, como tantos otros fenómenos psicológicos, no afecta por igual a todas las personas. Existen unos determinados rasgos de personalidad que hacen a un sujeto más o menos vulnerable a caer en esta trampa de la cognición. Se han realizado estudios que demuestran que las diferencias individuales afectan a la forma en la que las personas realizan inferencias.

Por supuesto, esto afecta directamente a la utilización del sesgo retrospectivo. Habrá determinadas personas que tiendan más a caer en dicho mecanismo mientras que otras lo harán en menor medida, ante una situación de condiciones similares.

4. Edad del sujeto

Estimar si la edad ha sido un factor que afecte al sesgo retrospectivo ha sido problemático durante un tiempo. Esto se ha debido a que plantear a los niños los mismos problemas que se usaban con participantes adultos era difícil debido a la complejidad de los mismos. Pero algunos investigadores lograron desarrollar pruebas análogas no verbales, simplemente con la utilización de figuras difusas que correspondían a ciertas imágenes.

Cuando los participantes conocían de antemano cuál era el objeto que representaba la imagen difuminada, porque los investigadores se lo habían hecho saber, les parecía mucho más evidente que representaba dicha imagen que cuando se les hacía la misma pregunta antes de mostrarles la imagen final.

Una vez realizados los estudios pertinentes con sujetos de corta edad, se pudo comprobar que el sesgo retrospectivo afectaba tanto a los niños como a los adultos, aunque no se les puede evaluar de la misma manera, ya que por el nivel de desarrollo cognitivo es necesario adaptar las pruebas a los niños.

Referencias bibliográficas:

  • Fischhoff, B. (2007). An early history of hindsight research. Social cognition. Guilford Press.
  • Guilbault, R.L., Bryant, F.B., Brockway, J.H., Posavac, E.J. (2004). A meta-analysis of research on hindsight bias. Basic and applied Social Psychology. Taylor & Francis.
  • Nestler, S., Egloff, B., Küfner, A.C.P., Back, M.D. (2012). An integrative lens model approach to bias and accuracy in human inferences: Hindsight effects and knowledge updating in personality judgments. Journal of Personality and Social Psychology.
  • Roese, N.J., Vohs, K.D. (2012). Hindsight bias. Perspectives on psychological science.
  • Tversky, A., Kahneman, D. (1974). Judgment under uncertainty: Heuristics and biases. Science.