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Eusocialidad: qué es y cómo se da en animales sociales


El ser humano se caracteriza por una visión de la vida antropocentrista, es decir, que considera a nuestra especie como centro de todas las cosas y fin absoluto de la creación. Al ser el Homo sapiens la medida y eje de la totalidad de la existencia, es común pensar que no existen organizaciones sociales más complejas que la nuestra, donde países, leyes, figuras superiores y relaciones interpersonales dominan nuestro día a día e identidad.

Si esa es tu concepción, estás equivocado: los seres vivos se especializan en la naturaleza según las presiones ambientales y, a veces, sacrificar la identidad individual es necesario para que la especie persista. Por mucho que nos cueste comprenderlo, en el mundo animal la vida del individuo no es importante, siempre y cuando se perpetúe la línea genética del mismo a lo largo del tiempo.

Así pues, existen niveles de socialización mucho más intrincados que los presentados por los humanos, donde la reproducción y funcionalidad de algunos ejemplares se sacrifica en pos del bien común. Estamos hablando de la eusocialidad, y en las siguientes líneas te contamos todo lo que debes saber sobre ella.

¿Qué es la eusocialidad?

La eusocialidad se define como el nivel más alto de organización social que se da en ciertos animales, sobre todo en invertebrados del orden Hymenoptera, que engloba a insectos como las hormigas y las abejas. La base de esta jerarquía es la división de trabajos: esto permite que se creen ejemplares especializados tanto a nivel morfológico como etológico con un fin concreto, englobados en un término denominado “casta”.

Los tipos de vida social en animales se pueden categorizar en varios términos que no vamos a abarcar debido a la complejidad que reportan, pero todos ellos tienen 3 pilares en común:

  • Los adultos cuidan de forma conjunta de las crías y viven en grupos.
  • En un nido siempre viven dos o más generaciones, es decir, se solapan.
  • Los individuos de la colonia están divididos en una casta reproductora “real” y una casta infértil y trabajadora, la “obrera”.

Las castas no reproductoras son las que se encargan del cuidado de las larvas y el mantenimiento del nido, mientras que la única función de los individuos reproductores suele ser esa: dar lugar a descendencia durante todo su ciclo vital.

Según otros autores, existiría una cuarta idea que caracteriza a la eusocialidad: el punto de no retorno. Simplemente, este concepto trata de transmitir que los ejemplares que forman parte de este sistema biológico vienen “fijados” en una casta concreta, de forma general antes de la edad reproductora madura. Así pues, una obrera no puede convertirse en una reina y, por tanto, necesita vivir en ese sistema social para que su información genética se perpetúe de alguna forma, aunque sea cuidando de la descendencia que otro ejemplar “superior” ha dejado a su cargo.

La evolución de la eusocialidad en animales

Durante muchísimo tiempo, la teoría de la selección de parentesco o kin selection ha explicado muchos de los mecanismos de eusocialidad presentes en los seres vivos. Esta estrategia se basa en que ciertos animales favorecen con sus comportamientos el éxito reproductivo de un pariente, aún cuando esto les pueda costar su propio éxito y supervivencia. En el mundo natural, esto puede sonar contra intuitivo, ¿verdad?

Para entender esta realidad, tenemos que comprender el término de aptitud inclusiva. A diferencia de la aptitud biológica clásica, el fitness inclusivo reconoce que la información genética no solo tiene por qué pasarse entre generaciones mediante descendencia directa, sino que otra opción es que se transmita a través de familiares consanguíneos diferentes a los propios hijos.

Es decir, la aptitud biológica del animal no se basa únicamente en su reproducción, pues al fin y al cabo sus familiares comparten una alta proporción de genes con él. Sobre estas bases se asientan fenómenos tan complejos como el altruismo en el reino animal.

Así pues, la presencia de estos genes que “codifican” el altruismo biológico (o que un animal rechace tener descendencia para cuidar la de otros) aumentará de frecuencia cuando se cumpla la siguiente ecuación:

R X B > C

Siendo R el parentesco genético entre el receptor y el donante, B el beneficio reproductivo adicional recibido por el receptor del acto "altruista" y C el coste reproductivo que sufre el donante.

Esta sencilla ecuación, en sí misma, podría llegar a explicar el comportamiento de las abejas y hormigas obreras, que dan su vida por salvar la de la reina. Si una hormiga soldado protege con su vida a dos o tres hermanas que puedan llegar a ser reinas, esta está manteniendo su linaje genético muchísimo más que si perdurara por sí misma en el tiempo. Al fin y al cabo, la tasa de parentesco es muy alta entre ambas castas y la hormiga soldado tampoco podría llegar a reproducirse.

Esta regla general viene a decirnos que la cooperatividad (y por tanto la eusocialidad, su expresión extrema) se ve favorecida por la selección natural cuando el grado de parentesco entre individuos (R) es más grande que el ratio coste/beneficio (C/B). Por ejemplo, la eusocialidad podría verse teóricamente propiciada si el beneficio de mantener con vida a un hermano u hermana duplica el coste biológico del altruista, es decir, un valor de R=½.

Ejemplos de eusocialidad en el reino animal

Como hemos dicho, el orden de los insectos himenópteros es el máximo exponente de la eusocialidad, pues comprende en su interior a abejas, avispas y hormigas, donde claramente existe una casta reproductora (las reinas) y una trabajadora (las obreras). Esta división de trabajo tan clara se ha observado, por ejemplo, en la especie Polistes versicolor, un tipo de avispa claramente eusocial.

En esta colonia, las matriarcas se encargan de poner huevos y construir las celdas del panal donde se criarán las larvas, mientras que las obreras se ocupan de tareas diarias, como pueden ser dar de comer a la descendencia y buscar el alimento en el exterior. En esta especie concreta se ha observado que las reinas dominantes realizan solo un 18,6% de las tareas del panal, mientras que las obreras ocupan más del 80% del total. Sin duda, en estos casos el trabajo es cuestión de castas.

Si abandonamos el mundo de los invertebrados la eusocialidad se hace bastante menos común, y llama la atención conocer que solo dos especies de mamíferos son conocidas por realizarla, ambas de la familia Bathyergidae, conocidas históricamente como ratas topo desnudas. En este caso, la mayoría de ejemplares de una colonia cuidan de la descendencia producida por una sola reina, la cual da lugar a la descendencia. Como habrás podido imaginar, las tasas de parentesco en este sistema son altísimas entre individuos pues, sino, no se sostendría a un nivel biológico.

La caída de la teoría eusocial clásica

Aunque te hemos convencido de forma simple y sencilla de que la teoría de la selección de parentesco explica la eusocialidad sin problemas, la realidad actual es muy diferente. Diversos biólogos argumentan a día de hoy que el modelo matemático presentado es fallido, pues no representa las dinámicas evolutivas ni tiene en cuenta los mecanismos de distribución genética.

Además, la base del fitness o aptitud inclusiva falla en una premisa importantísima: según ella, la aptitud biológica de un individuo depende de componentes aditivos que son causados por acciones individuales. Esto en absoluto es así en un panorama general, pues habría que factorizar en esta ecuación todas las relaciones de competencia (tanto intra como inter específica) y muchos otros factores más. Se trata de un conjunto de teorías que han pecado de reduccionistas y, por tanto, a día de hoy se encuentran abiertamente desafiadas.

Resumen

Así pues, el fenómeno de la eusocialidad ha quedado huérfano en lo que a explicación se refiere en la actualidad. Existen nuevas teorías que tratan de explicar este tipo de fascinantes jerarquías, por ejemplo teniendo en cuenta factores tan claves como la cohesión y persistencia de los grupos de una misma especie a nivel evolutivo. Así pues, los alelos de los genes que codifican la eusocialidad se transmitirán de forma más centralizada cuanto menos se dispersara la población a lo largo de su historia, fomentando los sistemas eusociales.

Estamos ante explicaciones completamente conjeturales pues, una vez desestimada la aptitud inclusiva y la selección de parentesco para la eusocialidad, aún queda muchísimo por investigar y plantear antes de encontrar otra explicación que convenza a la comunidad científica general.

Referencias bibliográficas:

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