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Sigmund Freud y su adicción la cocaína


La cocaína se convirtió en una droga de consumo habitual en la década de los setenta, sobre todo en el ambiente de ocio nocturno.

Sin embargo, mucho antes de que fuera una droga conocida en el mundo de la noche, el padre del psicoanálisis Sigmund Freud ya la consumía de forma frecuente.

Sigmund Freud y la cocaína

Cada vez que asistía a una fiesta se engalanaba con sus mejores ropas y esnifaba unos gramos “para liberar la lengua”, tal como le escribió a su prometida en una misiva enviada el año 1886. No obstante, lo que al principio parecía un hábito inocuo, con el tiempo se convirtió en una adicción que perturbó el ánimo y el juicio del genio austriaco.

Cocaína: de Sudamérica a Viena

Freud escribió sobre sus experiencias con la cocaína en un ensayo que tituló Über coca, pero hasta hace bien poco estos relatos habían sido ocultados. Esta etapa de doce años en los que el psicoanalista consumió cocaína fue brillantemente resumida en el libro An Anatomy of Addiction (“Anatomía de la adicción”), de Howard Markel, profesor de la University of Michigan. En este ensayo se narra la relación de Sigmund Freud con la cocaína. Freud fue aumentando su consumo paulatinamente porque creía que la cocaína era algo así como un elixir de la vida. A pesar de que el hilo narrativo de la obra de Markel es la historia de la droga, el autor repasa en profundidad los orígenes de la cocaína, que tuvo una implantación generalizada en Europa y los Estados Unidos, y que muchas décadas después fue declarada ilegal.

Así, conocemos que los exploradores de América del Sur de principios del siglo XIX fueron quienes llevaron a sus países de origen las hojas de coca que tanto furor causaban entre las tribus y población autóctona, quienes tenían el hábito de mascarlas. Los exploradores europeos y estadounidenses quisieron descubrir cuáles eran esas propiedades mágicas que proporcionaban inmunidad ante el cansancio y el hambre a los indígenas. Expertos en química de muchas partes del globo inspeccionaron y examinaron la planta hasta que, en el año 1860, lograron detectar y aislar el alcaloide de la cocaína, responsable de la estimulación del sistema nervioso que, aparentemente, confería esas ventajas.

¿Podría ser terapéutica la cocaína?

En ese momento, Freud decidió dedicar sus esfuerzos al estudio de los usos terapéuticos de la cocaína, con el ánimo de incrementar su prestigio entre la comunidad científica vienesa. Experimentaciones anteriores habían demostrado, equivocadamente, que la cocaína podía curar la adicción a la morfina (muy usada en esos tiempos de forma casera para aliviar los dolores). Con esa base teórica, Freud empezó a tratar con el estimulante a un paciente que sufría dolores crónicos. Más tarde, fue él mismo quien decidió probar la cocaína. Freud se percató que tenía una notable efectividad a la hora de evitar la ansiedad e incrementar la libido. Al poco tiempo la simpatía de Freud con la cocaína era total, y solía recetarla a familiares y amigos como costumbre, para “convertir los días malos en buenos, y los buenos en mejores”.

Freud estaba convencido de que sus experimentaciones con la cocaína supondrían una revolución en el mundo de la salud mental y que esto le catapultaría a la fama. “Fuera cual fuera la razón, calmar una jaqueca, un dolor abdominal, la sinusitis o un ánimo nostálgico, Freud consumía cocaína para aliviar el malestar”, revela Markel. Nadie era consciente de los riesgos que entrañaba el polvo blanco. Cualquier persona podía adquirir cocaína en las farmacias sin ningún tipo de control ni prescripción facultativa, y los comerciantes se beneficiaron del auge de la sustancia para convertirla en el componente esencial de un sinfín de pomadas, jugos, cigarrillos y hasta productos alimenticios, como algunas margarinas.

La Coca-Cola, el Vino Mariani y otros usos de la cocaína

Cierto es que, antes de que surgieran los grandes capos de la droga y los cárteles, el químico ítalo-francés Angelo Mariani ganó una enorme fortuna gracias a una mezcla de extractos de hoja de coca y vino de Burdeos. El Vino Mariani, como fue bautizado, tuvo un impacto tremendo hasta el punto de ser, por muchos años, la bebida predilecta de grandes personalidades como Jules Verne, Thomas Edison, Alejandro Dumas y el papa León XIII.

Su capacidad para “vigorizar el cuerpo y la mente”, tal como se proclamaba en los anuncios de prensa de la época, supo atraer la curiosidad de John Syth Pemberton, un veterano de guerra estadounidense adicto al consumo de morfina. Pemberton, que residía en Atlanta, patentó un tónico similar al de Mariani que bautizó como Vino Coca Francés. Este producto fue evolucionando y pasó de una bebida alcohólica a no alcohólica después de la Ley seca en el estado de Georgia, pasando a llamarse Coca-Cola.

La toma de consciencia de los peligros de la droga

Aún tendrían que transcurrir muchos años hasta que la ciencia comprendiera las catastróficas consecuencias del abuso en el consumo de cocaína. Freud dejó de tomarla en 1896, a la edad de 40. Empezó a experimentar taquicardias y notó como su desempeño intelectual mermaba considerablemente. El alcaloide propio de la cocaína fue el causante de la prematura muerte de su amigo, y pudo haber provocado el fallecimiento de varios de sus pacientes. Freud, durante unos años, llegó a ser un consumidor tan habitual que solía presentar la nariz roja y húmeda. Para acabar con el mal hábito del consumo trató de mantenerse ocupado el máximo tiempo posible: se levantaba a las seis de la mañana, pasaba consulta a doce pacientes, y leía y escribía hasta bien entrada la medianoche.

Freud logró rehabilitarse y dejó por completo su adicción. Sin embargo, William Halsted, que fue uno de los pioneros de la cirugía moderna, nunca pudo llegar a desengancharse del consumo de cocaína. Después de estudiar los textos de Freud sobre la sustancia, se propuso investigar si podía emplearla como anestéstico local, reemplazando así al éter y al cloroformo. Con ese objetivo hizo él mismo de conejillo de indias, pero en el transcurso de unas semanas empezaron a florar los primeros efectos. Incapaz de concentrarse durante las consultas, dejó de acudir al hospital Johns Hopkins, donde acababa de ser nombrado jefe de cirugía. En una ocasión, Halsted tuvo que abandonar la sala de operaciones en plena cirugía porque los efectos de la cocaína no le permitían ni sujetar los instrumentos quirúrgicos. Finalmente aceptó internarse en un frenopático, pero nunca se recuperó de las secuelas psíquicas causadas por la droga, y también desarrolló una dependencia a la morfina.

A comienzos del siglo XX, los adictos al alcaloide de la cocaína eran muchos, y la mayoría logró mantenerse a la sombra gracias a sus supuestas propiedades vigorizantes. “No fue sencillo llevar una doble vida, siendo un reputado médico en la esfera pública y, simultáneamente, un consumidor de cocaína, un drogadicto”, explica Markel. El escritor escocés Arthur Conan Doyle fue uno de estos destacados adictos, y aunque nunca reveló su relación con la cocaína, dejó huella de su hábito en muchas de sus obras. Sherlock Holmes, el personaje más emblemático de Doyle y que era considerado su álter ego, tenía como hábito inyectarse un preparado de cocaína cuando no tenía casos intrigantes para investigar. Su intrépido amigo, el doctor Watson, se mostraba preocupado por el consumo que hacía Sherlock, y trataba de persuadirle para que dejara de inyectarse cocaína.

Cocaína: estigma social y abandono del consumo

Con el transcurso del tiempo la droga fue estigmatizada y los gobiernos aumentaron el control sobre su distribución y consumo. Décadas más tarde del auge de la obra freudiana, el psicoanalista tuvo que enfrentarse a innumerables críticas por el hábito que adquirió cuando apenas daba sus primeros pasos como investigador y terapeuta. La polémica sobre el grado de influencia del polvo blanco en la obra de Freud nunca podrá ser resuelta, pero la mayoría de investigadores coinciden en señalar que su período más brillante llegó después de abandonar su consumo.

El propio Freud reconoció en los últimos años de su vida, tal vez como una manera de exculpar su pasado, “mi investigación sobre la cocaína fue una distracción que me mantuvo ansioso por concluir”.

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