Los 4 tipos de carisma (y cómo aplicarlos al liderazgo)
Todo el mundo desea tener carisma, entendido como ese saber hacer en situaciones sociales que nos permite llegar a la gente, influirla y hacer que nos admiren de una u otra forma.
Si bien esa es una definición bastante digna de cómo la vemos, lo cierto es que hay cierta diversidad de carismas. Personajes tan famosos como Madre Teresa de Calcuta, Mahatma Gandhi, Steve Jobs o Winston Churchill eran carismáticos, pero no de la misma manera.
Hoy vamos a descubrir cuáles eran los tipos de carisma de estos personajes históricos y cuáles es posible aplicar en roles de liderazgo, profundizando sobre cuáles son los rasgos característicos de cada uno. ¡Vamos allá!
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Los 4 tipos de carisma más importantes
En tiempos antiguos, creían que el carisma era un regalo otorgado por las divinidades, algo con lo que se nacía o no. Los griegos, por poner un ejemplo, opinaban que los dioses olímpicos daban a unos pocos mortales afortunados el don de ser carismáticos, diferenciándolos del resto de humanos y dándoles una ventaja divina. Por suerte, esto no es así realmente, algo confirmado por expertos en el tema.
Una de las mayores expertas en el carisma es Olivia Fox Cabane, que ha trabajado para muchas de las 500 compañías Fortune. En el año 2012 publicó un libro titulado “The Charisma Myth: How Anyone Can Master the Art and Science of Personal Magnetism” (“El Mito del Carisma: cómo todo el mundo puede dominar el arte y ciencia del magnetismo personal”), obra en la cual explica cómo conseguir tener una personalidad carismática usando varios métodos de las terapias cognitivas y conductuales.
El trabajo de Fox se fundamenta en investigaciones científicas, insistiendo que en los últimos años los psicólogos, sociólogos e, incluso, neurocientíficos, han demostrado en contexto de laboratorio que se puede incrementar y reducir los niveles de carisma mediante la adopción de ciertos comportamientos. Es como si tuviéramos una barrita de carisma y la pudiéramos rellenar poniendo en práctica ciertas técnicas, igualito a lo que pasa en los juegos de los Sims.
Gracias a sus investigaciones, Olivia Fox expone en su libro que, de la misma manera que existen diferentes estilos de personalidad, con sus rasgos definitorios, también podemos encontrar varios tipos de carisma, de los cuales ella destaca los siguiente cuatro:
1. Carisma de focalización
El carisma de focalización se basa, principalmente, en la sensación de presencia y la escucha activa. Con él se pretende transmitir a los demás la sensación de que les escuchamos y prestamos atención a todo lo que nos dicen.
Gracias a este tipo de carisma se consigue que los demás se sientan oídos, escuchados, atendidos y comprendidos. También es mediante el carisma de focalización con el cual expresamos respeto hacia nuestro interlocutor. Un ejemplo de este carisma es el usado por Mahatma Gandhi.
Cuando hablamos y prestamos atención a alguien debemos cuidar mucho nuestra presencia pues, aunque no hablemos, nuestro cuerpo no deja de transmitir información. El lenguaje corporal es muy importante a la hora de comunicar, y si da la sensación de que estamos distraídos y poco atentos nuestro interlocutor lo captará y pensará que no le prestamos atención. La escucha activa es fundamental, junto también con un cierto grado de paciencia.
Cabe decir que el carisma de focalización presenta dos riesgos principales:
- En caso de que parezcamos poco imponentes o fuertes se puede interpretar como una actitud servil y sumisa.
- Si no es acompañado con cordialidad y cierta delicadeza la interacción entre ambos interlocutores puede convertirse en una entrevista fría o un interrogatorio.
Esta modalidad de carisma es particularmente útil cuando necesitamos que nuestro interlocutor o audiencia se abra y comparta información que, de primeras, le resultaría difícil confesar. Puede ser de gran ayuda en situaciones difíciles como las negociaciones o para destensar conversaciones hostiles.
El carisma de focalización debe evitarse cuando es necesario parecer que tenemos un alto nivel de autoridad o durante una situación de emergencia, cuando sea preciso asegurarse una obediencia inmediata.
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2. Carisma de visión
El carisma de visión es aquel que hace que la audiencia crea y se sienta inspirada por el emisor, siendo un gran ejemplo de él el famoso Steve Jobs, cofundador y director ejecutivo de Apple. Se trata de un tipo de carisma que puede ser extraordinariamente efectivo, aunque no necesariamente consigue que le gustemos a los demás.
Transmitir este tipo de carisma requiere de cierta capacidad de proyectar una convicción y confianza completa en una causa, proyecto o idea determinada. Se fundamenta en el poder, pero también en la cordialidad.
Los visionarios carismáticos no siempre son personas cordiales, pero sienten su visión con fuerza apasionada, y para que su visión sea considerada como algo carismáticamente atractivo debe incluir cierto grado de altruismo, cordialidad y amabilidad.
Este tipo de carisma tiene un muy peligroso riesgo que es el de cautivar a las personas para sumarse a movimientos o sociedades que les puede hacer daño. Esto lo podemos entender fácilmente sabiendo que los líderes de las sectas suelen valerse de un carisma visionario, incluso para inspirar ideas absurdar y motivar acciones tan evidentemente dañinas como lo es cometer un suicidio colectivo, como el caso de Jonestown, liderado por James Warren «Jim» Jones.
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3. Carisma de bondad
Como su nombre nos viene a sugerir, el carisma de bondad se caracteriza por la cordialidad y la amabilidad. Es aquel que conecta los corazones de las personas y hace que nos sintamos apreciados, comprendidos, bienvenidos y, especialmente, aceptados.
Aquí la zona más importante es la cara, cuyo lenguaje corporal más bondadosamente carismático es expresado por la mirada, a través de los ojos. Teresa de Calcuta es un gran ejemplo de persona carismáticamente bondadosa.
Para expresar carisma de bondad es necesario trabajar aspectos relacionados con la cordialidad, como la benevolencia, la compasión, la gratitud y la indulgencia. Se deben evitar los gestos que transmitan tensión, intimidación, frialdad o crítica.
Requiere de encontrar un cierto equilibrio entre la cordialidad pero también con la sensación de fuerza. De conseguirlo, se evitará dar la impresión de querer complacer obsesivamente, mostrando poder, voluntad y libertad individual, pero con la verdadera intención de ayudar a los demás.
El carisma de bondad tiene el inconveniente de que, al cautivar a las personas, estas pueden sentirse defraudadas, heridas o resentidas cuando no se les deja estar más presentes en nuestras vidas, sobre todo si se ha conseguido ser carismático mediante la abusiva adulación y el apego excesivo.
Este tipo de carisma es útil cuando se quiere establecer un vínculo emociona o hacer que alguien se sienta seguro y confíe en nosotros. Es muy beneficioso a la hora de dar malas noticias o cuando se tiene que tratar con personas difíciles. No obstante, debe evitarse en caso de que tengamos que mostrar un poco de autoridad o si hay riesgo de que alguien se sienta demasiado cómodo, que no respete los límites entre su vida y la nuestra, y que nos quiera involucrar demasiado en su vida.
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4. Carisma de autoridad
Por último, encontramos el carisma de autoridad, que es el que juega el papel más importante, aunque tiene la pega de que lo que lo poseen no necesariamente son gustados por los demás. Este carisma se basa en la percepción de poder y en la convicción de que quien lo posee tiene el poder de influir sobre la vida de los demás.
El carisma de autoridad tiene la ventaja que motiva a nuestra audiencia a escucharnos y obedecernos con frecuencia, pero también presenta una serie de inconvenientes:
- Puede inhibir el pensamiento crítico de nuestros oyentes.
- Amedrenta a nuestra audiencia a responder, con lo que no recibimos información que podría interesarnos.
- Puede que nos haga parecer arrogantes. Por ello es necesario cierto grado de cordialidad al emitir un discurso usando el carisma de autoridad.
Por otro lado, el carisma de autoridad es útil en cualquier situación en la que queramos que nos escuchen y obedezcan, especialmente en situaciones críticas o en las que necesitemos la conformidad inmediata de los demás. Debe evitarse en ambientes sociales, en situaciones de negocios delicadas o si queremos fomentar la creatividad y las reacciones constructivas de nuestros subordinados, sobre todo teniendo en cuenta eso de que puede inhibir el pensamiento crítico de nuestra audiencia.
El carisma de autoridad se puede evaluar mediante cuatro indicadores.
4.1. Lenguaje corporal
Se valora si irradia seguridad a la hora de intentar influir sobre los demás. Al igual que sucede en el resto de los carismas, este es el factor más importante, puesto que cualquier signo de inseguridad eliminará la posibilidad de que haya un carisma de autoridad.
4.2. Apariencia
La apariencia sirve para determinar el estatus de la persona. Se deberá elegir la ropa adecuada que, en la mayoría de ocasiones, es cara o parecer de alto nivel.
4.3. Título o posición social
El título o posición social, entendido como el puesto que ocupa en la sociedad, su empresa o círculo social, trae consigo un grado de autoridad en función de qué es lo que haga, aunque la propia persona no muestre de primeras unos rasgos acordes con su posición social.
Por ejemplo, si conocemos a alguien que nos dice que es el jefe de su empresa, le atribuimos un mayor grado de autoridad que a cualquiera de sus subordinados, a pesar de que él no se comporte de forma dirigente con nosotros.
4.4. Reacción de los demás ante su presencia
La forma en cómo los demás reaccionan ante la persona es un factor que delimita el grado de autoridad, seguridad y diligencia que tiene ese individuo. Si vemos que los demás le muestran respeto, presupondremos que esa persona ejerce un alto cargo y es alguien a quien se debe respetar por lo que ha hecho o lo que hace para con la sociedad o un grupo concreto de personas.
El carisma de autoridad, si bien bebe de los rasgos de personalidad de quien lo expone, es muy contextual. Cómo se ve tan afectado por el lenguaje corporal es necesario que, en el momento de querer ejercer autoridad, estemos muy seguros de nosotros mismos. Para ello se puede recurrir a ciertas herramientas para intentar entrar en un estado mental que nos brinde seguridad y confianza en nosotros mismos. También se debe cuidar la postura, reducir los gestos no verbales innecesarios (p. ej., asentir con la cabeza demasiadas veces), verborrear menos y hablar con la entonación adecuada.
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¿Qué carisma es el mejor?
De acuerdo con Olivia Fox, ningún estilo de carisma tiene un resultado asegurado en cualquier situación. Todo depende de las circunstancias y los rasgos de personalidad de cada uno. En base a lo que la misma autora dice, para decidir cuál es el carisma más apropiado debemos valorar los siguientes tres indicadores:
1. Personalidad
Se deben elegir los estilos, herramientas y técnicas que mejor encajen con nuestras cualidades y con nuestros estados emocionales. Por ejemplo, si somos personas poco cordiales, tratar de lograr un carisma de bondad va a ser tarea difícil, mientras que quizás nos puede servir para un carisma de autoridad si lo combinamos con seguridad en nosotros mismos.
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2. Metas a alcanzar
En función de las metas que queramos alcanzar será apropiado uno u otro tipo de carisma. Si lo que queremos conseguir es obediencia, necesitamos un carisma de seguridad. Si, por el otro lado, lo que queremos es dar la sensación de que somos personas confiables y que atendemos a los demás, recurriremos a un carisma de focalización.
3. Situación a intervenir
En función de la situación o contexto en el que se quiere intervenir, desde dos perspectivas:
- Emocional: valorando cómo se sienten las personas que nos rodean y cuáles son sus necesidades en ese momento.
- Social: una conducta puede ser interpretada como carismática en una cultura mientras que en otra no.
La propia Fox pone como ejemplo que el mismo grado de contacto visual en sociedades occidentales como los Estados Unidos puede ser recibido como una mirada sincera y directa, mientras que en países asiáticos, como Japón o Corea, esa misma mirada se percibe como agresiva e intimidante.