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Maite Pérez Reyes: la psicología de la obesidad


La obesidad es una realidad que afecta a millones de personas, especialmente en los países de cultura occidental.

Pero más allá de los aspectos de este problema de salud que tienen que ver con las complicaciones físicas, no hay que olvidar que existe una faceta psicológica de esta forma de sobrepeso. Para conocerla mejor, hablamos con Maite Pérez Reyes, Psicóloga Sanitaria afincada en Las Palmas de Gran Canaria y con amplia experiencia tratando casos de sobrepeso y Trastornos de la Conducta Alimentaria.

Entrevista a Maite Pérez Reyes: las implicaciones psicológicas de la obesidad

Maite Pérez Reyes, experta en Psicología de Salud, nos habla de la obesidad y su relación con los aspectos psicológicos.

¿Es la obesidad una enfermedad de este siglo?

No es una enfermedad exclusiva de este siglo pero sí se puede convertir en la enfermedad del S. XXI por la prevalencia de la misma. El cambio de hábitos, el sedentarismo, el aumento de la disponibilidad de comida, especialmente derivados del azúcar y otros factores, hacen que esta enfermedad se desarrolle con más probabilidad y desde edades más tempranas.

¿Qué relación hay entre las emociones y la obesidad?

Como en cualquier enfermedad, las emociones juegan un papel fundamental y en el caso de la obesidad, hay algunas que son predisponentes para padecerla y otras que se generan como consecuencia de tener problemas con el peso.

Tanto es así que la sociedad Española de Nutrición Comunitaria incluye el concepto de “equilibrio emocional” dentro de la pirámide de la alimentación saludable.

¿Cómo pueden las emociones predisponer o influir para desarrollar una obesidad?

Cada vez hay más evidencia científica de la relación entre obesidad y ciertas emociones básicas con experiencia afectiva desagradable, como puede ser la tristeza, el miedo, la rabia... pero el problema lo identificamos cuando a estas emociones generan conductas de abandono hacia sí mismo, prescindiendo de la alimentación saludable, el ejercicio físico...

Entonces, ¿hay determinadas emociones como la tristeza que inducen a comer más o diferente?

Así es. Hay emociones que producen unas consecuencias fisiológicas en el organismo y para contrarrestarlas se buscan muchas veces los efectos placenteros de ciertos alimentos y se genera con el paso del tiempo una adicción a ellos.

¿Adicción a algunos alimentos?

Efectivamente. Es lo que se considera trastorno “adicción a la comida” y que incluye seleccionar alimentos llamados “confort” que aportan sensación de recompensa y de alivio del malestar.

Y ¿cómo se puede actuar ante esto?

Cuando el paciente ya padece la adicción se debe trabajar en consulta con técnicas específicas, como la deshabituación a algunos alimentos asociados a estados de ánimo, entre otras. Pero lo importante es actuar para prevenir estas adicciones.

Por eso es fundamental no usar la comida como refuerzo positivo y de manera especial en la infancia, que es donde se adquieren los patrones alimenticios. En nuestra cultura las celebraciones siempre giran en torno a la comida y se alivia el malestar ofreciendo un chocolate o similar.

¿Por qué ante estos estados emocionales las personas no eligen comer alimentos sanos, sino aquellos más perjudiciales?

Esto ocurre porque existen una serie de alimentos, como los azúcares e hidratos de carbono refinados que generan efectos placenteros porque producen más serotonina, dopamina, opioides y endorfinas en el cerebro, con el consecuente alivio de los estados emocionales negativos.

Y ¿qué ocurre si no se interviene en esta adicción a la comida?

Esta adicción a la comida puede derivar también en trastornos alimenticios, como puede ser la Bulimia, Anorexia, Trastorno de Atracón, pues en ocasiones la culpa tras la ingesta lleva conductas purgativas y auto lesivas.

¿Qué consecuencias psicológicas puede acarrear padecer esta enfermedad?

La obesidad es una de las enfermedades más estigmatizadas que existen en la actualidad, donde se culpabiliza al enfermo, lo que genera un rechazo social. Esto puede afectar a las relaciones personales, con el consiguiente aislamiento, depresión y por supuesto baja autoestima.

¿En qué consiste el trabajo que se realiza desde el área de psicología de una Unidad de Obesidad?

Se realiza la detección, el diagnóstico y el tratamiento de aquellas variables psicológicas relacionadas con la obesidad. Para ello se estudia en profundidad la relación de los pacientes con su propio cuerpo, la distorsión de su imagen, el comportamiento con la comida, su autoestima, sus relaciones personales, y su estilo de vida.

Es fundamental por otro lado, descartar la existencia de posibles trastornos y comprender la función que la obesidad puede presentar en cada paciente, ya sea consecuencia de situaciones personales o causa de otras. El trabajo del psicólogo se desempeña conjuntamente con endocrinología y nutrición, abordando aspectos como la motivación, la interocepción y la psicoeducación entre otros.

¿Cómo se interviene a nivel psicológico ante un paciente obeso?

En primer lugar se debe crear un buen rapoort con el paciente, se propicia la descarga emocional, se trabaja en el establecimiento de alianza y la adherencia al programa que se pautará para él. Lo que se pretende es que tome conciencia, de que está un tanto “sordo de sí mismo” y que es necesario empezar a escuchar su cuerpo.

Y ¿cómo se trabaja para aumentar esa conciencia de si mismo?

El objetivo es reconectar al paciente con su organismo, primero desde lo más básico que son las percepciones del medio para ir trabajando poco a poco la interocepción. Esto permitirá que el paciente reconozca mejor y diferencie si tiene hambre o “ansia de comer” y regule mejor la ingesta de alimentos.

Hay muchas guías y recomendaciones generales como masticar despacio, no comer viendo la tele, etc. ¿funcionan esos “trucos” psicológicos?

Hay recomendaciones que se usan y que funcionan en la generalidad, como la educación nutricional, los autorregistros, el establecimiento de pequeños pasos basados en la filosofía Kaizen...pero lo ideal es usar un enfoque muy personalizado. Primero, siempre se tienen en cuenta los gustos y costumbres alimenticias de los pacientes, pero sobre todo sus ideas previas hacia la comida, las dietas, el cuerpo...

Como se trabaja a nivel cognitivo y de creencias, se elabora un plan de acción personalizado, pues, a modo de ejemplo, no representa lo mismo “dejar comida en el plato” para una persona que para otra.

A la hora de instaurar el plan se deben considerar también las diferencias individuales teniendo en cuenta factores como, lugar donde se realizan las comidas, horarios de trabajo, posibilidad de realizar su propia compra de alimentos, etc.

Dado que se abordan también las variables afectivas, se insiste en el trabajo de gestión del estrés y de estados emocionales displacenteros que generan las conductas hacia la comida.

Además de esto, siempre se diseña un sistema de “retos personalizados”, en los que se incluyen cosas como abandonar definitivamente un alimento perjudicial, introducir o incrementar una actividad física, abandonar hábitos como comerse las uñas, etc

Entonces, en el trabajo del psicólogo de obesidad, el peso no es el único objetivo. Lo verdaderamente interesante de estos retos es que forman parte de un proyecto personal que se pone en marcha con el paciente desde que llega a la consulta y que incluye cambios en casi todas las esferas. Esto genera por un lado, desechar la idea de que el único objetivo es la reducción de peso y por otro lado genera más elementos motivadores para el cambio.

Y si la dieta no funciona... ¿entonces hay que recurrir a la cirugía?

La cirugía bariátrica o cirugía para la obesidad es uno más de los recursos usados para enfrentarse a esta enfermedad, sin embargo, no está exenta de riesgos y de la necesidad de tener un acompañamiento permanente de psicólogos, nutricionistas y endocrinólogos.

¿En la cirugía bariátrica, qué aspectos se trabajan desde la consulta de psicología?

Desde la consulta de psicología se trabaja tanto el preoperatorio como el postopeartorio.

El paciente candidato a una cirugía bariátrica requiere una cuidadosa evaluación psicológica pero, como se pretende que los pacientes obesos pierdan peso y no vuelvan a recuperarlo y que no se acentúen problemas psicológicos previos a la cirugía, es fundamental realizar, además de la valoración, una preparación y seguimiento del paciente.

Es necesario valorar los hábitos alimenticios y si existen trastornos de la conducta alimentaria, la capacidad del paciente para entender en qué consiste la cirugía, los riesgos que conlleva y los cuidados que de por vida requerirá y descartar que existan trastornos mentales y rasgos patológicos de personalidad.

En el postoperatorio hay que trabajar los miedos e ideas e instaurar una nueva relación con la comida.