Cómo educar a los niños desafiantes y rebeldes: 8 consejos de crianza
La crianza de los hijos puede generar angustia cuando los niños no hacen caso a las indicaciones de los padres, o incluso toman actitudes desafiantes cuando se les da una indicación. Esto es algo que suele pasar a menudo y muchos padres y madres no saben qué hacer al respecto.
En este artículo veremos cómo educar a los niños desafiantes y rebeldes de manera que la crianza no se vuelva un proceso angustioso para adultos y niños. Además, también vamos a ver la importancia de corregir este tipo de conductas a tiempo.
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¿Por qué es importante corregir estas conductas?
Algunos padres no hacen caso del comportamiento desafiante de sus hijos, y piensan de manera errónea que a medida que vayan creciendo irán dejando atrás estos comportamientos sin necesidad de que ellos tengan que intervenir. Nada más alejado de la realidad.
La verdad es que si no sabemos cómo educar a los niños y niñas desafiantes y rebeldes estamos expuestos a que estas conductas se vayan intensificando a medida que crezcan, y luego será cada vez más complicado corregir estos patrones de comportamiento negativos.
Lo ideal es que nos aboquemos en corregir las conductas no deseadas cuanto antes; es más probable que existan cambios significativos en la conducta cuando los niños en etapas tempranas del desarrollo social y cognitivo. De no hacer caso a las conductas oposicionistas de los niños, luego podríamos tener que afrontar la situación de tener un adolescente con comportamiento marcadamente disocial.
Existe una triada de rasgos psicológicos que comienza en la niñez con los comportamientos desafiantes; luego en la adolescencia estos comportamientos se intensifican y pasan a conocerse como disociales, hasta llegar a su desarrollo total en la edad adulta.
¿Cómo educar niños desafiantes?
En las próximas líneas vamos a ver un listado de consejos sobre cómo educar adecuadamente a los niños con conductas de constante oposición a la norma y la rebeldía.
1. Disciplina con afecto
Por lo general, muchas personas piensan que el afecto únicamente consigue consentir a los niños, y la verdad es que es todo lo contrario. Se puede disciplinar empleando el afecto como base, el secreto está en mantener un equilibrio adecuado entre afecto y autoridad.
2. Evita los castigos físicos
Cuando golpeamos a los niños porque se han portado mal, lo único que hacemos es reforzar en ellos los comportamientos negativos. Les damos motivos para que nos desafíen, y los hacemos volverse desobedientes para salir de esa dinámica de violencia.
Ten en consideración que cuando le pegas a un niño no estás haciendo que te respete, sino que te tema, y educar en base al temor nunca es saludable para nadie. En lugar de castigos físicos, puedes optar por quitarle al niño algún objeto que para él sea significativo, o en su defecto algún privilegio durante un tiempo.
También es importante que le expliques al niño por qué lo estás castigando, así el podrá internalizar que la conducta negativa que realizó lo llevó al castigo y de esa manera comienza la extinción de dicho comportamiento en él. No vale de nada castigar arbitrariamente sin una explicación de por medio.
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3. Evita reírte de las conductas negativas
Un error bastante común que comente los cuidadores es tomar como algo gracioso los comportamientos desadaptativos de los niños, incluso llegar a reírse de las conductas negativas que presenta el infante. Aunque esto en principio pueda parecer inofensivo, en realidad se trata de un reforzamiento negativo, lo cual nos perjudicará.
Si tomamos como algo gracioso la rebeldía de los niños, sus pataletas o sus maneras de burlar las normas, estaremos normalizando esta conducta en ellos, y luego será más complicado hacer que desaparezcan los comportamientos no deseados.
Lo ideal es mostrarles que lo que han hecho nos afecta, y tomar una actitud seria en el momento de hacerlo.
4. No dejes pasar las faltas de respeto
Algunos padres o cuidadores permiten que los niños tengan un trato hostil hacia ellos, y no les corrigen cuando les levantan la voz o les contestan de mala manera. Este tipo de crianza permisiva tampoco resulta saludable para ninguna de las partes.
Si no les enseñamos a los niños el valor del respeto desde pequeños, irán creciendo con la idea equivocada de que tienen el derecho de expresar sus ideas de forma hostil y de que eso es normal. Se trata de hacerles ver a los niños que existen formas adaptativas de expresar sus emociones, con amabilidad y respeto.
5. Evita las comparaciones
A los niños les gusta sentirse especiales, y que los adultos significativos para ellos así lo vean. Cuando cometemos el error de hacer comparaciones habituales entre dos o más niños, estamos generando una sensación de frustración en ellos. Lo más recomendable es enfocarnos hacia las virtudes de cada uno de ellos, sin comparar.
6. Demuestra amor incondicional
El amor incondicional que les brindamos a los niños representa un factor protector ante cualquier conducta negativa que este puedan llegar a tener; la manera correcta de hacerlo es mediante la disciplina positiva. Abrazando, demostrando cariño verbalmente, y pasando tiempo de calidad con ellos.
7. Ayuda con la rutina
Las rutinas ayudan a los niños a mantener un control sobre sí mismos, y al mismo tiempo favorecen que vayan a prendiendo a ser disciplinados respecto a las cosas que deben hacer. Es recomendable que junto con el niño o niña hagamos un cronograma de las actividades diarias y nos encargamos de ayudarle a cumplirlas.
8. Premia el buen comportamiento
Del mismo modo en el que debemos castigar los malos comportamientos, es importante asegurarnos de que el niño sepa que estamos contentos con su manera de comportarse. Los premios no tienen que ser objetos necesariamente; decirle que estamos contentos con él y mostrarle afecto en el momento adecuado bastará.
Referencias bibliográficas:
- Castorina, J.A. y Lenzi, A.M. (comps.) (2000). La formación de los conocimientos sociales en los niños. Investigaciones psicológicas y perspectivas educativas. Barcelona: Gedisa.
- Pérez Pereira, M. (1995). Nuevas perspectivas en psicología del desarrollo. Un enfoque histórico crítico. Madrid: Alianza Editorial.