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¿Cómo se relacionan la ansiedad y la depresión?


La sintomatología depresiva y la sintomatología ansiosa se encuentran frecuentemente vinculadas. Así, un alto porcentaje de sujetos que muestran síntomas de depresión también muestran ansiedad, y a la inversa. Pero además, puede decirse que más allá de las estadísticas, la ansiedad y la depresión se refuerzan entre sí en varias de las experiencias de las personas con problemas de salud mental.

En este artículo hablaremos de la relación existente entre la depresión y la ansiedad, de manera que te sea más fácil comprender ambas alteraciones psicológicas y los aspectos en los que se solapan.

¿Qué son la depresión y la ansiedad?

La ansiedad es, principalmente, un estado de alta activación del sistema nervioso que se desencadena ante situaciones que percibimos como peligrosas o potencialmente amenazantes, ya sea porque nos pueden llevar a problemas (algunos de ellos materiales, otros más abstractos y basados en la vida en sociedad) o porque nos pueden hacer perder oportunidades.

Normalmente, en la ansiedad el sujeto suele mostrar miedo hacía un estímulo, situación o acontecimiento, y lleva a un estado de angustia y pensamientos intrusivos que surgen una y otra vez y perturban a la persona. También aparecen síntomas físicos como tensión muscular, aumento de la frecuencia cardíaca o desregulación del sueño o del apetito, temblores o aumento de la sensación de cansancio. Todos ellos síntomas vinculados a una mayor predisposición para movernos rápidamente y sin detenernos a pensar mucho.

Eso sí, cabe destacar que aunque la ansiedad no es una psicopatología y de hecho suele resultarnos útil, en algunos casos, si no la gestionamos adecuadamente, da lugar a trastornos de ansiedad, que sí son problemas de salud mental.

Cuadro ansioso-depresivo

Por su parte, la depresión se define como un trastorno del estado de ánimo caracterizado por un estado de apatía, de falta de motivación, de anhedonia y pérdida de interés por realizar actividades o socializar en el tiempo libre. Vinculada con la tristeza patológica, en ella también se pueden observar otros síntomas, como alteración del hambre y del sueño, dificultad para concentrarse, sentimiento de culpa, angustia por no encontrar significado en lo que se hace, sensación de cansancio y fatiga constante, pensamientos obsesivos y pensamientos vinculados con la muerte o incluso el suicidio.

Pese a observarse sintomatología distinta, tal y como puedes ver también se detectan síntomas que similares que son compartidos, como el sentimiento de angustia o las preocupaciones constantes basadas en pensamientos recurrentes e intrusivos, que “invaden la mente” de la persona con frecuencia.

¿Cuál es la relación entre la ansiedad y la depresión?

Los psicólogos Anna Clark y David Watson propusieron un modelo en el que tratan de relacionar la ansiedad con la depresión. En él plantean tres elementos principales para poder definir ambas patologías: afecto negativo, afecto positivo e hiperactivación fisiológica. Dos de ellos se vinculan sólo con uno de los trastornos, pero uno de ellos se muestra en los dos, delineando así la relación que existe entre depresión y ansiedad.

1. Afecto positivo

Este elemento incluye estados afectivos como: excitación, energía, felicidad, disfrute, interés, confianza y orgullo. De este modo, este elemento se presenta solo en la depresión, pero de manera reducida; es decir, las personas con depresión muestran un bajo afecto positivo, que cursa con tristeza, pérdida de interés, inhibición psicomotora, sentimiento de pérdida y baja activación del sistema nervioso simpático. Esta dimensión se relaciona principalmente con la desesperanza.

2. Hiperactivación fisiológica

La hiperactividad fisiológica, que se caracteriza por un aumento de la activación corporal, presenta sintomatología como: palpitaciones, vértigos, respiración entrecortada y temblores. Asimismo, esta distinción es propia de la ansiedad, en la que observamos una elevada reactividad fisiológica con síntomas como miedo, pánico, aumento de la activación simpática, hipervigilancia, percepción de amenaza o miedo y evitación. Este elemento se vincula en especial con la sensación de incertidumbre.

3. Afecto negativo

El efecto negativo muestra estados afectivos como el malestar, la tristeza, la ansiedad, la ira, la hostilidad, el miedo, la culpabilidad y las preocupaciones. Esta dimensión se presenta en nivel elevado tanto en la depresión como en la ansiedad, generando sintomatología como: irritabilidad, preocupación, culpa, insomnio y baja autoestima. Este elemento se vincula con la sensación de indefensión.

¿Cómo se refuerzan entre sí ambas formas de malestar psicológico?

Entendemos los factores de afecto negativo y afecto positivo como independientes, es decir, no son extremos de una misma dimensión, sino que forman parte de dimensiones distintas. De este modo, se valora alto o bajo afecto positivo y alto o bajo afecto negativo. Dicho de otro modo, tener alto afecto negativo no quiere decir tener bajo afecto positivo, no es la inversa, uno no depende del otro; el abanico de posibilidades del lado emocional del ser humano es demasiado rico y lleno de matices para que nuestras experiencias funcionen de esa manera.

De esta forma, el afecto negativo supone una mayor sensibilidad hacía estímulos negativos. Una puntuación alta en esta dimensión suele vincularse con una mayor tendencia a experimentar estados de ánimo negativos. Dadas las similitudes sintomatologías que pueden mostrar ambos trastornos, ansiedad y depresión, suelen observarse de manera conjunta, siendo más frecuente experimentar antes agitación y ansiedad y posteriormente desarrollar la desesperanza y la depresión.

Pero… ¿Cómo se plasma este vínculo entre síntomas depresivos y de alta ansiedad en el día a día de las personas? Principalmente, en el hecho de que ambas experiencias nos llevan a un estado en el que nos creemos paralizados, incapaces de hacer frente a lo que nos ocurre. Al estar deprimidos, asumimos que no tenemos ningún papel que cumplir ante la vida, y eso hace que todo lo percibamos a través de un vacío existencial, en el que solo podemos limitarnos a sufrir la falta de sentido que todo tiene para nosotros.

Al estar ansiosos, la idea de que hay demasiados “frentes” que atender y que cada decisión que tomemos seguramente será la equivocada, nos lleva a un estado de bloqueo en el que asumimos que lo único que podemos hacer es anticipar nuestro fracaso, lo cual conduce también a un tipo de vacío existencial: hagamos lo que hagamos será insuficiente. Es por eso que las etapas de puro estancamiento emocional y de angustia al anticipar lo malo que ocurrirá se van alternando en las personas que presentan un cuadro ansioso-depresivo, algo muy común. Ante estas situaciones, es importante acudir a psicoterapia cuanto antes.

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