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El experimento de la cueva de ladrones: creando conflictos


A menudo nos preguntamos cómo pueden existir tantos conflictos sociales. Tantas guerras que han sucedido a la humanidad, tantos enfrentamientos étnicos o religiosos, tantos problemas para la convivencia o para la colaboración entre las personas. El experimento de la cueva de ladrones es una manera de despejar todas estas dudas, con resultados sorprendentes.

Este tipo de estudio se ideó a mediados del siglo XX, justo al darse por finalizada la Segunda Guerra Mundial, momento en el que afloraron infinidad de experimentos psico-sociales que dieron respuesta a muchas incógnitas derivadas del conflicto.

¿Qué es el experimento de la cueva de ladrones?

El experimento de la cueva de ladrones tuvo lugar en Estados Unidos, cerca de Oklahoma, y se ideó para detectar los prejuicios y cargas ideológicas que los individuos llevan consigo a hombros, causantes a menudo de los más graves problemas como la xenofobia, la misoginia, y homofobia. Intolerancia “del otro”, en definitiva. Existe una especie de mantra de “ellos contra nosotros” con el que a menudo pensamos no sentirnos identificados.

Fueron entonces dos profesores de la Universidad de Oklahoma en Estados Unidos, Muzafer Sherif y Carolyn Sherif, aquellos que tuvieron la idea de hacer esta investigación. Para ello seleccionaron a dos grupos de niños de entre 10 y 11 años de edad sin antecedentes de conflictividad, de familias estables y una infancia correcta para evitar condicionantes externos.

Ante todo, ninguno de los integrantes de ambos grupos (un total de 24 niños) tenía conocimiento previo del experimento, y ninguno de ellos se conocían ni se habían cruzado, ya que fueron seleccionados de distintos colegios. Es importante insistir en este apartado para la exitosa realización del experimento.

Las 3 fases del estudio

Se seleccionó un lugar a campo abierto, en la naturaleza. Es el sitio ideal para descargarse de cualquier estigma social, una manera de equiparar al individuo con el resto por el hecho de vestir con la misma indumentaria, compartir un espacio similar y el respeto al mismo.

El experimento se realizó en el conocido Parque Natural de la Cueva de los Ladrones (Oklahoma, EE.UU.), y de ahí proviene su nombre. Nada más pisar el terreno, los tutores dividieron de manera totalmente aleatoria a los niños en dos grupos, denominados Grupo A y Grupo B.

1. Sentimiento identitario

En esta primera fase o etapa del experimento, los autores se encargan de alentar el sentimiento de pertenencia a un colectivo mediante actividades conjuntas como la natación, el senderismo o la búsqueda de madera para las fogatas. En definitiva, actividades que afiancen las relaciones interpersonales.

2. Fase de conflicto

En la segunda etapa del experimento de la cueva de ladrones, los profesores introducían elementos o situaciones de fricción entre los dos grupos participantes, hechos diferenciadores que provocaran conflicto. El enfrentamiento verbal fue aumentando su presencia, y los niños pidieron expresamente actividades competitivas para comprobar quién era mejor.

3. Fase de colaboración

Sorprendidos por lo fácil que había resultado la fase de fricción, decidieron interrumpirla y pasar rápidamente a la fase de reconciliación. Para ello los investigadores se esmeraron en realizar actividades con una meta común para eliminar esos prejuicios artificiales que se habían creado. Se introdujo un agente imaginario que pretendía acabar con sus reservas comestibles.

De nuevo, los resultados volvieron a ser significativos. Los Grupos A y B decidieron apartar sus diferencias para combatir a un único enemigo. A parte de ir en una misma dirección, los gestos de solidaridad y fraternidad que se daban entre ellos también fueron en aumento. El malo ya no era “el otro”.

Resultados reveladores

¿Y para qué sirve el experimento de la cueva de los ladrones? Este tipo de investigación pretende despejar algunas incógnitas que en muchas ocasiones nos planteamos. Los resultados del caso mencionado mostraron datos curiosos, sobre todo teniendo en cuenta que los participantes eran gente sin una predisposición especial al conflicto.

Los profesores quedaron abrumados de la facilidad con la que los grupos llegaron a crear un sentimiento de odio hacia los otros. **Se llegó al extremo de no querer sentarse los unos con los otros a la hora de comer, evitando cualquier tipo de contacto cercando, visual inclusive. Como comentamos con anterioridad, se tuvo que abreviar dicha fase.

Por otro lado, se sobrepuso la colaboración al enfrentamiento con la misma rapidez. ¿Qué nos dice esto? Bien, seguramente el ser humano sea más manipulable de lo que realmente muchos piensan, fenómeno que aprovechan muy bien las clases dirigentes, económicas y científicas. Basta con que nos digan que algo es malo o bueno para creerlo.