Relaciones absorbentes: qué hacer y cómo reconocerlas
Las relaciones de pareja acostumbran a ser un aspecto de la vida afectiva marcada por la intensidad de las emociones involucradas. Es normal que en el día a día se pase bastante tiempo pensando en la pareja o en experiencias vinculadas a ella, incluso cuando no está. Sin embargo, para todo hay límites, y en ocasiones estos lazos emocionales se traducen en unos hábitos y rutinas que exigen demasiado de uno mismo.
En este artículo hablaremos sobre las relaciones absorbentes, cuáles son las características que permiten detectarlas y qué tipo de solución puede tener cada uno de los problemas que plantea (si bien en algunos casos la solución más razonable es terminar con la relación, tal y como veremos).
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Las relaciones absorbentes: ¿cómo son?
Es normal que las personas involucradas en una relación de pareja noten de vez en cuanto ciertas tiranteces a la hora de vivir manteniendo ese vínculo afectivo especial. A fin de cuentas, tener un vínculo de tipo romántico requiere, en mayor o menor medida, aceptar un compromiso.
Obligaciones y responsabilidades compartidas hacen que la perspectiva de realizar sacrificios en el presente para estar con la otra persona a largo plazo sean esfuerzos razonables, y como estar en pareja requiere de un tiempo y unos recursos determinados, esto no siempre encaja con lo que a cada miembro, por separado, le apetece en el aquí y ahora.
Sin embargo, una cosa es invertir lo razonable en la relación y expresarle al otro que tenemos en cuenta sus intereses, y otra es no poder tener vida por culpa de las constantes exigencias vinculadas (al menos, aparentemente) a ese vínculo amoroso. Es en ese punto en el que aparecen las relaciones absorbentes.
Una relación absorbente es, en definitiva, una dinámica relacional entre dos o más personas en la que o hay una clara asimetría y uno de los miembros se tiene que sacrificar mucho para satisfacer las demandas del otro, o todas las personas involucradas tienen que dedicar todos sus esfuerzos y tiempo a la relación, constantemente, y con un gran esfuerzo. Pero esta definición es algo ambigua, así que vamos a ver cuáles son las características habituales de estas relaciones.
1. Hay que esperar muchos días para tener tiempo a solas
Cada persona tiene necesidades distintas a la hora de necesitar estar solas con más o menos frecuencia, pero lo normal y lo sano es que no tengan que esperar días para poder hacerlo (empezando a contar desde el momento en el que surge esas ganas de reservarse un momento para uno mismo).
En algunos casos, los miembros de la pareja tienen una visión distorsionada de la realidad, según la cual ambas forman algo así como un super-organismo compuesto por dos personas que no se pueden separar nunca y lo deben compartir todo. Intentar seguir ese principio es agotador y frustrante en la gran mayoría de los casos. Incloso quienes están más enamorados acostumbran a requerir de momentos para hacer cosas de su interés sin la interferencia de otros.
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2. No hay tiempo para ver a los amigos
El hecho de comenzar una relación no implica dejar de lado a los amigos. Estos vínculos de amistad, que muchas veces llevan años de recorrido a sus espaldas, son algo muy valioso, pero algunas personas creen que en las relaciones amorosas se espera de ellas que no atiendan a esta clase de lazos personales considerados “periféricos”. Hay casos, incluso, en los que se da por supuesto que quedar con esas personas sin ir con la pareja, o sin comentárselo antes, es una traición, algo que obviamente desincentiva esta clase de reuniones.
Esto no solo hace que estas amistades vayan languideciendo con el paso del tiempo. Además, genera aislamiento, lo cual hace entrar en un círculo vicioso: se dedica todo el tiempo a la pareja porque no hay nadie más con quien quedar y hacer cosas o lanzar proyectos interesantes.
3. Se trata de cambiar la personalidad para encajar con el otro
No hay nada malo en intentar mejorar en algunos aspectos, pero hay casos en los que los miembros de una relación absorbente, o uno de ellos, se proponen modificar toda la estructura de su propia personalidad para poder encajar perfectamente con su pareja, hasta el punto de tratar de desarrolla aficiones por las que no se siente verdadero interés, se adopta una pose y una actitud artificial que no se corresponde con la propia identidad, etc.
En definitiva, una cosa es mejorar apuntando a un objetivo que tiene un significado real para uno mismo, y otro es tomar como referencia lo que se cree que la otra persona espera y realizar esfuerzos a convertirse en eso, solo por el supuesto bien de la relación.
4. Se adoptan actitudes pasivo-agresivas ante la iniciativa propia
En muchas relaciones absorbentes se ve con malos ojos que se rompan ciertas normas que, aunque técnicamente no tienen un valor real, se consideran importantes porque tienen que ver con estar juntos.
No es que se trate de elementos con un valor simbólico asociado a un hecho importante (por ejemplo, ir al cine en el cumpleaños de la relación, tal y como se hizo en la primera cita), sino que se supone que no hay que quebrar esas reglas porque lo contrario implica pensamiento individual fuera de la pareja.
Por ejemplo, irse a trabajar al despacho en vez de hacerlo en el sofá de casa junto al enamorado o enamorada o, en un caso menos extremo, dedicar un viernes a ir a un concierto sin la otra persona porque esta no quiere ir.
En estos casos, las actitudes pasivo agresivas funcionan a la práctica como un castigo sin que en teoría se haya hecho nada malo.
¿Qué hacer?
En la comunicación y la honestidad está la clave. Es necesario expresar las necesidades propias que uno mismo tiene y que no tienen por qué estar limitadas al ámbito de la pareja, y hacerlo de manera asertiva y honesta, pero no unilateral ni cortante, ya que se trata de un cambio de hábitos que puede resultar delicado y fácil de malinterpretar si no se explica todo lo que realmente ocurre.
Por otro lado, si la otra persona no es capaz de respetar el hecho de que se necesita más espacio para uno mismo, esto se considera un problema grave que transforma esta dinámica relacional en una relación tóxica, en la que es fácil que se produzcan malos tratos (no necesariamente físicos).