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​Las 5 etapas del desarrollo de la personalidad


Soy introvertido o extrovertido, estable o inestable, sensible o insensible, intuitivo o racional. Todas estas estas categorías reflejan aspectos de personalidad que son muy utilizados en psicología.

La personalidad que tengamos va a marcar como vemos el mundo y reaccionamos a él. Pero las características personales que nos son propias no siempre han estado ahí de la misma forma, sino que hemos ido pasando por diferentes etapas del desarrollo de la personalidad hasta llegar a ser como somos, desde la infancia hasta nuestra situación actual e incluso hasta nuestro futuro deceso.

Definición de personalidad

La personalidad se define como un patrón de comportamiento, pensamiento y emoción relativamente estable en el tiempo y a través de las diferentes situaciones que vivimos. Dicho patrón explica cómo percibimos la realidad, los juicios que nos hacemos de ella o la manera con el que interactuamos con el medio, siendo en parte heredada y en parte adquirida y posteriormente moldeada mediante la experiencia vital.

Debido a que nace en gran parte del conjunto de experiencias que vivimos a lo largo de nuestra vida se considera que la personalidad como tal no está plena configurada hasta la edad adulta, habiendo un largo proceso de desarrollo hasta que llega a estabilizarse (si bien puede sufrir variaciones posteriores, no son frecuentes ni tienden a ser marcadas).

Evolución a través de las diferentes etapas vitales

Para establecer una cronología de las etapas del desarrollo de la personalidad resulta interesante partir de la clasificación de las principales etapas vitales.

Partiendo de ellas como referencia, veamos de qué manera se va desarrollando la estructura psicológica de los seres humanos.

1. Los primeros momentos

En el momento en que un bebé nace no podemos considerar que tenga una personalidad marcada, ya que el nuevo individuo no ha tenido experiencias concretas que le hagan ser, pensar o actuar de una manera determinada. Sin embargo, sí que es cierto que según pasan los días vamos viendo cómo el niño o niña tiene una tendencia a comportarse de una manera determinada: por ejemplo podemos observar si llora mucho o poco, cómo se alimenta o si responde al tacto con miedo o curiosidad.

Estas primeras características forman parte de lo que se viene a llamar temperamento, el cual forma parte de la constitución innata de la persona y que posteriormente puede ser moldeado mediante el aprendizaje. El temperamento tiene base biológica y proviene principalmente de la herencia genética de nuestros antepasados. Siendo un componente vinculado principalmente a la afectividad, se trata de un componente primigenio que va a actuar como base para la construcción de la personalidad.

2. Infancia

Según el sujeto va creciendo, va desarrollando poco a poco diferentes capacidades cognitivas y físicas que le van a permitir captar la realidad, empezar a intentar entender cómo funciona el mundo y cómo el propio ser puede influir y participar en el.

Esta etapa se caracteriza por la adquisición de valores, creencias y normas provenientes del exterior, de una manera inicialmente imitativa y con pocos tintes críticos. La personalidad empieza a formarse según las características del temperamento van siendo confrontadas a la realidad, adquiriendo patrones de comportamiento y maneras de ver mundo y formándose el carácter.

En esta etapa la autoestima tiende a ser inicialmente elevada debido al elevado nivel de atención que se suele prodigar al menor en el entorno familiar. Sin embargo en el momento de la entrada al mundo escolar tiende a disminuir, debido a que se deja atrás el entorno familiar para entrar en uno desconocido en el que confluyen numerosos puntos de vista.

3. Pubertad y adolescencia

La adolescencia, el punto en que pasamos de ser niños a ser adultos, es una etapa clave en la formación de la personalidad. Se trata de una etapa vital compleja en que el organismo se encuentra en proceso de cambio, al tiempo que se aumentan las expectativas respecto al comportamiento del individuo y este empieza a experimentar diferentes aspectos y realidades.

Se trata de un momento vital caracterizado por la necesidad de diferenciarse, siendo frecuente que aparezca una ruptura o separación respecto a los adultos al cargo y un cuestionamiento continuo de todo lo que hasta entonces se le ha inculcado.

Se aumenta el número de entornos en los que la persona participa, así como el número de personas con las que interactúa, propiciando junto a los cambios hormonales y el aumento en la capacidad de abstracción propia de la maduración cognitiva hará que experimente diferentes roles que le enseñaran que le gusta y que se espera de él o ella. Se da una potenciación de la búsqueda de vinculación social y aparecen las primeras relaciones. El adolescente busca una identidad propia a la vez que un sentimiento de pertenencia al entorno social, intentando insertarse como parte de la comunidad y del mundo.

En esta etapa la autoestima tiende a variar producto de las inseguridades y los descubrimientos propios de la adolescencia, A través de la experimentación el adolescente va a ir probando diferentes maneras de ver la vida, quedándose e introyectando algunos aspectos y variando otros. Se busca una identidad propia, búsqueda que con el tiempo cristaliza en una personalidad diferenciada.

4. Adultez

Se considera que es a partir de la adolescencia cuando podemos hablar de personalidad propiamente dicha, habiéndose forjado ya un patrón relativamente estable de conducta, emoción y pensamiento.

Esta personalidad aún va a variar a lo largo de la vida, pero a grandes rasgos la estructura va a ser semejante salvo que suceda algún acontecimiento muy relevante para el sujeto que le empuje a realizar cambios en su manera de visualizar el mundo.

En relación a otras etapas vitales, la autoestima tiende a subir y en general el autoconcepto del adulto tiende a intentar acercar su yo real con el ideal, por lo que la timidez disminuye, en caso de haber sido elevada anteriormente. Como consecuencia, deja de tener tanta importancia lo que los demás opinen de uno mismo, y pueden llevarse a cabo actividades que en etapas anteriores darían vergüenza.

5. Ancianidad

Si bien en general la personalidad sigue siendo estable la llegada a la vejez supone la progresiva vivencia de situaciones como la pérdida de habilidades, actividad laboral y seres queridos, cosa que puede afectar en gran medida a nuestra forma de relacionarnos con el mundo. Se registra una tendencia a la disminución de la extraversión y la autoestima.

Dos viejas teorías sobre el desarrollo de la personalidad

Los elementos escritos anteriormente reflejan una tendencia general a lo largo de las etapas vitales. Sin embargo, son múltiples los autores que han establecido teorías sobre cómo se desarrolla la personalidad. Dos de las más conocidas, aunque también desfasadas, son la teoría del desarrollo psicosexual de Freud y la teoría del desarrollo psicosocial de Erikson, estableciendo cada uno diferentes etapas del desarrollo de la personalidad.

Hay que tener en cuenta en todo caso que estas propuestas del desarrollo de la personalidad se fundamentan en un paradigma de meta-psicología que ha sido muy criticado por su carácter especulativo e imposible de poner a prueba, por lo cual hoy en día no se consideran científicamente válidos, a pesar de que históricamente han tenido una gran influencia.

Desarrollo psicosexual de Freud

Para el padre fundador del psicoanálisis, la personalidad del ser humano se va configurando a lo largo de la vida a través de diversas etapas del desarrollo de la personalidad. La personalidad está estructurada en un ello o parte pulsional, un superyó que censura dichos deseos a partir de la moral y un yo que media entre dichos aspectos.

Con la líbido como energía psíquica fundamental, la teoría de Freud considera que nacemos únicamente con nuestra parte pulsional, naciendo con el tiempo el yo y el superyó según vamos introyectando las normas sociales. Los constantes conflictos pulsionales hacen que el organismo emplee mecanismos de defensa con el fin de reducir la tensión que éstos producen, unos mecanismos que se emplean a menudo y que permiten explicar rasgos y facetas de personalidad.

Para Freud, pasamos por una serie de etapas en las que situamos nuestras fuentes de placer y frustración en diferentes zonas corporales, expresando la líbido a partir de ellas. Dichas etapas se van superando progresivamente, si bien pueden haber regresiones o estancamientos que produzcan fijaciones en determinados comportamientos y modos de ver el mundo y las relaciones personales.

1. Etapa oral

Durante el primer año de vida el ser humano está inmerso en la conocida como etapa oral, en que utilizamos la boca para explorar el mundo y obtener gratificación de él. Nos nutrimos, mordemos y probamos diferentes objetos a través de ella. Así pues, la boca ejerce el rol que más adelante tendrán las manos, y eso para Freud condiciona el desarrollo psicosexual en esta etapa de la vida.

2. Etapa anal

Después de la etapa oral y hasta alrededor de los tres años de edad, el núcleo de interés psicosexual pasa a ser el ano, al empezar a controlar los esfínteres y suponer ello un elemento de placer al poder gestionar qué mantiene dentro de sí y qué expulsa. El niño puede defecar, cosa que permite reducir su tensión interna, o retener las heces voluntariamente.

3. Etapa fálica

Entre los tres y seis años de edad el individuo suele entrar en la fase o etapa fálica. Es en esta etapa en la que empieza a haber un interés hacia lo sexual, centrando la atención en la genitalidad y apareciendo el complejo de Edipo, los celos y el arrepentimiento.

4. Etapa de latencia

A partir de los siete años y hasta la adolescencia podemos encontrar que la expresión de la energía sexual no encuentra un correlato físico a través del cual expresarse, debido en gran parte a la influencia de lo social y moral. Aparece el pudor y se reducen los impulsos sexuales.

5. Etapa genital

Propia de la pubertad y la adolescencia, esta etapa se acompaña de los cambios físicos, psíquicos y emocionales propios de tal momento vital. La líbido empieza a expresarse a través de la genitalidad, apareciendo de forma intensa el deseo de vinculación y apego y teniendo las suficiente capacidad para llevar a cabo la expresión de la sexualidad de forma tanto simbólica como física.

Desarrollo psicosocial de Erikson

Otro destacado autor y uno de los pioneros en proponer que la personalidad se desarrolla desde el nacimiento hasta la muerte fue Erik Erikson, quien consideraba que el desarrollo de la configuración psíquica y de la personalidad se derivan de la naturaleza social del ser humano o, dicho de otro modo a la interacción social.

Para este autor, cada etapa vital supone una serie de conflictos y problemas a los que el individuo ha de hacer frente hasta conseguir superarlas, creciendo y fortaleciéndose su yo según se van superando y forjando la forma de ver, pensar y actuar en el mundo de cada sujeto.

Las diferentes etapas del desarrollo de la personalidad para Erikson son las siguientes.

1. Confianza básica vs Desconfianza

La primera de las crisis que el ser humano debe afrontar a lo largo de la vida aparece en el mismo momento del nacimiento, siendo la base desde la que se va a configurar el resto de la estructura psíquica. Según esta teoría, d****ura hasta aproximadamente los dieciocho meses de edad. Durante esta etapa el individuo debe decidir si es capaz de confiar o no en los estímulos y personas provenientes del exterior o en los efectos que tiene la propia actuación sobre el mundo.

Es decir, si puede sentirse cómodo en presencia, por ejemplo, de sus progenitores y familiares. Superar esta etapa correctamente implicará que se es capaz de encontrar un equilibrio entre confianza y desconfianza en el que prime la confianza, lo que permitirá establecer relaciones seguras con otras personas a la vez que confía en sí mismo.

Así pues, en esta etapa de desarrollo de Erikson, como en las siguientes, el objetivo es llegar a un punto de equilibrio o de ajuste en el que la autonomía encaje bien con la vida social que se lleva, sin perjudicar ni ser perjudicado.

2. Autonomía vs Vergüenza/Duda

A partir de la superación de la anterior etapa y hasta los tres años de edad el individuo va ir poco a poco desarrollando su cuerpo y su mente, aprendiendo a controlar y gestionar su cuerpo y su conducta a partir tanto de la maduración y la práctica como de las informaciones que le llegan por parte de sus progenitores, que le enseñan que puede y que no puede hacer.

Con el tiempo, estas circunstancias se van a ir interiorizando, y el niño irá haciendo pruebas conductuales para comprobar los efectos y consecuencias, desarrollando poco a poco su autonomía. Buscan guiarse por sus propias ideas. Sin embargo también necesitan límites, existiendo la duda de qué pueden o no hacer El objetivo de esta crisis es conseguir un autocontrol y autogestión de la propia conducta de manera que actuemos de forma adaptativa.

3. Iniciativa vs Culpa

En el periodo de tiempo comprendido entre los tres y cinco años de edad el niño empieza a desarrollar una mayor actividad de forma autónoma. Su nivel de actividad les impulsa a generar nuevas conductas y formas de relacionarse con el mundo, apareciendo la iniciativa.

Sin embargo, la retroalimentación de dicha iniciativa puede generar sentimientos de culpa en el menor, si las consecuencias de experimentar son adversas. Es necesario un equilibrio que nos permita ver nuestra responsabilidad en nuestros actos a la vez que podamos ser libres.

4. Laboriosidad vs Inferioridad

A partir de los siete años de edad y hasta la adolescencia, los niños siguen madurando cognitivamente y aprendiendo cómo funciona la realidad. Necesita actuar, hacer cosas, experimentar. Si no consigue llevarlas a cabo, pueden aparecer sentimientos de inferioridad y frustración. El resultado de esta etapa del desarrollo de la personalidad pasa por obtener la sensación de competencia. Se trata de ser capaz de actuar de forma equilibrada, sin rendirse al mínimo obstáculo pero sin hacerse expectativas inalcanzables.

5. Exploración de la Identidad vs Difusión de la Identidad

Propia de la adolescencia, es una de las crisis más conocidas por la mayoría de la gente. En esta etapa el principal problema del individuo es encontrar su identidad, descubrir quién es y qué quiere. Para ello tienden a explorar nuevas opciones y separarse de lo que hasta entonces han conocido. Pero la gran cantidad de variables implicadas o una coartación de la exploración puede generar que la identidad no se desarrolle libremente, produciendo múltiples problemas de personalidad.

6. Intimidad vs Aislamiento

A partir de los veinte y hasta los cuarenta el principal conflicto que debe afrontar el ser humano en el desarrollo de su personalidad es la búsqueda de relaciones personales y de una forma apropiada y comprometida de vincularse. Se busca la capacidad de que en las interrelaciones puedan darse sensaciones de seguridad y confianza.

7. Generatividad vs Estancamiento

Desde los cuarenta y hasta aproximadamente los sesenta años de edad, la persona tiende a dedicarse a la protección de los suyos y a la búsqueda y mantenimiento de un futuro para las próximas generaciones.

En esta etapa el principal conflicto se basa en la idea de sentirse útil y productivo, sintiendo que sus esfuerzos tienen sentido. Sin embargo es necesario tener en cuenta que se ha de buscar un equilibrio entre actividad y quietud, o se corre el riesgo de o bien no conseguir llegar a todo o bien no conseguir producir o sentirse de utilidad.

8. Integridad del Yo vs Desesperación

La última de las crisis vitales se da en la vejez. Al llegar el momento en que la productividad se reduce o deja de existir, el sujeto pasa a valorar si su existencia ha tenido un sentido. Aceptar la vida que hemos vivido y verla como válida es lo fundamental de esta etapa, que culmina en el momento de la muerte.