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Peligrosidad criminal: claves y conceptos para evaluarla


En esta época, no resulta extraño escuchar a menudo en noticieros, radio y otros medios de comunicación el término de “peligrosidad”, sobre todo cuando hablan de temas relacionados con el ámbito penal.

“Criminal de alta peligrosidad”, “prisión de media peligrosidad” y otros conceptos y términos son ejemplos de cómo escuchamos dicha terminología día a día, hasta el punto en que creemos estar familiarizados con ésta. Pese a ello, este concepto sigue siendo uno de los más incomprendidos dentro de la criminología ya que con frecuencia suele confundirse con otros como el de la agresividad y el de violencia.

Además, las nuevas formas de criminalidad que surgen con los nuevos tiempos nos obliga a darle un repaso y una revisión en profundidad. En este artículo nos proponemos a conceptualizar el concepto de peligrosidad, señalar cuáles son sus características y explicar su importancia.

Peligrosidad criminal: conociendo la historia del concepto

La idea de peligro no es ni mucho menos nueva, sin embargo el concepto de peligrosidad criminal es relativamente moderno.

Su más claro antecedente se remonta a las tesis del autor alemán Feuerbach, cuyo término pasaría a formar parte del Código Penal de Baviera en 1800 y quién la definió como la cualidad de una persona que hace presumir fundadamente que violará el derecho.

Definiciones y aproximaciones modernas

La definición más moderna de peligrosidad fue introducida a la criminología por Rafael Garófalo con su temibilidad para designar la perversidad constante y activa del delincuente y la cantidad del mal previsto que hay que temer por parte del mismo delincuente.

El concepto, aunque controvertido desde aquel entonces, se fue aceptando rápidamente hasta que en el año 1892 la Unión Internacional de Derecho Penal, de la mano de eminentes maestros de esta rama del derecho como Von Liszt y Prins, lo reconocieron oficialmente.

Definición unitaria desde la criminología

Peligro, de latín periculum, hace referencia al riesgo, a la contingencia inminente de que suceda algún mal, siendo la situación, cosa u obstáculo lo que aumenta la posibilidad de algún perjuicio o daño.

Peligrosidad, cuando lo aplicamos a una persona, es la calidad de perjuicio que pudiese ocasionar ésta, en atención a los factores que le impelen a hacer este daño. La Real Academia de la Lengua acepta dicho término refiriéndose a una persona como aquel que puede causar daño o cometer actos delictivos.

Para dejar más claro este concepto, repasemos otras definiciones otorgadas por diversos autores estudiosos del derecho y la criminología. Rocco la define como la potencia, actitud, la idoneidad, la capacidad de la persona para ser causa de acciones dañosas o peligrosas. Petrocelli la define como conjunto de condiciones subjetivas y objetivas bajo cuyo impulso, es probable que un individuo cometa un hecho socialmente peligroso o dañino. La Enciclopedia Quillet dice que la peligrosidad es el conjunto de condiciones subjetivas que autoriza un pronóstico acerca de la propensión de un individuo a cometer delitos.

Como se puede observar, los elementos comunes en las definiciones son la potencialidad y la intención de ser proclive al delito. Así como hay una clara diferencia entre agresión y violencia, la peligrosidad se distingue de los dos anteriores en que ambos términos nos ayudan a intentar diagnosticar el último.

Componentes de la peligrosidad

Los estudiosos de la conducta criminal coinciden en que la peligrosidad tiene dos componentes esenciales: la capacidad criminal y la adaptabilidad social.

El primer concepto, la capacidad criminal, hace referencia a la tensión interna delictiva, la potencia delincuencial, lo que es capaz de dar de sí la personalidad criminal en el campo delictivo. Por su parte, la adaptabilidad social es la idoneidad del delincuente para la vida social, esto es, la posibilidad de adaptación de la actividad del criminal al medio en que se inserta.

A partir de dichos componentes podemos reconocer cuatro formas de estado peligroso.

  1. Capacidad criminal muy fuerte y adaptabilidad muy elevada: aquí se presentan las manifestaciones más graves de conducta antisocial como son delitos de cuello blanco, delitos político-financieros, delincuencia organizada, psicópatas organizados, etcétera.
  2. Capacidad criminal muy elevada y adaptabilidad incierta: menos graves pero de potencial criminógeno muy dañino. Su inadaptación los hace atraer la atención sobre ellos fácilmente. Criminales profesionales y especializados, marginados sociales, entre otros se encuentran en esta categoría.
  3. Capacidad criminal poco elevada y adaptación débil: constituyen los delincuentes que habitualmente inundan las prisiones. Entre ellos se hallan inadaptados psíquicos, delincuentes caracteriales y tipologías similares.
  4. Capacidad criminal débil y adaptabilidad elevada: formas ligeras de criminalidad. Su peligrosidad es baja o bien aguda (la peligrosidad puede ser crónica o aguda en atención a la duración; hablaremos de esto más adelante). Aquí se reconocen los delincuentes ocasionales y pasionales

Elementos constitutivos de la peligrosidad

Citaremos y explicaremos a continuación las características más importantes de la peligrosidad.

  • Elementos: se reconocen dos elementos de la peligrosidad. El primero conocido como estado peligroso, es la situación que vivencia una persona que está a punto de cometer un delito. En tanto, la oportunidad es la conveniencia de tiempo y lugar que se presta o favorece al sujeto para dar el paso al acto.
  • Formas: psiquiatras, psicólogos y criminólogos distinguen dos tipos de peligrosidad, siendo la primera crónica (o permanente) que se presenta por lo general en casos de psicopatía y en otros delincuentes de difícil readaptación; mientras la segunda se refiere a la peligrosidad aguda, que es más bien episódica y que inclusive puede agotarse en el hecho mismo. Pese a ello, de mantenerse las circunstancias criminógenas la peligrosidad aguda puede derivar a la crónica.

Cuantificar la peligrosidad, un trabajo interdisciplinario

La criminología clínica intenta explicar el crimen desde el punto de partida del criminal, de su personalidad, su historia personal y los distintos factores que juegan un papel en su conducta. Tiene por objeto formular un diagnóstico, pronóstico y tratamiento sobre el sujeto que comete una conducta antisocial.

Citando a Wolfgang y Ferracuti, la criminología clínica consiste en la aplicación integrada y conjunta del saber criminológico y las técnicas del diagnóstico a casos particulares y con fines diagnóstico-terapéutico. Así, en términos de las funciones de la criminología clínica, se destacan

A) Sintetizar los diversos estudios realizados del sujeto antisocial e integrarlos para una correcta síntesis criminológica que permita emitir un diagnóstico, pronóstico y tratamiento

B) Descubrir la criminogénesis y criminodinámica del delincuente

C) Emitir dictámenes y peritajes criminológicos

D) Proponer, en su caso, qué tipo de pena le es más conveniente

E) Hacer profilaxis criminológica y atender las necesidades criminológicas del sujeto

F) Estimar el nivel de peligrosidad

Ciencias y profesionales que evalúan la peligrosidad de los delincuentes

Pese a que el criminólogo clínico es la figura encargada de cuantificar el nivel de peligrosidad, sería imposible realizar esta labor sin la correcta aplicación de diversas disciplinas que le brinden herramientas de carácter objetivo sobre el sujeto antisocial.

La síntesis criminológica debe derivar de por lo menos siete ciencias que en conjunción permitan emitir un diagnóstico fiable y que entre sí, se complementen en la explicación de la conducta antisocial. Tales ciencias son: la antropología, la medicina, la psicología, la sociología, la victimología y la penología. A estas se le pueden sumar otras que permitan emitir otros criterios objetivos sobre el sujeto como pueden ser: trabajo social, pedagogía, etc.

Un ejemplo práctico para comprender la función de cada profesional

Para muestra de la labor interdisciplinaria, podríamos ejemplificar con el siguiente caso: tenemos un sujeto que es acusado por robo, el pedagogo destaca que un factor criminógeno importante es su nivel de aprendizaje mismo que resulta ser escaso, dictamina que esta dificultad repercute en sus pocas oportunidades laborales, encontrando en el robo la manera más fácil de ganarse la vida. Por su parte, el médico explica que la desnutrición jugó un papel importante en el escaso desarrollo de su cerebro durante los primeros años de vida lo que explicaría en parte un bajo CI que refuerza la idea de su escaso nivel de aprendizaje; a su vez, un psicólogo desprende de esto que, ambas condiciones, a través de los años, acentuaron niveles de inseguridad y sentimientos de inferioridad que le impidieron buscar una honesta manera de vida debido al miedo a ser rechazado.

De esta forma, se va desprendiendo la criminogénesis del delincuente, cuestión que a su vez nos permite estimar más fiablemente su nivel de peligrosidad.

Valoración y cuantificación de la peligrosidad criminal

La valoración de la peligrosidad tiene carácter cualitativo y cuantitativo. El primero se aprecia en el estudio minucioso y objetivo de los factores criminógenos del sujeto antisocial, tanto endógenos (por ejemplo su caracterología y biotipo, disposición orgánica, psicopatologías etcétera) o exógenos (entorno social, condiciones ambientales, cultura, nivel educativo, otros).

En este sentido, también es de suma importancia establecer si la peligrosidad del sujeto en cuestión es absoluta, es decir si sus conductas antisociales se desarrollan bajo la influencia de estímulos criminógenos cualesquiera, o bien si se habla de una peligrosidad relativa en la cual el individuo solo pasa al acto tras la influencia de factores específicos y en muy particulares circunstancias.

Por otra parte, la valoración cuantitativa hace referencia al valor, a la cantidad y el tamaño de factores que permiten pronosticar, entre otras cosas, la probabilidad de reincidencia y la efectividad de un tratamiento penitenciario. Usualmente se clasifica en mínima, media y máxima, pero diferentes autores manejan múltiples escalas en base a ítems preestablecidos correlacionados a la peligrosidad cualitativa, tratando de puntualizar el mayor número de factores criminógenos posibles presentes en el sujeto. De tales estudios citaremos ejemplos más adelante.

El umbral criminógeno

Esto plantea de varios problemas en lo relativo a algo que diversos estudiosos de la conducta humana denominan umbral criminógeno, también conocido como umbral delincuencial, que se define como la capacidad del sujeto para reaccionar a una determinada cantidad de estímulo criminógeno.

Esta una característica individual**. Así, cuanto menor sea el umbral criminógeno del sujeto, menor estímulo criminal necesitará para dar el paso al acto** (tal como las personas con bajo umbral para el dolor necesitan un pequeño estímulo para producirlo). Al cotejo de los estudios de la personalidad deberán sumarse los antecedentes por delitos previos del individuo, así como observar las diferencias en la acción entre un acto y otro, puesto que la peligrosidad tiende a incrementarse en medida a la complejidad del delito.

Escalas para valorar la peligrosidad

Para Schied (autor alemán), la peligrosidad puede cuantificarse en una escala que consta de 15 factores y donde cada uno de ellos suma un punto negativo y que a su vez se relacionan con la probabilidad de reincidencia. Entre dichos factores que engloba este autor, se destacan principalmente psicopatías, enfermedades hereditarias, regularidad laboral, antecedentes judiciales, etcétera.

Otras herramientas de apoyo que se incluyen para valorar la peligrosidad incluyen el HCR-20 (protocolo para valorar el riesgo de cualquier tipo de violencia), LSI-R (que calcula las probabilidades de reincidencia), SVR-20 (diseñado especialmente para calcular las probabilidades de reincidencia de los agresores sexuales), etcétera.

¿Para qué sirve conocer la peligrosidad de un criminal?

Desde un punto de vista clínico, establecer el nivel de peligrosidad de un criminal tiene varios objetivos entre los cuales destacamos los siguientes:

1. Establecer cuál será la actuación criminológica. Si será profiláctica o únicamente un tratamiento específico, si necesita de una labor reintegrativa total o si simplemente se deben atender los factores criminógenos específicos que desembocan en la conducta criminal, es decir, permite hacer más individualizado el tratamiento penitenciario.

2. Ayudar a determinar al juez cuál es la reacción penal. si es meritorio de una pena privativa de libertad o de una medida de seguridad. Si necesita de un tratamiento carcelario de cinco años o de veinte.

3. Indicar cuál es su probabilidad de reincidencia ayudando establecer un correcto diagnóstico y un pronóstico y por ende su probabilidad de reintegrarse a la sociedad.

4. Justificar qué institución penitenciaria le es más conveniente para el tratamiento y si amerita estar en un centro penitenciario o en una prisión de baja, media o de alta peligrosidad.

5. Brindar una idea del daño que puede infringir en contra de los demás.

Reflexiones respecto a la validez del concepto de peligrosidad

Debido a la enorme complejidad de la personalidad humana, a pesar de los diversos ítems y métodos propuestos para intentar cuantificar la peligrosidad, no existen parámetros 100% objetivos que permitan un diagnóstico fiable en este aspecto.

Además, entre las críticas más pronunciadas contra el término se encuentra la idea de que éste es estigmatizante y prejuicioso. Algunos juristas y psicólogos critican el concepto de peligrosidad ya que limita el estudio de los criminales.

Si reflexionamos con detenimiento, la cárcel es prácticamente inútil: es costosa, mantiene ociosos a los criminales, multiplica sus vicios, es solo una pena más, el aislamiento provoca anormalidades que van desde neurosis hasta psicosis y promueve la promiscuidad.

Lamentablemente, en la actualidad la gran mayoría de los gobiernos aún optan por castigar la intención de delinquir y el razonamiento aplicado para cometer actos criminales, pero no se examina en profundidad la proporcionalidad del delito y la peligrosidad que supone llevarlo a cabo. Sin embargo, los países que adoptan el modelo de reintegración individualizada basados en las necesidades criminógenas del sujeto, que toman en cuenta el nivel de peligrosidad del sujeto y que aplican castigos cualitativos y no cuantitativos, obtienen mejores resultados y sus cifras de reincidencia son menores.