El cerebro, el laboratorio de la fertilidad
Las estadísticas más recientes afirman que, en nuestra sociedad, una de cada seis parejas que deciden tener un hijo, no puede concebirlo. Son cifras muy altas que se pueden relacionar directamente con nuestra manera de vivir.
Es decir, que si bien existen causas “físicas” (como puede ser la obstrucción de las Trompas de Falopio, alteraciones hormonales o un número bajo de espermatozoides), también hay causas que podríamos considerar “sociales”: la edad en la que empezamos a buscar el embarazo (hay que considerar que a partir de los 35 años, los óvulos empiezan a ser de baja calidad), la alimentación inadecuada (hay estudios que indican que una mala nutrición genera una reserva ovárica menor en la descendencia femenina… y llevamos años empeorando nuestra dieta) y, sobretodo, el estrés.
El estrés afecta directamente a la fertilidad de la mujer, afectando a su ciclo menstrual y provocando la inhibición de la ovulación, y afecta también directamente a la fertilidad del hombre, disminuyendo significativamente la producción de espermatozoides.
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El estrés, causa y consecuencia de la infertilidad
A nivel fisiológico, nuestro cuerpo entiende el estrés como una situación de peligro y, de manera natural, tiende a protegerse.
Segrega hormonas como la adrenalina, para aumentar la frecuencia cardíaca y la presión sanguínea y poder aportar energía suficiente a todas las partes del cuerpo, y segrega también cortisol, unas hormonas que se encargan de suprimir todas aquellas funciones que no estén directamente relacionadas con huir del peligro detectado. Y la función de concebir es una de estas funciones “no necesarias” en momentos de estrés.
El cortisol incrementará el nivel de glucosa en el torrente sanguíneo y el uso de la glucosa por parte del cerebro suspenderá básicamente las funciones de la digestión y reproducción.
Lo sabemos: el estrés es el causante de muchas enfermedades en nuestra sociedad y puede provocar problemas físicos, emocionales y psicológicos. Y el estrés sostenido en el tiempo, es decir, el estrés crónico, es realmente peligroso en muchos aspectos.
Si analizamos la relación entre estrés y fertilidad vamos a entrar en un círculo cerrado y difícil de romper. Es un pez que se muerde la cola: el estrés crónico puede causar infertilidad y la infertilidad puede causar estrés y desajustes emocionales graves.
Varios estudios alertan de la situación y demuestran que una alta proporción de mujeres con problemas de fertilidad presentan ansiedad, depresión o ambos trastornos. Las estadísticas van desde el 40% hasta el 80%, dependiendo del país, pero en cualquier caso son cifras muy altas. Muchas mujeres que deciden someterse a un tratamiento de reproducción asistida ya llegan a esta decisión en un estado de depresión y ansiedad; además, su situación psicológica suele empeorar durante el tratamiento y esto, a su vez, hace disminuir la probabilidad de éxito del mismo.
Las causas de estos cuadros ansiosos las encontramos en la presión social por tener hijos, los sentimientos de frustración al no conseguirlo cuando se quiere, las sensaciones de miedo y pérdida de control de la situación.
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Mindfulness para regular emociones y vivir la fertilidad desde otro lugar
El Mindfulness (o podemos hablar también de meditación de la atención plena) es una práctica que se basa en prestar atención de manera consciente a la experiencia del momento presente con interés y aceptación.
Puede no resultar fácil, requiere de práctica y constancia, y no es de un día para el otro… pero cuando se consigue el poder de elegir un estado mental, cuando con la atención consciente se consigue sentir el “ahora” evitando pensamientos negativos, uno se convierte en un poderoso agente de cambio. Y entonces, el embarazo es simplemente un agradable efecto secundario de este compromiso con la curación.
Las técnicas basadas en Mindfulness ya se están utilizando para ayudar a parejas con problemas de fertilidad. Y los resultados son muy buenos: se consigue una reducción del estrés y esto hace disminuir el número de ciclos de tratamiento necesarios para llegar al embarazo.
El Mindfulness ayuda a sentirnos más conectadas con nosotras mismas y más fértiles en todos los sentidos; ayuda a sobrellevar un proceso de reproducción asistida, los diferentes ciclos, las pérdidas, la llamada “betaespera”, que es el tiempo en el que se esperan los resultados, la toma de decisiones o las pruebas médicas.
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La maternidad empieza cuando decides ser madre
Esta idea es clave: la maternidad empieza en el momento en el que decidimos ser madres, no cuando se produce el embarazo. Y es vital conectar con esta idea, tanto individualmente como, si es el caso, en pareja.
Un buen acompañamiento de un proceso de búsqueda de un hijo basado en técnicas de mindfulness propondrá los aprendizajes siguientes.
1. Aprender a detectar estresores y posibles bloqueos inconscientes
Reconocer el problema es el primer paso para solucionarlo. Eso es así siempre. Por eso resulta importantísimo saber detectar aquellos hechos del pasado que generaron un impacto en tu vida porque no fueron elaborados y sanados.
Una posible técnica para conseguir detectar esos elementos estresores es hacer una línea de vida. Es decir, dedicar un tiempo a ordenar tu experiencias vitales para, así, ser capaces de detectar posibles cargas emocionales que puedan estar produciendo bloqueos físicos que nos estén afectando a nuestra capacidad de concepción.
Dicho así, parece una tarea sencilla. ¡Pero cuántas personas no se han parado jamás a pensar en su vida y se han limitado a vivirla… y a sufrirla!
2. Aprender a regular las emociones
Regular las emociones no es otra cosa que aprender a gestionarlas sin dejarte arrastrar por ellas. Otra vez algo fácil de decir pero difícil de hacer.
Nuestra mente equivale a pensamientos: para conocer nuestra mente, tenemos que ser muy conscientes de todo lo que pensamos en cada momento. Pero muchas veces esto va a ser imposible porque la cantidad de pensamientos que circulan por nuestra cabeza a cada instante es demasiado abrumadora. La solución, entonces, será analizar los resultados que generan nuestros pensamientos. Viendo estos resultados será más fácil liberarnos de pensamientos que no nos crean armonía.
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3. Aprender a ser una pareja fértil en todos los sentidos
Nuestro cuerpo es sabio y de manera natural nos incita a tener relaciones sexuales justo en el momento que está más fértil. Por eso debemos aprender a escucharlo y buscar el bebé deseado desde la conexión. Desde el dedicarse tiempo, desde el priorizarse, mimarse, divertirse.
Cuando una pareja conecta, se libera oxitocina. Y la oxitocina estimula el útero, produciendo en él una contracción que, a su vez, producirá más oxitocina. Y está científicamente demostrado que una práctica que puede facilitar la concepción es el orgasmo de cérvix. Durante este orgasmo es posible sentir que el cuello uterino se abre y se cierra o succiona mientras se contrae en la liberación orgásmica.
Conseguir esta conexión es como poner a hervir agua: necesita su tiempo de ebullición. Es decir: la pareja debe partir de la relajación y provocar la estimulación adecuada.
4. Aprender a sanar la relación con la familia de origen
Nuestro sistema familiar tiene, inevitablemente, una gran influencia sobre nosotros. Todos repetimos inconscientemente patrones familiares que, en caso de querer tener hijos, pueden estar dificultando el proceso sin que nos demos cuenta.
Cualquier dolor no expresado, cualquier duelo no elaborados, todo aquello que no puedas expresar con palabras se somatiza o repite patrón. Con técnicas de meditación de la atención plena podremos distinguir las emociones que sintieron nuestros antepasados ante determinadas situaciones y nos permitirá comprender la manera de reaccionar que tenemos frente a situaciones que vivimos.
5. Aprender a autogestionar la propia fertilidad
La etapa de preconcepción es tanto o más importante que la del propio embarazo. La preparación para la maternidad requiere de tiempo, autocuidado, introspección, y priorización de una misma.
La mujer deberá conocer al detalle su propio cuerpo y detectar sus momentos fértiles, conocer profundamente su ciclo menstrual. Deberá recuperar el poder sobre tu cuerpo, observar qué le afecta y por qué, convencerse de que ella es la única responsable de su cuerpo y de su salud.
6. Priorizarse y autocuidarse
Tu eres la persona más importante de tu vida, priorízate y di no a todo aquello que realmente no te suma en tu vida.
Una alimentación sana favorece la salud hormonal y reproductiva. Por esto es clave consumir alimentos frescos, naturales e integrales; verdura y fruta de temporada ecológica, evitar procesados, etc. Y esto tanto las mujeres como los hombres.
Y no sólo eso. La fertilidad es un estado de la persona y por ello será necesario unir cuerpo y mente. Lo conseguiremos practicando “yoga para la fertilidad”; es decir, un tipo de yoga que se focaliza en el sistema endocrino y aparato reproductor con el fin de mejorar la fertilidad, a la vez que refuerza las zonas musculares relacionadas con la concepción y prepara a la mujer para el embarazo, lo encontrarás en el Programa de Mindful Fertility de Mindfulwomen.
En "Mindful Fertility: Programa Psico emocional para la Fertilidad" encontrarás un conjunto de de prácticas basadas en la conciencia, la psicología somática y las neurociencias, un método para promover la fertilidad consciente.