Efecto del falso consenso: ¿qué es y qué revela sobre nosotros?
En este mundo somos muchas personas y cada uno de nosotros piensa de forma diferente. De la misma manera que no hay dos personas iguales tampoco hay dos mentes iguales, pero sí relativamente parecidas en cuanto a creencias, predilecciones y demás.
Sin embargo, a veces, pensamos que son más las personas quienes piensan igual que nosotros que las que realmente son. Esto es, básicamente, lo que se ha llamado efecto de falso consenso, que vamos a abordar más a fondo a continuación.
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¿Qué es el efecto del falso consenso?
El efecto de falso consenso es un sesgo cognitivo, el cual consiste en una tendencia a pensar que son muchas personas quienes opinan o piensan de una manera parecida a uno mismo. Es decir, consiste en sobreestimar el grado de acuerdo que los demás tienen para con las mismas ideas, actitudes o comportamientos.
Las personas queremos sentirnos apoyadas, por este motivo es común presuponer que las creencias, predilecciones y hábitos propios también los comparten o realizan otras personas. De esta forma, al pensar que no se es el único que piensa o actúa de una determinada forma, se maximiza la confianza en uno mismo.
Este fenómeno no es patológico ni tampoco supone un problema real por sí mismo. Todo el mundo quiere pensar que su forma de ser no es ‘rara’ ni ‘está mal’. Lo que sí se podría considerar como algo problemático del efecto es el de pensar que son muchas más las personas quienes piensan de una determinada forma, pensando que se dispone de un más que extenso consenso.
Historia del fenómeno e investigación
Aunque no fue Sigmund Freud quien le dio el nombre de ‘efecto del falso consenso’ ni tampoco le dio una definición concreta, sí que el psicoanalista austríaco planteó, a principios del siglo pasado, algunas hipótesis que pudieran explicar el por qué de que las personas ‘encuentren’ un apoyo, mayor del que realmente es, de sus opiniones y forma de ser. De acuerdo con él, este fenómeno era un mecanismo de defensa conocido como proyección, es decir, atribuir a los demás, para bien o para mal, ideas y sentimientos propios.
Sin embargo, fue en la década de los 70’ cuando se llevó a cabo la delimitación de este concepto, además de ser abordado en investigación. Los investigadores Lee Ross, David Greene y Pamela House llevaron a cabo, en 1977, un estudio en el que pidieron a estudiantes universitarios que contestaran a dos preguntas:
Primero, se pidió a los estudiantes si aceptarían llevar un cartel colgado, en el que ponía ‘arrepentíos’, y caminar por el campus con él. Algunos de estos estudiantes aceptaron llevarlo puesto, otros prefirieron no llevarlo. Tras esto, se les pidió que estimaran cuántas personas creían que habían contestado lo mismo que ellos, es decir, que habían dicho que llevarían o no, según el caso, el mencionado cartel.
Tanto los estudiantes que habían dicho que no lo iban a llevar como aquellos que estaban dispuestos a hacerlo tendieron a sobreestimar la cantidad de gente que harían lo mismo que ellos habían dicho. En el caso de los estudiantes que habían aceptado llevar el cartel, de media calcularon que sería el 60% de estudiantes quienes también aceptarían hacerlo. En el grupo de estudiantes que habían rechazado llevarlo, éstos dijeron que tan solo un 27% de los estudiantes se atrevería a ponerse ese cartel.
¿Por qué ocurre este sesgo cognitivo?
Son varias las hipótesis que han tratado de explicar el por qué las personas sobreestiman el apoyo que tienen en el conjunto de la sociedad sus opiniones y demás aspectos de su mente y comportamiento.
En primer lugar, se ha planteado que el hecho de pasarse tiempo con personas quienes efectivamente piensan de forma similar o comparten muchos puntos en común con uno mismo puede reforzar la idea equivocada de que son muchas las personas quienes también piensan igual. También cabe decir que pensar que no somos los únicos quienes piensan de esta forma es un factor clave en la construcción y mantenimiento de la autoestima.
Otro planteamiento, relacionado con lo que se ha comentado anteriormente sobre la proyección freudiana, es que el efecto de falso consenso surja como un mecanismo de defensa. Se trata de un comportamiento espontáneo y automatizado que busca proteger la confianza en uno mismo. Nadie quiere ser quien se equivoca, y una de las mejores maneras para ‘confirmar’ que se tiene la razón es encontrar apoyos, aunque sobreestimados, en los demás individuos que conforman la compleja sociedad que nos ha tocado vivir.
Buscar un círculo social en el que se opine lo mismo o se compartan las mismas visiones sobre la realidad es una forma de proteger el delicado equilibrio emocional, además de reforzar las relaciones sociales con el grupo de iguales.
Cabe decir que otro de los aspectos que resulta de vital importancia en la aparición de este fenómeno es el de que haya una falta de información, no necesariamente mala, en cuanto al apoyo real que tienen las opiniones propias. Lo normal es que al tener ciertas creencias el individuo busque opiniones que sigan por la misma línea, ignorando aquellas que puedan refutar o demostrar cuántos apoyos se tienen realmente (razonamiento motivado).
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¿Todo el mundo lo manifiesta?
Si bien, como ya íbamos comentando anteriormente, el efecto del falso consenso no es algo del otro mundo, dado que todo el mundo quiere encontrar grandes apoyos, aunque realmente no los tenga, cabe decir que, a veces, no todas las personas lo manifiestan. Es aquí donde se puede relacionar la ausencia de este efecto con la presencia de psicopatología, o un patrón de pensamiento que pudiera acabar siendo patológico.
El grupo de Tabachnik descubrió, en 1983, que ciertas personas no tenían esta tendencia a exagerar los apoyos en los demás. De hecho, pareciera que creían que nadie les apoyaba, o que sus ideas eran alejadas por completo de la línea de pensamiento de la mayoría de las personas.
Tabachnik realizó un estudio cuya muestra estaba conformada por personas quienes habían sido diagnosticadas con depresión y otras que no presentaban el trastorno. Se pidió a estas personas que juzgaran una serie de atributos sobre sí mismas y también cómo percibían esos mismos atributos los demás.
Los resultados mostraron que los sujetos con depresión juzgaban diferente sus atributos en comparación con quienes no presentaban el diagnóstico. Esto se puede relacionar con la presencia de sesgos presentes en los trastornos del estado del ánimo que van en la línea contraria al efecto del falso consenso aquí descrito.
Ejemplos en la vida real del efecto del falso consenso
Uno de los ejemplos más claros en los que se puede encontrar este fenómeno es en el ámbito deportivo. Muchas personas tienen un equipo de fútbol favorito y es muy habitual que todas ellas crean que su equipo es el más popular en el barrio, ciudad o región en la que viven, independientemente de las estadísticas o de cuán llenos están los estadios cuando toca partido.
También es posible verlo en política. Es frecuente que se piense que la ideología propia o, al menos, algunos puntos que la conforman, son ampliamente apoyados por el resto del conjunto de la ciudadanía. Esto es especialmente visible cuando una persona muy politizada tiene un perfil en una red social y ve que la mayoría de sus seguidores piensan igual que ella.
Para finalizar el artículo, vamos a mencionar un caso de este efecto real que se ha relacionado con la crisis económica surgida en el año 2008. Se piensa que uno de los factores determinantes en la desestabilización económica en los mercados fue que ese año muchos inversores realizaron predicciones inexactas de cómo evolucionarían los mercados en los años venideros.
Esto lo dijeron pensando que los demás inversores tomarían las mismas acciones en los mercados, es decir, creían en un falso consenso. Debido a esta situación, los mercados evolucionaron de forma no esperada, acabando en el desastre económico que todos conocemos.
Referencias bibliográficas:
- Polaino-Lorente, A., & Villamisar, D. A. G. (1984). Análisis experimental de los déficits motivacionales y cognitivos del ((Learned Helplessness)) en una muestra de adolescentes no depresivos. Cuadernos de Psicología, 11, 7-34.
- Ross L., Greene D. & House, P. (1977). The false consensus effect: an egocentric bias in social perception and attribution processes. Journal of Experimental Social Psychology 13, 279-301.
- Tabachnik, N., Crocker, J., & Alloy, L. B. (1983). Depression, social comparison, and the false-consensus effect. Journal of Personality and Social Psychology, 45(3), 688–699. https://doi.org/10.1037/0022-3514.45.3.688