Las 5 claves prácticas para dominar el lenguaje no verbal
Existen muchos mitos y desconocimiento sobre el lenguaje no verbal.
La comunicación gestual y todo lo que transmitimos con nuestra expresión física tiene una importancia cardinal a la hora de comunicarnos con otros seres humanos. De hecho, los expertos afirman que hasta un 80% de lo que transmitimos lo hacemos por la vía no verbal, y solo un 20% tiene que ver con nuestras palabras. ¿Sorprendente, no?
A pesar de ello su importancia es incuestionable, ya que durante muchos años gran parte de la comunicación de la especie humana se basó exclusivamente en gestos, expresiones y gruñidos.
Lenguaje no verbal: ¿se puede mejorar?
A través de esta limitada forma de intercambio de información el ser humano debía ser capaz de comprender si alguien albergaba intenciones amistosas o no, si había algo de lo que preocuparse de inmediato, o sí tenía alguna posibilidad de apareamiento con otros integrantes de la tribu.
La creciente proliferación de estudios científicos ha permitido comprender la función del lenguaje no verbal en mayor detalle, pero en algunos casos también ha contribuido a crear una visión demasiado extremista sobre su importancia.
La realidad es que en la mayoría de situaciones no se pueden sacar conclusiones de un solo gesto por separado. Deben integrarse dentro de un contexto y un conjunto de señales para poder dotar de significado real a esa expresión.
La ciencia del lenguaje corporal todavía tiene muchos enigmas por desvelar, pero puedes empezar por estos cinco conceptos que te permitirán mejorar tus habilidades sociales y dominio de la comunicación no verbal.
1. Expresas lo que sientes y sientes lo que expresas
Existe un mecanismo fisiológico, llamado propiocepción, que establece una vía de doble sentido entre tus emociones y tu lenguaje corporal. Y eso tiene enormes ventajas para aquellos que saben usarlo a su favor.
Cuando sientes una emoción o te invade un sentimiento, tus neuronas mandan una orden a los músculos para que adopten una determinada postura. Si te sientes inseguro, por ejemplo, la consecuencia es que terminarás cruzándote de brazos para establecer una barrera.
Sin embargo algunos estudios han demostrado que también existe la vía contraria. Si conscientemente adoptas una postura de inseguridad, tu mente empezará a experimentar la emoción correspondiente. Tu cerebro entiende que si está mostrando ese gesto es porque debería sentirse de esa determinada manera.
La buena noticia es que es posible usar esta doble vía para crear estados positivos. Si adoptas una postura de confianza, como la cabeza alta y los hombros erguidos, empezarás a sentirte más seguro y relajado.
2. Cuanto más lejos del cerebro, menos control
Varias investigaciones han concluido que los brazos, manos y torso son las partes del cuerpo más fácilmente controlables de forma consciente. Es por eso que mucha gente es capaz de fingir mediante su lenguaje no verbal que siente unas emociones, cuando en realidad están experimentando otras.
Pero también parece ser que cuánto más lejos del sistema nervioso central se encuentra una parte del cuerpo, menos control consciente podemos ejercer sobre ella. Es probable que se trate de una cuestión de falta de atención más que de distancia física, pero en cualquier caso solemos tener menos presente la posición de las piernas que la de los brazos.
Es buena idea que además de fijarte en el lenguaje corporal de la parte superior del torso prestes atención a los pies de tu interlocutor porque te proporcionarán información muy valiosa. Nuestros pies suelen apuntar hacia aquello que nos interesa, ya sea una persona o una vía de escape, y a menudo pasan totalmente desapercibidos.
3. La cara es el espejo del alma
Las expresiones de la cara también suelen ser bastante representativas del estado anímico de alguien. De hecho hasta existen teorías que vinculan los rasgos faciales con la personalidad, como la Morfopsicología.
Durante muchos años de evolución hemos tenido que ser capaces de comunicar emociones de forma precisa para sobrevivir como especie. En ese contexto y debido a la gran cantidad de músculos faciales existentes, la cara se ha convertido en el espejo más fidedigno del alma.
Aunque hay muchos matices, existen de 4 a 6 emociones básicas que nuestras microexpresiones faciales son capaces de comunicar: alegría, miedo, ira, tristeza, asco y sorpresa. Cada una implica unos determinados músculos faciales y hay que integrarlas dentro de un contexto global que incluya el resto del lenguaje del cuerpo y la comunicación oral.
Es posible falsear en cierta medida las microexpresiones faciales para camuflar sentimientos, pero es prácticamente imposible controlar todos los músculos implicados de forma consciente. Por eso siempre quedan pistas como por ejemplo la falta de elevación de las mejillas y ojos en la falsa expresión de alegría:
4. Imitar la postura genera confianza
Hay evidencia científica que apoya el hecho de que cuando dos personas se caen bien o pasan mucho tiempo juntas, tienden a adoptar de forma inconsciente el mismo lenguaje corporal. Gran parte de responsabilidad la tiene el contagio emocional a través de las neuronas espejo.
Imitar el lenguaje corporal de otra persona es una forma sencilla y fácil de empezar a establecer un vínculo de confianza, aunque conviene hacerlo de forma cuidadosa para que no resulte evidente.
Para conseguirlo debes ser selectivo en lo que imitas: no copies gestos que no te resultarían naturales, no los imites inmediatamente después de que tu interlocutor los realice, y varía su amplitud e intensidad. También es buena idea evitar reproducir las expresiones negativas para no incrementar su contagio, aunque dependerá de cada situación en concreto.
Aunque pueda parecer manipulativo, no lo es cuando el objetivo es honesto. Mucha gente con grandes habilidades sociales lo ha incorporado de forma inconsciente para conseguir que su interlocutor se relaje y se abra a conversaciones más profundas.
5. El contacto con uno mismo revela mucha información
Otra forma de sacar mucha información del lenguaje no verbal es mediante el tipo de contacto con uno mismo.
De forma instintiva los niños pequeños se tapan los ojos cuando no quieren ver algo o cubren sus orejas cuando no les gusta lo que oyen. También se tapan la boca con un dedo cuando quieren hacer callar a su interlocutor. Aunque con menor intensidad, estos gestos suelen perdurar en la época adulta.
Cuando alguien se toca los ojos, orejas o boca puede tratarse de un intento inconsciente de bloquear algo que no le está gustando. Para evitar malas interpretaciones (como que realmente le pique un ojo) debes tener en cuenta también otras señales que confirmen esa conclusión.
Por otro lado, tocarse a uno mismo uniendo las manos o frotándose los brazos puede indicar una necesidad de apoyo, quizás como herencia del consuelo en forma de contacto físico que nuestros padres nos ofrecían en la infancia. Esta señal puede ayudarte a intuir que alguien se está sintiendo incómodo y necesita sentirse respaldado.