Discusiones de pareja: cómo gestionarlas desde tu aprendizaje personal
Las discusiones de pareja son una de las experiencias más agotadoras de nuestra vida. En cualquier tipo de relación, las discusiones surgen desde la ira, la decepción o la inseguridad, te agotan y te llevan hacia el desánimo. En las relaciones de pareja o familiares nos hacen sentir especialmente vulnerables, ya que son vínculos muy estrechos y donde compartimos no solo bienestar, sino identidad personal. ¿Qué lleva a las personas a discutir tanto? ¿Se pueden gestionar las discusiones? ¿Cómo pararlas?
Uno de los mayores errores que cometemos con las discusiones es creer que son inevitables. Pensamos que las discusiones llegan porque el otro es injusto (un juicio de valor hacia el otro), porque perdemos el control, por incompatibilidades o por sentir decepción o que te atacan. Pero esto en realidad son interpretaciones que nos impiden profundizar en el problema.
Las discusiones son realmente evitables, pero, para ello, deberás primero profundizar en por qué ocurren y qué debe cambiar en ti (no podemos controlar a la otra persona) para que dejen de ocurrir.
De eso se trata todo cambio personal: aprender sobre ti, conocerte, y aplicar los cambios necesarios para que esa situación tan desagradable termine para siempre. Eso es lo que vamos a ver en este artículo: por qué ocurren las discusiones, cuál es el problema psicológico de fondo, y cómo podemos gestionar esa raíz y prevenirlas.
Este problema es muy frecuente no solo en nuestra vida diaria sino también en consulta psicológica. En los casos donde atiendo a personas en sus procesos de cambio como psicólogo y coach donde tienen este problema, descubrimos que la dificultad en realidad no está en las discusiones, sino en lo que las motiva. Vamos a intentar hoy que el primer paso de ese proceso de cambio para ti sea la lectura de este artículo. ¡Vamos a por ello!
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El origen de las discusiones
Toda discusión aparece por un episodio de ira. La ira es una emoción desagradable y sobre todo activa, ya que implica una gran energía por tu parte y te moviliza a actuar. La ira nos lleva a alzar las manos, movernos rápido, aumentar el volumen de la voz y estar en una posición defensiva o incluso pasar al ataque (con ironías, acusaciones, reprimendas, etc.).
El mero hecho de dejarnos llevar por la ira nos hace sentir que tenemos razón, que lo que pensamos es justo lo que ocurre... pero nuestra emoción es el resultado de lo que interpretas que ocurre, no la realidad.
La ira siempre surge por una razón sencilla: algo que ha ocurrido no te gusta y quieres cambiarlo. A su vez, el hecho de querer cambiar lo que ocurre (o de tomar acciones contra la otra persona, motivo por el cual discutimos) implica que quieres tener el control. Y querer tener el control, de forma más profunda, está relacionado con el miedo a perder el control.
Sentimos ira porque tenemos miedo a sentirnos vulnerables. La ira es una forma de miedo activo. Cuando las situaciones se escapan de tu control porque la otra persona actúa de una manera que te hace sentir inseguridad o vulnerabilidad, la ira aparece como un sistema de control. Pero rara vez funciona. La ira solo ocasiona discusiones, cada vez más discusiones, y termina por ser una conducta y modo de relación frecuente que vicia esas relaciones, las desgastan y en muchas ocasiones las hacen terminar.
En la pareja es donde ocurren con más frecuencia. ¿Por qué?
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La ira y las discusiones en el contexto de la pareja
En una relación de pareja experimentamos bienestar, un vínculo íntimo, nos disolvemos en el otro, y a través de esa unión compartimos un bienestar que no depende nunca al 100% de ti, ya que hay dos personas involucradas. Por este motivo, y a medida que la relación avanza, surgen miedos, inseguridades, mecanismos para tratar de validar lo que creemos que puede ocurrir, expectativas y exigencias. Fruto de la necesidad de tener el control de nuestras relaciones (de pareja o no) surgen las discusiones.
Las discusiones nunca son útiles. Lo útil es aprender a establecer un límite claro cuando no quieres recibir un determinado tipo de conducta (que también puede ser verbal). Los límites te ayudan a comunicar qué quieres, qué no, qué puedes, qué no puedes, etc. Los límites son necesarios, pero las discusiones suelen ser una consecuencia de precisamente no saber establecer límites a tiempo (además de no saber entender y gestionar nuestros miedos e inseguridades).
Todo tipo de conflicto o discusión surge entonces por un motivo básico: una dificultad para entender y gestionar lo que sientes, que a su vez condiciona lo que interpretas y finalmente tu comportamiento. Este tipo de emociones (miedo, inseguridad, ira, frustración, también la culpa) pueden ser muy pegajosas y condicionan nuestras relaciones, perjudicándolas. ¿Cómo salir del círculo vicioso?
Voy a darte 5 claves que suponen un proceso de cambio personal para ti. Es imprescindible trabajar con cada uno de estos pasos para que el problema quede atrás, y no solo dejes de discutir, sino que la ira se reduzca en intensidad, frecuencia y duración, con lo cual ganarás calidad de vida, calma, aceptación y seguridad.
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El cambio necesario (para dejar de discutir)
No podemos controlar las relaciones, ni al otro. Pero sí puedes aprender a entender y a gestionar lo que sientes, cómo lo valoras, cómo enfocas tus relaciones, qué te lleva a discutir, de tal forma que el cambio se dé en ti y vivas con más paz y aceptación, para así poder vivir tus relaciones desde la calma y con un mayor grado de consciencia (desde ahí, podrás tomar las decisiones adecuadas). Son cinco pasos fundamentales.
Antes de verlos, recuerda que en Empoderamiento Humano tienes la posibilidad de agendar una primera sesión exploratoria conmigo (también puedes acceder desde mi perfil de autor en psicología y mente). En esta sesión, que podemos tener a través de Whatsapp, podremos conocernos, profundizar en tu problema, encontrar una solución y ver cómo puedo acompañarte en tu proceso y que consigas el cambio que necesitas al 100%. Importante: es una consulta psicológica real, así que es importante que realmente quieras solucionar lo que te ocurre.
Primero: entiende lo que sientes
Los seres humanos solemos reaccionar de forma automática en relación a lo que sentimos. Sin embargo, nuestras emociones son un resultado de lo que has interpretado, de cómo entendemos las situaciones, y sobre todo, de cómo las vamos gestionando (siempre desde nuestro comportamiento). Cuando comenzamos a entender mejor lo que quieren decirte tus emociones puedes ver las situaciones con una mayor apertura, lo cual suaviza la ira y la discusión no llega.
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Segundo: aprende a gestionarlo
Aprender a entender y a gestionar tus emociones es un cambio que te servirá para toda tu vida, no solo para ahora o para tus relaciones. Sin embargo, la forma de gestionar tus emociones no es mediante un proceso reflexivo o un curso, sino mediante tus propias acciones. Nuestros comportamientos son los que gestionan las emociones para que sean más intensas, frecuentes o duraderas. Aprender a gestionar tus emociones te ayudará a generar más aceptación, seguridad, calma y confianza. Esto es lo que aprendemos en un proceso de cambio personal, ya que todo cambio siempre se produce desde la emoción (somos seres emocionales y nos condicionan en todo lo que hacemos y pensamos).
Tercero: trabaja con tu comunicación
Nuestra forma de comunicarnos (si es más imperativa, opaca, inclusiva, etc.) genera dificultades a la hora de conectar con el otro, y de ahí que surjan más discusiones. A su vez, tu comunicación es una forma de acción verbal, que incide en ciertas emociones y las revaloriza. Un cambio en esta parte generará una sensación diferente que, de forma paulatina, te ayudará a gestionar lo que sientes.
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Cuarto: revaloriza tu concepto de pareja
Las relaciones de pareja son muy subjetivas, a la vez que vivimos en un mundo globalizado, donde se nos vende una relación romántica ideal que no es realista. Cuando profundizas en qué significa para ti una pareja puedes descubrir mucho y conocerte mejor. ¿Desde dónde construyes tus relaciones? ¿Desde la confianza o desde la necesidad de seguridad?
Quinto: Establece límites (tanto personales como al otro)
Establecer límites claros nos ayuda a prevenir discusiones. Pero estos límites no deben ser solo al otro, sino también a ti (en relación a lo que puedes abordar o no, solucionar, etc.). Cuando no ponemos límites sentimos mucho más agotamiento y las discusiones tienen un efecto más desagradable.
El proceso va más allá
Estos cinco pasos forman parte de un proceso de cambio mucho más profundo, y a su vez práctico, con el cual puedes dejar de discutir para siempre (no de enfadarte, ya que esto es natural, pero que sea un enfado que no te influya tanto). Te envío muchos ánimos, ilusión y compromiso con ese cambio. Recuerda que en Empoderamiento Humano tienes la opción de dar el primer paso.
Gracias por pensar en ti, Rubén Camacho.