El dolor de ya no ser
El dolor de ya no ser.
La evasión no es la respuesta.
La frase es de un tango que cantaba Carlos Gardel, un personaje emblemático de mi país. En él relata cuáles son sus sentimientos después de haber sufrido una decepción amorosa. El tango se llama Cuesta abajo.
Da gusto escucharlo, pero más allá de eso, y haciendo una extensión un tanto ilícita, lo que Gardel relata maravillosamente es algo de lo que nos viene pasando en relación a los acontecimientos que venimos sufriendo a partir del 2020. Quizás se habló mucho ya de este tema, pero sus efectos y coletazos no dejan de aparecer, ni disminuyen sus consecuencias.
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Adaptándonos a la post-pandemia
Ya llevamos más de dos años tratando de intentar y simular que podemos volver a donde estábamos, y por más que lo intentemos no lo estamos logrando.
Forzamos una nueva normalidad con las raíces en los años anteriores y no parece que el camino fuera por allí.
Intentamos no pensar en eso, y volvemos a viajar a movernos como antes, a descuidar medidas de higiene que ya deberían haberse incorporado a la vida diaria, y no me refiero solamente a higienizarnos con agua, sino a todo tipo de higiene que incluye la salud, tanto mental como física; de manera tal que la mayoría de nuestras conductas parecen más un desafío al destino que un aprendizaje.
Seguimos permaneciendo desde la platea, observando una obra que no nos muestra el final, pero hace que sospechemos un giro inesperado. Creemos que ya estrenaron esta obra y la vimos, pero no nos damos cuenta de que los acontecimientos vienen encadenándose y creciendo. Existe un silencioso “dolor de ya no ser”, y mientras sea así quedaremos empantanados en un duelo coagulado y evasivo sin ningún aprendizaje.
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Tiempos de crisis
Los últimos acontecimientos en Estados Unidos, la violencia que vemos en las escuelas y en las calles, el deficiente aprendizaje y atención por los niños, el consecuente fracaso escolar, las secuelas mentales del confinamiento, el exceso de tecnología, el querer ganar tiempo que ya fue perdido y el aumento de la negación, junto con la idea de que el mundo se acaba y hay que hacer todo ya, las restructuraciones en las empresas ,el no incorporar en las instituciones nuevas forma de liderazgo y pautar la convivencia, son algunas solo algunas de las consecuencias con las que nos encontramos en el día a día.
Creo que todos observamos un mayor nivel de agresión en las relaciones humanas, tanto en los dirigentes como en la calle común. Los que tenemos hijos sabemos que los niños han cambiado.
Los que trabajamos sabemos que los lugares de trabajo son inestables, que la economía en general no brinda estabilidad, a veces ni la mínima para garantizar salud. Que hay una guerra, aunque miremos para otro lado.
Los que somos de guardapolvo blanco sabemos que las patologías de hoy no son las de hace unos años, son más crudas, más severas y con orígenes más remotos a una crisis de estrés.
Desde el lugar más alto de la desesperación con la que nos arrasó la pandemia que fue la muerte de familiares, hasta atravesar el COVID-19, que fue vivido como una ruleta rusa sin saber a quién iba a tocar, como el encierro y el consecuente aumento de psicotrópicos y otras sustancias tal el alcohol y las drogas.
La violencia doméstica la agresividad en las calles, la incertidumbre de saber si seguiríamos trabajando o siendo crudos si seguiríamos vivos, la ansiedad la depresión el estrés y la constante exposición a los medios de comunicación, estuvieron en nuestro día a día, como un mal sueño.
La mala noticia es que hay resabios de esos momentos siguen con nosotros, el tiempo no cura todo, claro que no.
El fracaso escolar es consecuencia directa de este tiempo, los padres puestos bajo su mayor exigencia, las familias bruscamente debieron buscar una dinámica mal ensayada. Niños y adolescentes se vieron afectados por una baja notoria del rendimiento académico y productividad. La falta de sociabilización tanto en los mayores como en los más pequeños, detuvieron su aprendizaje hasta encontrarse frente a la posibilidad de no hablar correctamente, no solo por el nivel del manejo de la lengua y la compresión de textos simples, sino por el sentido del habla en forma literal. Niños que producto de tener la falta de la visión de los labios de sus padres o quienes los formaban no terminaron de articular sus músculos faciales aquellos implicados en la la correcta dicción.
El afrontamiento de las crisis vitales y sociales
Confinados a la soledad y a la exposición de familias disfuncionales se vieron expuestos a la violencia doméstica, y a distintos tipos de abuso. Sin dejar de lado la implicancia de la situación económica familiar
Nuevas dependencias emocionales o el recrudecimiento de las ya existentes, como juegos en redes sociales se hicieron más severos y la relación con ellos se hizo casi continua. El teléfono y la insistencia en revisar la vida de los otros, no tanto para participar en ella, sino para comparar en cada dispositivo que tan feliz se encontraba la otra persona y que tan lejana era esa felicidad de mi vida de hoy.
Cuando se habla de suicidio se cree que hay una exageración por parte de quienes lo vivimos, sobre todo en los primeros tiempos de la pandemia, como también lo vemos hoy, en el recrudecimiento de las depresiones y las desestabilizaciones del ánimo.
A la luz surgieron los temas de la mala o deteriorada sociabilización, del pésimo manejo de la incertidumbre, la comunicación y como dije, la dependencia a los aparatos, sustancias o personas.
El manejo incorrecto de las salidas de esta crisis que aún perdura y que esta nota intenta no olvidar para que mantengamos la mente alerta frente a los signos que marcan un comienzo visible de las manifestaciones que ya están presentes. La disminución de los signos sociales de pandemia no terminó con ella. No volvamos a hacer como que no pasó nada o que ya fue.
La evasión es una falsa solución
Los padres usaron medicamentos y los hijos consumieron otras sustancias "más accesibles", lamentablemente. La evasión no es la respuesta. Cada vez a más temprana edad encontramos adicciones; estudios muestran que el consumo de drogas disminuyó hasta alrededor de los 14 años por lo tanto la aceptación o no de las sustancias está referida a los ejemplos. En los adultos el escape de una situación que se nos hace adversa se resuelve muchas veces con la pastillita en la mesa de luz o en la billetera. Que parezca que haya pasado en el tiempo no adormece las consecuencias de su absoluta presencia con valor de presente.
Internet nos provee de excelentes herramientas para colgar un estante o para ajustar correctamente una canilla, pero también es un proveedor de diagnósticos de todo tipo, desde médicos a psicológicos donde cualquiera y sin mucho esfuerzo puede encontrar la forma de resolver algo que interna o externamente le sucede.
Resolver con la facilidad mágica temas complicados y sentir que somos capaces de hacerlo viendo un par de videos, desde tener abdominales geniales haciendo curiosas dietas (que está de más decir, no todas son aptas en forma indiscriminada), hasta resolver un trastorno de personalidad que alguien relata de manera fácil y sencilla en tres pasos según lo enfrentó en su vida. Felicito a quien haya superado inconvenientes con esfuerzo y disciplina, pero la salud mental es cosa seria y años de estudio avalan por qué las cosas se hacen de determinada manera y no de otra. Enseñar el criterio para regular tanto en niños como en adultos que es verdad que es ilusión en la pequeña pantalla es una tarea pendiente.
En los adultos será responsabilidad de cada quien, pero debemos recordar que en situaciones extremas como el confinamiento nuestros demonios se filtraron por entre nuestras hendijas mejor tapadas y salieron a la luz, ¿Estábamos y estamos en condiciones de elegir cuando nuestras defensas están bajas? Siempre es bueno pedir ayuda a un interlocutor válido e idóneo para cada tema, sobre todo en estos tiempos.
Los más jóvenes donde los intereses son más llanos, pero no menos importantes recorrieron salas de películas sexuales que no siempre reflejan una realidad real amorosa y cuidada en donde no solo se trata de relaciones entre las personas sino también simplemente se desatiende el cuidado del cuerpo frente a diferentes patologías que podrían suceder.
Escribimos con la mano y borramos con el codo, la sexualidad libre y sin prejuicio no es una sexualidad libre de cuidados, es un acto responsable y no evasivo de la realidad a la que muchas veces queremos evitar. Es responsabilidad de los profesionales de la salud en general la física y la psíquica el estar atentos y en continua formación para poder con todo lo que tengamos sostener este tsunami de emociones, algunos a punto de desatarse y otros ya en escena.
Volver o no al trabajo es una discusión que aún persiste, razones a favor y en contra. Sería conveniente tomar ciertas costumbres que dejó la pandemia en cuanto a trabajar o no en casa, entre otros, o hacerlo algunos días, como está sucediendo.
La evidencia muestra que cuando esto aparece pautado desde las planas mayores descomprime los sentimientos, por ejemplo, en las madres que dejan a sus hijos y que son las que captan la evolución y el sentimiento de los mismos. Es decir, mirar más con detalle a los requerimientos humanos desde una visión más afectuosa y empática que permita el mejor desarrollo de las capacidades individuales.
Enseñar el ejercicio de la autonomía responsable donde cada quien logre un compromiso con la tarea que le toca realizar. Fomentar desde todos los ámbitos el compromiso con la función y con la claridad de un marco que nos ayude a manejar la incertidumbre que ya está mucho más instalada entre todos nosotros.
Estamos atravesando un duelo y los efectos del mismo, es necesario recorrerlo sin cerrar los ojos y sin dejar que pase entre nosotros sin aprendizaje. Que tomemos decisiones con conciencia e información, que comprendamos que ya la “morocha del tango de Gardel” nos dejó y que necesitamos imperiosamente encontrar una salida a una realidad dura, que se puede resolver si no somos los abandonados de una realidad que ya no es, para ser los protagonistas de un futuro equilibrado y atento a nuestras propias necesidades más internas y primitivas, las del amor y las de sentirnos cuidados entre todos. Sobreponernos al dolor de lo perdido y otorgar valor a lo que podemos ganar.