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Estímulo condicionado: características y usos en psicología


El ser humano y el resto de animales son seres activos, que interactúan con un medio del cual dependen por tal de sobrevivir. Pero, ¿porqué hacemos lo que hacemos? ¿cómo se explica que, por ejemplo, cuando un perro oye una campana se pone a salivar o porqué corremos a buscar refugio cuando oímos una alarma?

Este cómo y por qué actuamos como actuamos es algo que siempre ha sido de gran interés científico, y que desde la psicología han estudiado e investigado diferentes corrientes teóricas. Una de ellas, el conductismo, considera que se debe a un proceso de condicionamiento. Y dentro de este proceso, la campana o la alarma estarían cumpliendo el papel de estímulo condicionado. Es sobre este concepto, el de estímulo condicionado, sobre el que vamos a hablar a lo largo de este artículo.

¿Qué es un estímulo condicionado?

Recibe el nombre de estímulo condicionado todo aquel elemento que, siendo inicialmente neutro y no provocando en la persona o animal ninguna reacción por si mismo, adquiere la propiedad de generar una respuesta ante la asociación con otro estímulo que sí genera una reacción.

Utilizando el ejemplo utilizado en la introducción, reaccionamos con miedo ante el sonido de una alarma no porque la alarma nos genere una reacción en sí sino porque sabemos que dicho sonido está vinculado con la existencia de peligro o dolor (la entrada de un intruso, un ataque enemigo o un incendio, por ejemplo). En el caso del perro y la campana (parte de los experimentos de Pavlov que dieron origen al estudio del condicionamiento clásico), el perro empezará a salivar ante el sonido de la campana ya que lo asocia a que le traigan la comida (siendo el sonido de la campana un estímulo condicionado).

Esta relación se produce por la capacidad de asociación entre estímulos, que el condicionamiento más clásico consideraba específicamente propio del estímulo en sí (si bien hoy en día a través de otras corrientes sabemos que otros aspectos como la voluntad, la motivación o la cognición influyen).

Es necesario que exista una mínima contingencia (es decir, que la aparición de uno prediga la aparición de otro o que se presenten en gran medida de manera simultánea o seguida) entre los estímulos condicionados y los que han permitido que se vuelvan tal cosa, los estímulos incondicionados. Además es necesario que la respuesta que genere este último sea fuerte, y aunque no es imprescindible que entre ambos pueda haber alguna relación.

Prácticamente cualquier tipo de estímulo neutro puede volverse condicionado siempre que sea perceptible. La percepción puede provenir de cualquier canal o sentido, pudiendo ser algo visual (luces, una imagen, etc.), sonidos (timbres, voces, palabras concretas, etc.), percepciones táctiles (textura, temperatura, presión), gustos o olores. Incluso en algunos casos estímulos que sí generan una respuesta pueden ser condicionados si se aparean con estímulos generadores de una respuesta que le sea más relevante al sujeto.

Asimismo, como hemos visto, el condicionamiento aparece en gran cantidad de seres vivos. Puede observarse en seres humanos, pero también en perros, simios, gatos, ratones o palomas entre otros muchos.

El nacimiento de un estímulo condicionado

Así, para que exista un estímulo condicionado tiene que haber algo que lo condicione: el estímulo incondicionado que por sí mismo genera una respuesta. Y la relación que se establece entre ellos es lo que viene a denominarse condicionamiento. El nacimiento de un estímulo condicionado se produce en lo que se denomina fase de adquisición (en el que adquiere las propiedades que hacen que pase de ser neutro a ser condicionado).

Desde la visión del condicionamiento clásico, un estímulo es condicionado por otro debido a la generación de un vínculo entre la aparición del estímulo inicialmente neutro y el incondicionado, que ya de por sí genera una respuesta apetitiva o aversiva (denominada respuesta incondicionada).

Poco a poco y según se van presentando conjuntamente o en un corto intervalo, el sujeto va realizando asociaciones, haciendo que el estímulo inicialmente neutro adquiera características apetitivas o aversivas y pase de no generar una respuesta a generar la misma que genera el estímulo que sí provocaba una respuesta. Así, se terminará generando una respuesta condicionada y el estímulo neutro pasa a considerarse estímulo condicionado. En adelante, la aparición del estímulo condicionado generará la misma reacción que el estímulo incondicionado.

Con posibilidad de extinción

Que un estímulo sea condicionado y genere una respuesta condicionada puede surgir en el día a día o provocarse voluntariamente, pero lo cierto es que dicha asociación va a tender a extinguirse si el sujeto observa que la aparición conjunta de estímulo incondicionado y condicionado deja de darse. Así, el estímulo condicionado va a pasar con el tiempo a volverse de nuevo neutro y a no generar respuestas.

Este proceso de extinción puede ser más o menos prolongado dependiendo de diversos factores.

Entre ellos encontramos lo fuerte que haya sido la asociación entre estímulos o las veces que se haya repetido, o si hemos aprendido que el estímulo incondicionado siempre aparece en todas las situaciones en que aparece el condicionado o una gran parte de las veces (aunque pueda parecer contraintuitivo, la asociación tarda más en extinguirse si estamos acostumbrados que no siempre aparezcan ambos estímulos conjuntamente).

Eso sí, en ocasiones es posible que aparezcan recuperaciones espontáneas de la asociación.

Relación con problemas psicológicos

Existen una gran cantidad de problemas conductuales que se vinculan con el condicionamiento, concretamente con el hecho de que un estímulo haya pasado a ser estímulo condicionado y generar una respuesta condicionada.

En general la presencia de cualquier miedo o incluso de una fobia puede llegar a vincularse (si bien entran en juego una gran cantidad de factores y no solo estos) a este tipo de asociación, si un estímulo se ha asociado a dolor o sufrimiento.

Así, si una vez nos mordió un perro es posible que asociemos a cualquier perro con el dolor, algo que hará que tengamos miedo a nuevas exposiciones y las evitemos (siendo el perro el estímulo condicionado). Y no solo el miedo de las fobias sino el propio de trastornos por estrés postraumático (por ejemplo en personas que han sufrido una violación puede aparecer miedo al sexo o a personas con características semejantes al agresor/a).

También puede ocurrir a la inversa, que asociemos algo con el placer o la evitación del displacer y aparezca excitación o una excesiva apetencia por dicho estímulo, condicionado. Por ejemplo, se ha empleado el condicionamiento como intento de explicar algunas parafilias, trastornos del control de los impulsos, trastornos alimentarios o adicciones.