Anselmo de Canterbury: biografía de este filósofo y teólogo
La Edad Media no fue un momento tan oscuro como muchos creen, siendo la viva prueba de ello el hecho de que muchos grandes pensadores de la historia occidental los podemos ubicar en este período.
Entre los más grandes filósofos medievales se encuentra la figura de San Anselmo de Canterbury, teólogo y filósofo escolástico conocido por haber planteado lo que siglos más tarde sería llamado el argumento ontológico.
A continuación vamos a ver un resumen de la vida de este pensador a través de una biografía de San Anselmo, y también profundizaremos sobre su particular forma de defender la existencia de Dios.
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Breve biografía de Anselmo de Canterbury
San Anselmo de Canterbury, también conocido como Anselmo de Aosta por su lugar de nacimiento, y Anselmo de Bec por el monasterio en el que llegó a ser prior, fue un monje de la Orden de San Benito, doctor de la Iglesia, teólogo y filósofo escolástico conocido por haber ejercido como arzobispo de Canterbury durante el período de 1093 a 1109, momento bastante turbulento en la historia de Inglaterra.
Conocemos la vida de este pensador gracias al trabajo de Eadmero, uno de sus discípulos directos. Si bien es lógico pensar que su alumno describe la vida de su maestro con exageraciones e interpretaciones varias, todas ellas con la clara intención de exaltar a un candidato a la santidad, se cree que es un retrato fiable de cómo debió ser Anselmo de Canterbury, gran defensor de la Inmaculada Concepción de María además de ser considerado el padre de la escolástica y ser conocido por su argumento ontológico.
Primeros años y juventud
San Anselmo nació un día del año 1033 en Aosta, por aquel entonces Lombardía, motivo por el cual en Italia se lo conoce más como San Anselmo d’Aosta. Su familia era de linaje noble piamontés, siendo hijo de Gondulfo, noble lombardo, y Ermenberga, emparentada con Otón I de Saboya.
Al igual que sucede con muchas de las biografías de los santos medievales, se dice que los padres de San Anselmo eran dos figuras antagónicas. Su padre era pródigo y disipado, mientras que su madre era profundamente religiosa. Al margen de que esto sea verdad o no, cabe decir que no representaría un caso excepcional teniendo en cuenta que este comportamiento era común entre hombres y mujeres del medievo.
La primera infancia del santo transcurrió con plena normalidad, aunque ya desde bien pequeño mostró inquietudes religiosas, fortalecidas por el trato constante con su madre quien le habría acercado a sus valores y prácticas religiosas. Igualmente, no era extraño que los hijos de nobles se interesaran en la vida monástica para dar renombre a su familia.
Este interés religioso fue fortaleciéndose y, a la edad de quince años, el santo pedía ingresar en el monacato benedictino. Si bien en sus años como adolescente se lo describe como una persona piadosa y estudiosa, parece que al final de esta misma etapa de juventud se dan varios conflictos con su padre, motivo por el cual acabaría abandonando el hogar.
Ingreso en la vida religiosa
Tras ello realizaría varios estudios preliminares sobre retórica y latín en Borgoña, Avranches y finalmente Bec, lugar al que había ido a parar atraído por la fama de Lanfranco y la Orden Benedictina. Esto resulta un tanto irónico, puesto que a pesar de ingresar con 27 años en 1060, en un principio se mostraba reticente dado el renombre de ese monje, a quien Anselmo consideraba más bien un obstáculo para poder iniciar su carrera eclesiástica.
Es en su estancia en el monasterio de Bec en el que compuso dos de sus obras más conocidas: "El Monologion" y el "Proslogion". El Monologion consiste en una meditación teológico-filosófica sobre las razones de la fe, en donde presenta sus pruebas de la existencia de Dios siguiendo la tradición agustiniana. En el Proslogion expone lo que se ha llamado el argumento ontológico, constituyendo una de las aportaciones más originales de San Anselmo a la filosofía medieval.
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Traslado a Canterbury y últimos años
En 1063 sucedió a su mentor Lanfranco en el priorato de Bec convirtiéndose en su nuevo abad, aunque no sería este el último lugar en el que ejercería dicho cargo. Varios años más tarde, en 1078, iría a parar a Inglaterra, concretamente a la ciudad de Canterbury en donde sería elegido como abad en 1078 y, más tarde, en 1093 se convertiría en el arzobispo de la misma abadía, aunque mostrándose reticente al ser escogido para el cargo.
La fama de San Anselmo es debida sobre todo a su estancia en Inglaterra, motivo por el cual es mundialmente conocido como San Anselmo de Canterbury. Es en Gran Bretaña en el que el santo demuestra ser, además de un prolífico filósofo y teólogo, también un apologeta político, defendiendo el credo ante los potenciales cismas religiosos que estaban asomándose en la Inglaterra del finales del s. XI.
Aprovechando su posición como arzobispo, se enfrentó en más de una ocasión a los monarcas ingleses Guillermo II y su sucesor Enrique I, quienes se le opusieron en múltiples ocasiones queriendo reducir la influencia de la Iglesia en Gran Bretaña. Estos conflictos hicieron que San Anselmo tuviera que abandonar Canterbury en más de una ocasión, pero esto no le impidió ejercer de arzobispo de la ciudad hasta su muerte en 1109 con 76 años.
La filosofía de San Anselmo
San Anselmo de Canterbury es considerado uno de los filósofos más relevantes de la tradición agustiniana y, como teólogo que fue, su filosofía muestra sus preocupaciones religiosas y espirituales. De hecho, su obra filosófica está enfocada en comprender la fe, usándola como argumento para justificar la existencia de Dios, partiendo de que solo había una verdad que era la revelada por DIos y que es objeto de fe.
La razón, explica Anselmo de Canterbury, puede añadir comprensión a la fe y así reforzarla, pero por sí solo el raciocinio no tiene autonomía ni capacidad para alcanzar la verdad por sí misma, aunque es útil para esclarecer la creencia, actitud que bien se puede resumir en la expresión “credo, ut intelligam”. La razón queda situada en estricta dependencia con respecto a la fe.
No es posible comentar la filosofía anselmiana sin mencionar al Monologion, siendo la obra en la que San Anselmo expone varios argumentos en los que pretende demostrar la existencia de Dios, acompañándolo de reflexiones de carácter teológico. Este texto resultó de gran interés entre sus compañeros benedictinos, quienes le solicitaron que reuniera en un solo argumento la fuerza probatoria que los argumentos presentados en el Monologion ofrecían en conjunto y, como respuesta a ello, San Anselmo escribió el Proslogion.
Es en esta segunda obra en la que San Anselmo expone el argumento ontológico, esto es, un argumento deductivo a priori a favor de la existencia de Dios. Este argumento, presentado en el capítulo II del Proslogion, no solamente pretendía satisfacer la petición que sus compañeros benedictinos habían hecho, sino también dotar al creyente de una sólida razón lógica que confirmara indudablemente su fe.
El nombre de argumento ontológico se lo debemos a Emmanuel Kant, quien así lo bautizó al profundizar en la vida y obra anselmiana. San Anselmo expone este argumento en forma de plegaria, aunque su estructura lógica la podemos describir en los siguientes puntos:
a) Concebimos a Dios como aquello mayor y mejor de lo cual nada puede pensarse, una idea de Dios que todo el mundo entiende.
b) Pero aquello que es mayor y mejor de lo cual nada puede pensarse tiene que existir fuera de nuestra mente, puesto que le atribuimos perfección (mejor que todas las cosas) y por lo tanto tiene que existir por necesidad, puesto que la existencia es una cualidad de la perfección.
c) Este ser perfecto sería más real que cualquier cosa en la que se pudiera pensar por el simple hecho de existir. En consecuencia, Dios tiene que existir no solo en la mente en forma de idea, sno también extramentalmente como parte de la realidad.
San Anselmo indica que la definición de Dios puede ser comprendida y aceptada por cualquiera. Centra su análisis en esa misma idea y en sus implicaciones, indicando que es absurdo concebir mentalmente un ser perfecto y negarle la mayor perfección: la existencia. Así pues, concluye afirmando que la existencia necesaria de Dios como una exigencia de la razón para evitar llegar a tal absurdo.
Debido a que el argumento ontológico es uno de los razonamientos más interesantes de la historia de la filosofía también ha sido de los más polémicos. Han habido filósofos que lo han considerado como válido, entre ellos René Descartes y Friedrich Hegel, introduciéndolo en sus sistemas filosóficos. Otros, en cambio, lo rechazan, como es el caso de Santo Tomás, David Hume o el propio Kant, negando su fuerza probatoria.