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El proceso terapéutico en relación con la infidelidad


La aparición de una relación externa a la pareja, lo que identificamos como infidelidad, suele estar asociado a un cúmulo de reacciones y sufrimientos en los distintos actores presentes en el conflicto.

Actualmente, en nuestra sociedad se ha tendido a banalizar un tanto el concepto de infidelidad: nada dura, todo gira alrededor de la “obsolescencia programada”, de lo ligero y circunstancial.

Sin embargo, a pesar de la libertad de continuar o no en una relación, seguimos buscando la pareja ideal, que nos dure siempre y en quien podamos confiar a ultranza. ¿Qué se puede hacer, en terapia, en caso de infidelidad?

A qué llamamos infidelidad

A pesar de que, tradicionalmente, hemos colocado la etiqueta de infidelidad en aquellas relaciones externas que implican sexo, lo que realmente lo identificaría es el concepto de traición, ocultación y vulneración de los pactos previstos en la pareja. Por ejemplo, Hall y Fincham (2006) hablan de infidelidad como “una relación sexual, romántica o emocional que viola el compromiso exclusivo con la relación de pareja”.

Sin embargo, para que alguien rompa el compromiso del que hablamos, se ha tenido que producir con antelación un proceso de separación emocional o psicológica. La ocultación de insatisfacción o malestar emocional, que tiene que ver con la propia vivencia de la persona infiel y que no es, necesariamente, achacable a la relación de pareja.

La infidelidad supone mentir al miembro oficial y, también y muy a menudo, a la tercera persona del triángulo, pues lo que más cuesta es renunciar a “todo”.

El miedo a la soledad, al rechazo, al vacío… dan lugar a un comportamiento de negación y mentiras consumadas que desorientan a la pareja y permite seguir rehuyendo el conflicto.

Cuando una pareja viene a terapia con el conflicto abierto por un tema de infidelidad, es frecuente ver cómo el miembro infiel plantea un deterioro o una insondable crisis en la relación como causa de su comportamiento. Es decir, justifica su ocultación, posiblemente descubierta por la pareja recientemente, y la legitima por el sufrimiento inherente a la incomunicación, incomprensión o desvinculación progresiva.

Sin embargo, es del todo incoherente achacar la responsabilidad de la infidelidad a la víctima de la misma.

Qué supone la infidelidad

Las implicaciones de la infidelidad son las siguientes:

  • Ruptura unilateral del pacto que se consensuó en su día.
  • Engaño consciente y a propósito.
  • Traición a la lealtad.
  • Fallar al compromiso.

La fidelidad tiene que ver con la confianza, no con la sexualidad. Con el compromiso, con la lealtad, con la constancia y con la coherencia. Y, fundamentalmente, con la palabra dada.

Lo que se está planteando, realmente, es una relación desigual donde la persona amante se adapta a lo que la infiel puede ofrecer, aceptando la mentira en la que se embarca y, por otra parte, la pareja oficial-víctima no puede decidir nada al desconocer la situación (a expensas de cualquier posible decisión, en cualquier momento, de la pareja infiel).

Consecuencias de la infidelidad en las personas

Estas son las distintas formas en las que la infidelidad afecta psicológicamente a las personas involucradas.

En la ‘infiel’

La inhibición (tanto en la toma de decisiones como en la acción(, de la persona infiel desemboca en la tremenda insatisfacción personal de alguien que no se atreve a confrontar el conflicto ni la inseguridad interna. Cada vez tendrá menos capacidad de afrontar las distintas situaciones que le hacen sentir infeliz.

Nos encontramos, en muchos casos, con una persona evitativa (con apego inseguro evitativo, del que habló Bowlby, propio de personas que desconectan de sus emociones negativas, no reconocen su angustia, no piden ayuda). Se aliena, se disocia. En su afán por mantener todas las ventajas para sí, de mantener el sistema en una estructura inalterada… miente, manipula, desinforma, etc.

Nos encontramos con alguien que, posiblemente, en su huida del vacío existencial, busca en la infidelidad la excitación que le permita no sentir la angustia ni el aumento de una depresión vital.

Si, finalmente, pierde tanto a la pareja oficial como a la persona amante, puede desembocar en esa depresión que tanto evitaba. Y se va a victimizar por la variación de un statu quo que aportaba una considerable ventaja emocional.

En la ‘amante’

La persona amante se convierte en cómplice de la mentira. A pesar de lo precario de su situación, acepta el ocultar el vínculo establecido. Aparece la disociación, distorsión cognitiva, envidia, vanidad… la falta de empatía con la víctima engañada… Además, se cree en los argumentos victimistas de la persona infiel, que culpan a la pareja oficial del malestar vital y conyugal.

Además, no dispone de reconocimiento oficial, vive en la sombra… condenada a la soledad y a la imposibilidad de vivir una relación completa. También ella es una persona engañada y obligada a vivir una relación evasiva y asimétrica.

Hay una distancia emocional que causa mucho sufrimiento y la presencia de la duda constante ante una promesa que no se realiza nunca.

En la ‘víctima’

Cuando la pareja oficial descubre la infidelidad, ve cómo todo aquello que tenía asegurado pasa a ser barrido de golpe. Nos encontramos con los efectos típicos del estrés postraumático, que paralizan la vida del sujeto de forma profunda: alteraciones del sueño, alta irritabilidad, hipervigilancia, reacciones nerviosas, sustos…

Las rumiaciones de la persona engañada, sobre lo que ha ocurrido, llegan a interferir en su funcionamiento diario. El trauma impide que por el momento cueste volver a confiar en alguien, y aparece el miedo a la experimentación vital.

Puede aparecer un comportamiento violento contra la pareja o la otra persona, o bien la búsqueda de la separación de forma inmediata, buscando evitar el sufrimiento resultante de la deslealtad. También puede aparecer una reacción obsesiva para encontrar la seguridad de que la relación externa se ha terminado: preguntas obsesivas de lo que ha pasado y/o comunicación agresiva. Nos encontramos en pleno proceso de duelo: rabia, ansiedad, depresión…

Cuando se decide mantener la relación oficial

Cómo afrontar la reconstrucción

A pesar de la rabia, la decepción, el sufrimiento… muchas parejas, víctimas de la infidelidad, tratan de darse la oportunidad de continuar juntas. Para ello, la asistencia a terapia de pareja puede ayudar a construir una estructura de trabajo que permita afianzar lo que aún se mantiene en pie. Se mantiene que es posible recuperar la relación, salvo que uno de los dos miembros no quiera y que, por tanto, no vaya a cooperar, o que el daño sufrido sea tan grande que la víctima no pueda sostenerlo.

Eso sí, independientemente de la asistencia a un terapeuta, mediador, profesional cualificado, o un trabajo personal… las parejas tienen que manejar una serie de puntos desde los que empezar a levantarse del derrumbe.

En primer lugar, las aventuras extraconyugales no son consecuencia de los problemas en la pareja, pero la infidelidad deteriora la relación de pareja. No podemos justificar la deslealtad por los problemas presentes en la relación. En cualquier momento, la persona podría haber planteado el malestar a su pareja, pedir ayuda, o separarse. Además, no está justificado que persista el contacto habitual con la persona amante.

En segundo lugar, la persona infiel tiene que saber que las reacciones de su pareja son consecuencia del comportamiento desleal y engañoso que mantuvo con ella. El comportamiento de la víctima no corresponde a reacciones raras, son comprensibles y pueden extenderse en el tiempo.

Las emociones que siente el traicionado derivan del daño perpetrado al vínculo (este vínculo es similar al de los niños con los padres, la base segura desde la que explorar el mundo). Se ha perdido la seguridad, la persona traicionada cree que ya no puede esperar nada sólido de las relaciones: si la persona en quien más confiaba, le ha hecho daño… la sensación es que puede estar en peligro con cualquier otra. El infiel tiene que saber que ha producido a su pareja un trauma, no se trata de reacciones patológicas.

Además, es fundamental que la persona desleal cuente y narre (no se trata de explicar o justificar lo sucedido). La víctima necesita comprender: una narrativa coherente que tenga sentido, que cuadre. No se puede seguir mintiendo, ni en los detalles ni en los hechos. Seguir ocultando causa aún más daño: la pareja no puede sanar su sufrimiento.

Así, la persona infiel debe contar la historia real: qué le hizo involucrarse en la aventura prevendrá otras posibles aventuras. La víctima necesita tener poderosos motivos para pensar que no volverá a ocurrir, quiere saber detalles de la aventura. Cuanto más conocimiento tengan las personas sobre sí mismas, más podrá reconstruirse la confianza a través del aumento de credibilidad. Contar incluye la forma que tuvo de ocultar y las personas involucradas, o sea… las estrategias que desarrolló para vivir la experiencia de forma solapada.

Por otro lado, la persona víctima tendrá que prepararse para escuchar al otro, la desactivación emocional es necesaria. Entender su rabia le permitirá desincentivar una reactividad que puede ser peligrosa.

Finalmente, hay que evitar que ambos se hagan daño, poniendo límites y dando guías para regular el comportamiento entre ellos:

  • Cuánto tiempo pueden pasar juntos.
  • Si van a dormir juntos y/o van a tener relaciones sexuales.
  • Qué información se les va a dar a los hijos, a las familias de origen o a los amigos.

La persona traicionada, tendrá que aceptar el sufrimiento para impedir la escalada emocional destructiva. El abrirse a sentir las emociones, sin defenderse de ellas, le permitirá poder seguir con lo que importa.

Proceso de reconciliación

Tanto si deciden continuar juntos como si van a romper, el perdón entre los miembros de la pareja es necesario. Perdonar y pedir perdón se pueden dar separadamente. La persona ofendida puede perdonar sin que la persona ofensora esté arrepentida o pida perdón. Y también encontrarnos con que el arrepentimiento y la petición de perdón no implique la entrega de éste por parte de la víctima.

Si al final se separan, es importante cerrar la etapa antes de pasar a la siguiente: romper por huir del conflicto o para irse con la persona amante no suele dar buenos resultados (las personas se llevan los problemas a la siguiente relación).

Además, es necesario hacer pactos:

  • No dañarse más: hay que dejar claros los límites de lo intolerable (la traición, la mentira, los abusos verbales…).
  • Honestidad total
  • Poner el acento en la asertividad, los roles en la pareja, y la comunicación.

El trabajo, al final, está basado en la verdad, en la resolución de la ambivalencia, en la reparación del daño, en la gestión de los síntomas y en construir una nueva relación. Es la persona infiel la que tiene que reparar los vínculos que han sido dañados, es la mejor posicionada para ello. Pero dependerá de las siguientes variables para lograr una mayor rapidez en la mejoría y en el éxito en la reconstrucción de la pareja:

  • Empatía
  • Comprensión
  • Paciencia
  • Voluntad
  • Responsabilidad
  • Compromiso

Las estrategias de evitar hablar y negarse a contestar por parte de la persona infiel indican un compromiso limitado para reconstruir la pareja. La no admisión de la gravedad de lo que ha sucedido muestra el rechazo a asumir la responsabilidad de los actos consumados. Hablar es difícil pero completamente necesario, igual que hay que evolucionar desde la hostilidad y el daño hacia un ambiente cordial, y favorable al intercambio, por parte de la víctima.

Finalmente, Sternberg sugiere que el amor se basa en el compromiso, la pasión y la intimidad.

  • La pasión mejorará con la apertura al deseo y a las relaciones sexuales.
  • El compromiso, que es una de las partes más perjudicadas por la infidelidad, se rehará a través del esfuerzo que están haciendo los dos por seguir juntos.
  • La intimidad, dañada por el secreto y la mentira, sanará con la conducta de autorrevelación que nos muestra en toda nuestra vulnerabilidad. En otros contextos, esta manifestación de culpabilidad, se usaría para la acusación y aplicación del castigo pertinente, pero en el contexto de la pareja, una respuesta de aceptación y de reconocimiento de la tristeza y la vergüenza permitirá compartir esa debilidad e incrementar y abrirse a la intimidad perdida.