La lucha de poder en las relaciones de pareja
“Prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida.
“Yo, te quiero a ti…, como esposa y me entrego a ti, y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida”.
Esas son las promesas que escuchamos una y otra vez cuando las parejas tienen la ilusión de vivir juntos felices y en paz después de casarse. Pero... ¿qué pasa cuando al tiempo comienzan los conflictos? ¿El cuento de hadas se acabó?
Los conflictos en la pareja
Los conflictos en las parejas responden a múltiples factores. Hoy quiero compartir una de las razones por las cuales las parejas comienzan a tener conflictos y es imperceptible a los ojos de los recién casados, hasta el punto que comienzan a enredarse hasta generar el efecto de una bola de nieve.
Al principio, por el mismo efecto del enamoramiento, las parejas suelen dejar a un lado sus necesidades, intereses y preferencias personales, para estar al servicio del ser amado. Pero una vez que se obtiene cierta estabilidad o seguridad del amor del otro, la persona vuelve a enfocarse en su propio bienestar, nuevamente retoma su vida pensando en sus intereses, gustos, preferencias, sin tener que suprimir sus opiniones o decisiones o bien acceder a situaciones que le son desagradables. Es decir, que se puede mostrar tal y como es, sin preocuparse si será aceptado o rechazado, pues existe un compromiso que le hace sentir que “la otra persona debe ajustarse” a su mundo.
En este momento se comienza a generar una forma de lucha de poder. Es un fenómeno usual en parejas que no adquirieron las herramientas emocionales necesarias durante el noviazgo para resolver los problemas cotidianos de la convivencia.
¿Qué es la lucha de poder?
La lucha de poder se define como la confluencia de fuerzas internas en donde prima el egocentrismo y la necesidad intrínseca de auto-afirmación en cada uno de la pareja.
Cuando en una pareja se presenta esta condición, inicialmente puede que sus miembros no reconozcan que cada uno lucha por tener el poder. Por tanto, con suma frecuencia señalan o acusan al otro por los problemas que ocurren.
Frases típicas en las parejas: “Ella siempre es la que hace…, ella no entiende, no me hace caso…, ella quiere que se haga lo que ella dice y punto”. “Él no me entiende, solo quiere que haga lo que él dice, yo no tengo porque dejarme, él no me manda”.
Tomando consciencia
También se presentan casos en los cuales los miembros de la pareja han reconocido que reproducen esta dinámica de relaciones pero no saben cómo salir de ella. Ejemplo de estas situaciones en consulta son los siguientes comentarios: “Yo se lo digo, pero ella no me hace caso, tarda en decirle lo mismo otra persona, solo rechaza esas ideas porque vienen de mí”. O bien: “Es que tiene que hacer lo exactamente contrario de lo que le pido”.
En este punto, las parejas no se dan cuenta, pero han iniciado una guerra en la cual el objetivo es demostrar quién tiene el poder. Dejan de estar al servicio del otro para servirse de la relación. Es decir, la relación “debe ser” gratificante para mí o satisfacer mis expectativas y se olvida por completo que involucra a dos.
Ahora, la pregunta más importante con la cual se inicia el análisis en terapia es esta: ¿por qué lucha usted por tener el poder? También: ¿qué está sintiendo o qué dejó de sentir para que considere que debe tener el poder?. O: ¿en qué momento se perdió la promesa “me entrego a ti, para cuidarte, respetarte todos los días de mi vida? No obstante, ahondar en estas preguntas para encontrar una respuesta sincera no es nada fácil.
Los síntomas de la lucha de poder
Veamos casos típicos que se escuchan en la terapia en donde se ha generado una lucha de poder.
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Tener siempre la razón: aferrarse a defender su punto de vista, perdiendo la capacidad de escuchar y comprender al otro.
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Buscar sus propios intereses: centrarse en sus necesidades e intereses sin importarle las de la otra persona. De esta manera, la otra persona debe cuidar por su propio bienestar.
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Ser perfecto o perfecta: mantener argumentos en los cuales como persona nunca comete errores, solo tiene cualidades y la otra persona es la única responsable de los problemas en la relación. Con suma facilidad encuentran los defectos de la pareja, pero se convierte en una tarea muy difícil que encuentre, acepte y sobre todo desee modificar sus propios defectos.
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Idealización de la pareja perfecta: Existen personas que centran los esfuerzos en tener una relación perfecta, sin problemas, crisis o discrepancias. Por ende, necesitan sentir que tienen el control en la relación para evitar desavenencias; impidiéndole a la otra persona sentirse como parte simétrica de la relación.
¿Por qué se produce la lucha de poder?
En todos los casos, la principal razón de que aparezcan los síntomas señalados anteriormente es la misma: el sentimiento de inferioridad.
Cuando las personas se sienten minusvaloradas, excluidas, minimizadas o incapaces de satisfacer a la pareja, canalizan su frustración, impotencia, enojo y tristeza a través de un sentimiento compensatorio: la superioridad. Es decir, las personas encuentran en “el poder” la seguridad que han perdido en sí mismas. Lamentablemente, hacen responsables a la otra persona de su malestar, es decir, en vez de resolver su falta de valía, depositan la causa de sus males en la pareja: “si tan siquiera me hiciera caso una vez…”, dicen con suma frecuencia los pacientes. Pero pierden de vista que para que se genere esta lucha de poderes hacen falta dos.
Una persona sola no puede empezar las “batallas” que en ocasiones llegan a la consulta. Ambos intentan defender su territorio, ambos sienten que le están fallando al otro, ambos han perdido muchas cosas…
Resolviendo la situación
Dejar de luchar por el poder en una relación no es tarea fácil. Muchas veces se requiere de ayuda profesional, porque el problema se mezcla con las carencias afectivas en cada uno de los protagonistas y los fallos en la comunicación. No obstante, cuando las parejas se percatan poco a poco del deterioro que sufren por dicha actitud, asumen retos que les permiten relacionarse con más seguridad y esto a su vez les genera, más tranquilidad y apertura.
A continuación, propongo algunos ejercicios que pueden realizar mientras llega la ayuda profesional:
1. Cortesía
Imaginemos por un momento que nuestra pareja, no es nuestra pareja, es un muy buen compañero o compañera de trabajo, quien en momentos difíciles está ahí para nosotros. Ahora, entablemos una conversación cualquiera. Fácilmente notaremos que se suele ser más cortés, sutil, amable. Cuidaremos nuestros gestos, tono y palabras para no ofender o herir sus sentimientos.
2. Encontrando el punto a favor
Olvidemos por un momento nuestro deseo de ganar la pelea, y enfoquémonos en escuchar a la otra persona. Encontremos un punto en el cual podamos darle la razón.
3. Cuidando del otro
Queda más que claro que existen muchos resentimientos producto de las peleas, lo cual se debe abordar con el profesional, pero en este momento que expresamos nuestro deseo de luchar por la relación, merece la pena tener como objetivo cuidar de la otra persona. Para eso podemos realizar lo siguiente: preguntémosle a la otra persona, antes de acostarnos: “¿en qué quieres que te ayude mañana?”. Y procuremos cumplir esa tarea como si fuera una petición sagrada.
4. Contacto físico
Se ha demostrado que en las parejas en las que se pierde el contacto físico hay una mayor propensión a pensar cada uno por su cuenta sin comunicarse de manera efectiva y, por ende, se abre espacio para empezar a luchar por los propios intereses. Por eso, aunque al inicio no sea natural ni cómodo, antes de empezar el día se puede abrazar a la otra persona con fuerza, abrácense con fuerza, sin esperar nada más que disfrutar del abrazo.
5. Sorpresa
Busquemos sorprender a la otra persona de acuerdo a lo que le gusta o interesa. Concentrémonos en romper el miedo al rechazo o a quedar mal.
6. Pedir opiniones
Cada caso es único, y la mejor manera de saber si se está haciendo lo debido es contrastar nuestra opinión con la de otras personas. En ocasiones es indiscutible la ayuda profesional, pero en algunos casos podemos no necesitar esta ayuda.
7. Haciéndonos felices
No depositemos en la otra persona nuestra felicidad. Busquemos actividades que disfrutemos y nos hagan sentir bien. Tratémonos con cariño y valorémonos como personas. Una vez que nos sintamos capaces y seguros en la relación, sin percatarnos, no necesitaremos luchar por el poder… pues seremos felices con las ganancias de una relación estable y equitativa.