Así influye en tu inteligencia la educación y el entrenamiento
Hay aún quien dice que la inteligencia es un rasgo con el que naces y es completamente impermeable al cambio. Como si se tratase del color de tus ojos, la altura o la forma de tu cabello.
Si esto realmente fuese así no existirían diferencias entre personas que han recibido educación y personas que jamás han ido a la escuela, o personas que han crecido en entornos estimulantes y personas que se han criado en la pobreza.
Sabemos que la inteligencia se aloja en el órgano más maleable y cambiante de todos. Es de esperar, entonces, que el intelecto tenga las mismas propiedades y sea susceptible de ser entrenada y potenciada en diversos aspectos.
¿Una inteligencia o varias?
Los modelos que teorizan la composición de la inteligencia o inteligencias son tantos que no nos detendremos a examinarlos. Pero es importante tener presente que no existe una sola teoría unificadora, aunque todas hablan más o menos de lo mismo y se refieren al mismo fenómeno psicológico.
Cuando hablamos de inteligencia hablamos de la capacidad que tiene nuestra mente para afrontar y adaptarse con la mayor velocidad y eficiencia a las demandas del entorno. Estas demandas pueden ser de todo tipo, matemáticas, lingüísticas, cinéticas, musicales, etcétera. Tal vez exista una única inteligencia que se manifieste a través de estas habilidades en mayor o menor medida según la persona, o tal vez se trate de inteligencias separadas que sirvan para afrontar con éxito diferentes tipos de tarea. Para el propósito de este artículo vamos a quedarnos con la definición general de inteligencia como capacidad.
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La inteligencia heredada
A través de los estudios de gemelos, sabemos que existe una correlación potente entre los CI de gemelos monocigóticos separados al nacer, mientras que la correlación de los CI de hermanos de sangre no idénticos genéticamente no es tan fuerte. Además, cuando tomamos familias con hijos adoptivos, vemos que el CI de los niños adoptados correlaciona más con los padres biológicos que con los actuales.
Así pues, sabemos que la inteligencia, o por lo menos el CI que obtenemos al medirla, está en gran parte determinada por el ADN. Algunos aquí darían carpetazo al desarrollo de la inteligencia y se contentarían con esta explicación. Por fortuna la cuestión es más compleja.
La inteligencia entrenada
Que uno nazca con una cierta capacidad no quiere decir que vaya a conservarla para siempre de forma gratuita. Uno puede nacer con una genética que le permita desarrollar unas piernas de atleta y terminar atrofiándolas tras pasar horas y horas sentado. Algo parecido pasa con la inteligencia: aquel que no la entrena termina estancándola.
Los entornos ricos en estimulación como libros o juegos interactivos promueven el desarrollo intelectual de los pequeños. Sabemos esto a través de estudios de adopción, donde niños que vienen de entornos muy empobrecidos, al recibir estimulación en familias adoptivas con un mayor nivel adquisitivo y más estimulación, consiguen alcanzar unos niveles de CI muy por encima del promedio. No sólo las familias juegan un papel fundamental en el desarrollo intelectual, la escolarización, el tipo de metodología que el profesorado emplee influencia de forma decisiva sobre la inteligencia de los niños.
En este punto alguien se preguntará: si el ambiente es una fuerza tan poderosa, ¿no podemos optimizar la metodología didáctica de las escuelas para mejorar la inteligencia de los estudiantes? Lo cierto es que sí se puede y llevan desarrollándose multitud de proyectos a lo largo de los últimos 30 años bajo esta misma premisa.
El Proyecto Inteligencia
Un ejemplo lo hallamos en el Proyecto Inteligencia de Venezuela. Se trata de un programa de los años 80 orientado a mejorar las habilidades de pensamiento de los alumnos y detectar en qué forma podría optimizarse tanto la manera de enseñar como el propio material didáctico. Las unidades de este programa incluyen lecciones sobre razonamiento, comprensión del lenguaje, razonamiento verbal, resolución de problemas, toma de decisiones y pensamiento inventivo.
Lo innovador del programa no es sólo su contenido, sino la forma en que se enseña a los alumnos. Alejándose del enfoque tradicional que considera que el aprendizaje es sólo la transmisión del conocimiento, el programa es rompedor porque ve el aprendizaje como un proceso de preparación e incentivación para gestionar el propio desarrollo personal.
Los resultados tras la implementación de este programa fueron positivos. Los docentes señalaron cambios en el rendimiento académico, sobre todo aquellos que aplican los conocimientos aprendidos sobre otras materias. Además, debido a la relación más afectiva que se genera entre el alumnado y el profesorado, ocurren cambios a nivel conductual y afectivo sobre los estudiantes. Esta relación entre profesor y alumno, más cercana, tiene un impacto facilitador sobre el aprendizaje.
El Proyecto Abecedario de Carolina del Norte
Este proyecto desarrollado por la Universidad de Carolina del Norte en los años 70 tiene el objetivo de producir efectos positivos a largo plazo sobre el desarrollo intelectual de los niños a través de una educación de alta calidad, poniendo énfasis en las intervenciones tempranas que amortigüen las desventajas de los niños que vienen de entornos pobres.
Es un proyecto que se aplica desde el nacimiento hasta la edad de cinco años. En este programa los niños van cinco dias a la semana a un centro donde reciben una atención educativa de alta calidad que aborda las necesidades intelectuales de los niños a través de actividades lingüísticas y de conversación, cuidados cercanos y juegos educativos.
No todos los niños participan en los mismos juegos, la asignación de juegos es personalizada. Estos juegos interactivos entre niño y adulto incluyen algunos tradicionales, como el “cucutrás” o “peek-a-boo” en inglés, y a medida que avanza su desarrollo se van añadiendo otros más centrados en conceptos y habilidades concretas.
Los niños que pasan por este programa tienen una mayor competencia en lectura, matemáticas y un ligero incremento en CI. Asimismo, estos niños tienen un mejor ajuste escolar entendidos como mayor tiempo de escolarización, menor tasa de abandono escolar, mayor porcentaje de niños que completan el período universitario y menos probabilidad de ser padres adolescentes.
Aunque los resultados deben interpretarse con cautela, en general parece que se trata de un programa beneficioso para la inteligencia de los niños que se traduce en una mayor competencia académica y una mejor perspectiva de trabajo en la vida adulta.
Estos programas arrojan luz sobre la relación entre el entrenamiento, tanto temprano como a lo largo de la escolarización, y unas mayores competencias intelectuales. Queda descartada la antigua visión de la inteligencia como monolito inamovible, pues ahora sabemos que es maleable y susceptible al cambio según cómo la eduquemos.