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Trastorno afectivo estacional en verano: ¿cómo afecta a las vacaciones?


La llegada de las vacaciones de verano es uno de los acontecimientos más esperados del año por la mayor parte de la población; un período en el que podemos descansar durante unas semanas y recuperar las energías perdidas durante los meses de trabajo. Sin embargo, hay quienes en esta época experimentan alteraciones emocionales relacionadas con dicha estación del año, algo que hace difícil disfrutar plenamente de esos días o semanas libres de obligaciones profesionales.

Esto es lo que ocurre cuando tiene lugar lo que se conoce como trastorno afectivo estacional, un fenómeno psicológico que a pesar de que se manifiesta con mayor frecuencia durante el invierno, puede ocurrir también la época del calor y el alargamiento del día. Veamos en qué consiste.

¿Qué es el trastorno afectivo estacional en verano?

Algunas personas pueden sentir que con la llegada del verano empiezan a sentirse más desmotivadas o con menor energía para realizar todas las actividades veraniegas que les gustaría realizar, o incluso llegan a experimentar cómo les invade un sentimiento de desesperanza y una relativa incapacidad de disfrutar de cualquier actividad que les suele gustar e interesar. Estos son síntomas típicos de los trastornos depresivos, pero en este caso parece que su llegada coincide con la transición de una estación del año a la siguiente, dando lugar al llamado trastorno afectivo estacional.

El trastorno afectivo estacional se asocia a los cambios climatológicos, tanto en horas de luz como de temperatura, que tienen lugar con la llegada de la nueva estación, y que si se dan algunas circunstancias desestabilizan los biorritmos (procesos relacionados con una especie de reloj interno del cual depende, entre otras cosas, nuestro nivel de actividad nerviosa y nuestra predisposición a reaccionar de un modo más o menos intenso a los estímulos).

Bajo estado de ánimo en verano

Además de eso, el trastorno afectivo estacional también está asociado al cambio de vida, de rutina y de hábitos que tienen lugar durante las vacaciones, tanto de verano como de invierno; días en los que dedicamos un mayor tiempo al ocio, a reunirnos con amigos y familiares o pasar más tiempo sin trabajar y, en general, a desprendernos de la rutina.

¿A qué se debe esto? Los cambios en el estado de ánimo en momentos en los que cambia rápidamente la temperatura diaria promedio y la exposición a la luz solar no ocurren por casualidad; tienen lugar porque en nuestro cuerpo hay una serie de predisposiciones biológicas que nos llevan a sentir y a comportarnos de maneras ligeramente distintas dependiendo de ciertas variables ambientales.

Esto tiene su razón de ser en la evolución biológica: la actividad de buena parte de las especies animales cambia dependiendo de la estación, para ajustarse a las transformaciones que tienen lugar en el ecosistema, y si bien estos mecanismos de reajuste tienen menos sentido en unos tiempos en los que el desarrollo tecnológico nos permiten protegernos del frío y del calor y llevar un estilo de vida muy similar durante todo el año, siguen estando presentes en los procesos fisiológicos y neurobiológicos que hay tras nuestra actividad mental, operando de manera discreta y automática.

Normalmente, estos mecanismos de ajuste, basados sobre todo en la segregación de hormonas, no dan problemas, pero a veces ocurre que se desequilibran ciertos procesos y somos más vulnerables a sufrir alteraciones emocionales de tipo depresivo. No hay que olvidar que el sistema endocrino está en constante interacción con el sistema nervioso y viceversa, y que muchas hormonas son a la vez neurotransmisores utilizados por las neuronas de nuestro cerebro para comunicarse entre ellas.

¿Cómo afecta el trastorno afectivo estacional a las vacaciones?

Como se ha indicado, este tipo de alteración estacional puede afectar de manera considerable a la salud mental de la persona y suele influir también en el correcto desarrollo de las actividades tanto de ocio como sociales que tienen lugar en las vacaciones de verano, generando así un círculo vicioso: los síntomas depresivos nos predisponen a adoptar una actitud pasiva y a abrazar un estilo de vida más sedentario, que nos expone menos a actividades divertidas o estimulantes, lo cual refuerza ese estado de ánimo decaído.

Son muchas las alteraciones emocionales y físicas que tienen lugar en las personas con un trastorno afectivo estacional en los meses de verano, y su afectación en los hábitos vacacionales diarios suele ser también múltiple y variada en función de cada persona.

1. Desgaste de la autoestima al compararnos con los demás

Los síntomas que se asocian más habitualmente con la aparición de un trastorno afectivo estacional durante los meses de verano son aquellos relacionados con la depresión: la tristeza, la angustia y los pensamientos obsesivos basados en la culpa y/o la vergüenza. Dichas alteraciones nos conducen hacia un sesgo de confirmación pesimista: lo interpretamos todo como una evidencia de que no valemos nada, que no nos merecemos unas buenas vacaciones, etc.

Si a esto le añadimos que en la época de las vacaciones de verano mucha gente tiende a compararse con los demás, tenemos el cóctel perfecto para desanimarse y sufrir por la frustración de no estar pasándolo bien.

2. Cansancio

El cansancio generalizado es uno de los síntomas más visibles del trastorno afectivo estacional y uno de los que mejor nos ayudan a detectarlo durante los meses de verano en cualquier persona.

Sentirse anormalmente cansado durante todo el día o apático, sin ganas de hacer nada, y sin sufrir una enfermedad orgánica que lo explique, es una de las señales inequívocas de que podemos encontrarnos ante un caso de trastorno afectivo estacional en verano. Y a su vez, nos lleva a dejar pasar oportunidades de pasarlo bien abriéndonos a nuevas experiencias, aquellas con una mayor capacidad de ser divertidas porque se alejan de la rutina, pero a la vez exigen de nosotros más actividad física o esfuerzo mental para adaptarnos a lo novedoso.

3. Falta de organización

La gran cantidad de tiempo libre del que disponemos durante los meses de verano puede propiciar que tengamos una cierta dificultad a la hora de organizarnos todas las actividades que debemos realizar durante el día. La sensación de tener que tomar muchas decisiones acerca de qué hacer suele resultar agobiante para los sujetos con trastorno afectivo estacional.

4. Falta de motivación

La falta de motivación diaria y la pérdida de interés para realizar cualquier actividad durante el día nos puede servir también como señal de que algo no va bien en nosotros o en algún ser querido.

El trastorno afectivo estacional se asocia a niveles bajos de motivación para hacer cualquier cosa, algo que nos conduce a hacer una y otra vez aquello que ya hemos interiorizado como rutinas y que prácticamente hacemos sin pensar, como quedarnos en casa viendo la televisión, ver contenidos de las redes sociales sin parar, o simplemente comer snacks por puro aburrimiento, sin tener hambre de verdad.

5. Cambios de humor

La irritabilidad, el malestar y los cambios de humor repentinos también pueden deberse a la aparición de un trastorno afectivo estacional, lo que afectará decisivamente tanto a la salud mental de la persona como a su forma de relacionarse con el entorno. Esto último es muy relevante teniendo en cuenta que para muchas personas las vacaciones son el momento de ver a los amigos que viven lejos, a los familiares, etc.

6. Problemas para dormir

Como hemos visto, el trastorno afectivo estacional está vinculado a los biorritmos, y el cambio en las horas de luz solar puede desencadenar alteraciones significativas en este aspecto. A ello debemos añadirle que algunas personas tienen un horario de sueño muy desorganizado durante las vacaciones, algo que propicia la aparición de casos e insomnio y la incapacidad para dormir profundamente.

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