Coronavirus, jóvenes, y su percepción del riesgo
No cabe duda de que a medida que la primera oleada de contagios por coronavirus se ha ido extinguiendo, nuestra manera de comportarnos ha variado más allá de las normas aplicadas por los gobiernos.
Si bien durante los primeros días de la aplicación del estado de alarma la mayor parte de la población ponía énfasis en la necesidad de prevenir, a veces incluso llegando a exagerar, actualmente, con la nueva normalidad y el regreso a las calles el ambiente es mucho más relajado. Tan relajado, de hecho, que en algunos casos puede llegar a ser un problema.
En este artículo hablaremos sobre la percepción del riesgo en una población especialmente propensa a exponerse a los contagios: los jóvenes.
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La situación actual ante la pandemia
Hoy en día, nos encontramos ante un panorama con el que aún no nos hemos familiarizado del todo: en la mayoría de los lugares de España apenas hay normas que limiten nuestras libertades individuales, pero seguimos siendo muy conscientes del alto riesgo de que haya una segunda oleada de contagios.
De hecho, en algunos sitios ya hay rebrotes significativos, y es por ello que se están adoptando algunas medidas a seguir cuando salimos de casa en general: mantenimiento de la distancia de seguridad y en zonas como Cataluña, obligación de llevar mascarilla también en la calle, no solo en recintos cerrados y transporte público.
Pero una cosa son las normas y otra, los hechos. Por lo general, los adultos tendemos a acatar fácilmente este tipo de normas sanitarias, pero entre los más jóvenes, es bastante más habitual ver incumplimientos.
Por supuesto, sería totalmente erróneo pensar que el simple hecho de ser un adolescente implica adoptar menos medidas de prevención de los contagios, pero ante situaciones que nos afectan a todos globalmente, la estadística es muy importante: el adolescente promedio tiende a exponerse más al riesgo de contagio de coronavirus, comparado con los adultos.
La percepción del riesgo en los jóvenes
Durante la fase más dura de la primera oleada de la pandemia, España ha demostrado ser uno de los países en los que más se ha cumplido con las normas de confinamiento. Sin embargo, eso no significa que todos los ciudadanos tengan las mismas predisposiciones a mantener las medidas de seguridad en lo que hacen durante el día a día.
Desde hace décadas, se sabe que la población joven, que se encuentra en la etapa de la adolescencia o de los primeros años de adultez, es especialmente propensa a ponerse en riesgo de manera espontánea, y en una gran variedad de contextos. Las implicaciones que esto tiene en la prevención del virus son claras: si bien esta franja de edad acostumbra sobrellevar bien los síntomas del COVID-19 o incluso a no desarrollar síntomas, siguen siendo capaces de transmitir el virus.
Esto es especialmente grave si tenemos en cuenta que los adolescentes son, por lo general, gregarios, y en su día a día es habitual juntarse en grandes grupos. Por ejemplo, en momentos de ocio durante los fines de semana.
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Posibles explicaciones a este fenómeno
¿A qué se debe la tendencia del adolescente promedio a adoptar comportamientos temerarios? Se barajan diversas explicaciones al respecto.
Desde un punto de vista biopsicológico, se considera que en la adolescencia el sistema de recompensas del cerebro, aquél que participa en el modo en el que priorizamos nuestras fuentes de motivación, no es lo suficientemente maduro como para darle demasiada importancia a las metas de carácter abstracto o a largo plazo.
Así, en el cerebro adolescente, la estructura conocida como sistema límbico, que es la parte del cerebro desde la que surgen los impulsos emocionales, tendría una mayor capacidad para dirigir la atención de los jóvenes hacia el aquí y el ahora, y ésta no se vería tan contrarrestada por otras zonas del sistema nervioso capaz de anteponer las necesidades comunitarias en primer lugar.
Sin embargo, también hay otra explicación posible: por el modo en el que suelen socializar, los adolescentes suelen fijarse mucho más en lo que hacen otros jóvenes (o más bien, en lo que hacen los otros jóvenes ligeramente mayores que ellos) que en lo que hacen los adultos.
Dicho de otro modo, en los jóvenes existe una especie de cultura propia que va pasando de generación en generación y en la que es muy difícil penetrar desde fuera, por mucho que la ciencia y las medidas de seguridad basadas en criterios médicos estén de nuestra parte.
Como las medidas de prevención del coronavirus no son algo innato, sino un fenómeno cultural, la “opción por defecto” en la que se encuentra la cultura adolescente pasa por no darle importancia a esa cuestión. Lo mismo ocurre con el resto de medidas de prevención y seguridad, que suelen surgir mediante una mezcla de experiencia personal y atención a lo que dicen los expertos del mundo adulto.
Además, el sexo también juega un papel relevante en lo relacionado con la gestión del riesgo. Existen muchos estudios que asocian la producción de testosterona con la tendencia a exponerse a situaciones arriesgadas, existiendo una correlación positiva entre ambas cosas. Esto implica que, por lo general, los varones son los que se preocupan menos por velar por su seguridad en prácticamente todos los ámbitos de la vida.
Por otro lado, el pico de producción de testosterona alcanza su pico en el periodo que va de la adolescencia a la adultez joven, y decae significativamente a partir de los 30 años en hombres y de los 45 en mujeres.
La importancia de la responsabilidad ante el coronavirus
Que los adolescentes sean estadísticamente más reacios a ser consecuentes con todas las medidas de prevención de contagio no significa que sea imposible favorecer que hagan lo necesario para evitar la propagación del virus.
Un clima de concienciación general en el que se ponga énfasis en la importancia de velar por la gente vulnerable puede conseguir grandes cosas; probablemente, muchos se habrán sorprendido ya viendo que millones de personas se han volcado para frenar la primera ola de la pandemia, incluso aunque eso suponusiera asumir pérdidas económicas importantes.
Por otro lado, de cara a adolescentes a los que les resulte especialmente difícil adaptarse al cambio que ha supuesto la aparición del coronavirus, no hay que olvidar que el apoyo psicoterapéutico es un recurso útil y eficaz en lo que respecta a mejorar el control de los impulsos, aprender nuevas maneras de canalizar la motivación, resolver conflictos de tipo familiar, superar una mala época desde el punto de vista emocional, etc.
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Referencias bibliográficas:
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