Psicología de la credibilidad: ¿por qué creemos más a los famosos?
Muchas personas se han pasado varios años estudiando para poder tener un conocimiento experto en las más variadas temáticas.
Sin embargo, y pese a que son muchas las voces expertas verdaderas que se pueden consultar, hay quienes, pese a no tener los debidos estudios, cuando opinan sbre ago, ejercen un peligroso poder de influencia sobre muchas personas.
Actores, cantantes, políticos y otros personajes públicos, con su no tan experta opinión, pueden generar un auténtico cambio de valores en la sociedad, y no siempre es para bien. Vamos a ver la psicología de la credibilidad, es decir, de la influencia detrás de estos fenómenos.
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La psicología de la credibilidad: celebridades contra expertos
Cada uno puede tener una visión muy variada sobre todo tipo de temas en este mundo. Para gustos, los colores, como bien se dice en la cultura popular. Uno puede opinar sobre lo bello que es un cuadro, el buen sabor que tiene una paella, lo mal que le queda un vestido a una amiga… pero de lo que debe ir con cuidado es de opinar o afirmar cosas de las que no sabe y, lamentablemente, esto se hace demasiado a menudo. Cuando lo hace un actor o actriz famoso, por poner un ejemplo, el impacto que puede ejercer sobre la sociedad es notorio.
Pese a que en este mundo hay todo tipo de expertos titulados, como médicos, psicólogos, sociólogos, biólogos, farmacéuticos y un largo etcétera, no son pocas las veces en las que las opiniones bien fundamentadas de estos profesionales pasan desapercibidas en contra de la de otras personas, menos expertas, pero más conocidas. En efectos, los personajes públicos como pueden ser cantantes, actores, políticos o youtubers tienen un mayor impacto en la mente y cultura colectiva cuando dan sus opiniones que no la de aquellos profesionales que saben de una temática en concreto.
El problema de opinar viene cuando opinamos sobre cosas que están demostradas. La ciencia es el conjunto de saberes que se encargan de darnos respuestas a grandes interrogantes, además de encontrar los métodos para garantizar la mejora, el bienestar y la supervivencia de nuestra especie. El problema es que hay muchas personas quienes, sin haber estudiado en profundidad una temática en concreto, se atreven a versar opiniones contrarias a lo que la ciencia ha demostrado.
Esto no parecería gran cosa, pero teniendo en cuenta que vivimos en una sociedad fuertemente intercomunicada, en la que las Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TIC) nos permiten compartir nuestra opinión muy rápidamente, la opinión de solo una persona, en la medida que pueda compartirla con muchas otras y que sea un poco importante, ya puede verse como un auténtico dogma, una auténtica verdad verdadera.
Charles Darwin vs. George Clooney y Emma Watson ¿quien es más creíble?
Un estudio, llevado a cabo por el grupo de Arnocky y sus colegas en 2018, estudiaron la influencia que ejercían las opiniones de famosos sobre el público en general acerca de la teoría de la evolución. En este estudio, en el que sea realizaron cuatro experimentos, los investigadores descubrieron que figuras públicas famosas, de la talla de George Clooney o Emma Watson, ejercían un gran poder de persuasión sobre temas que realmente no dominaban, mucho mayor ese poder en comparación con verdaderos expertos.
Por ejemplo, si recomendaban un libro sobre evolución, ejercerían una mayor credibilidad ante sus fans que si lo recomendaba un biólogo de verdad. A su vez, si estos dos actores recomendaban un texto que defendiera una tesis contraria a la evolucionista, esto es el mito de la creación cristiano, también tendrían bastante aceptación. Es decir, tanto si recomendaban un texto pro-evolución como uno anti-evolución, ejercían una influencia acorde a favor de una de esas dos posturas en la audiencia.
El motivo por el que Arnocky y colegas decidieran escoger como tema a estudiar la evolución es por su importancia en el ámbito educativo y social. Las tesis evolucionistas, al menos en los países desarrollados, son parte del currículo educativo, junto con otros variados temas. El objetivo de la ciencia en la educación es no solo expandir los conocimeintos de la población, sino protegerla de creencias pseudocientíficas que les puedan ser muy perjudiciales.
Pese a que este es el objetivo de la educación pro-ciencia, se ha visto una tendencia bastante preocupante en la población general acerca temáticas científicas muy variadas, siendo el apoyo a la teoría de la evolución uno de los aspectos más preguntados en encuestas sociológicas. Pese a que forma parte del currículo educativo, el apoyo a la idea de que la teoría de Darwin es aplicable a la especie humana apenas supera el 60% en países tales como Canadá, Estados Unidos o Reino Unido.
Aunque la mayoría de la población apoye esta idea, una minoría no menospreciable, cercana al 40%, se muestra contraria. Esta minoría, con características sociodemográficas variadas, se ve fortalecida o muy influida cuando el famoso de turno, como es el caso de Chuck Norris o Kirk Cameron opinan en contra de la evolución. Pese a no ser expertos en nada más allá de ser actores, estos dos personajes han dado su opinión y contribuido a expandir creencias contrarias a las pruebas científicas, fundamentadas en el desconocimiento de lo que es la evolución.
También tenemos casos de personas que ejercen una influencia mucho más potente en personas jóvenes. Es el caso del actor canadiense Justin Bieber, quien se cuestionaba la plausibilidad del Big Bang. Para Bieber no era posible que una gran explosión hubiera dado como resultado el Universo tal y como lo conocemos hoy en día, comparándolo a como si alguien pusiera lingotes en una caja, la sacudiera y tuviera, como resultado, un rolex de oro.
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¿Pero por qué son tan creíbles los famosos?
Para poder explicar la psicología de la credibilidad en este contexto, debemos explicar cómo las figuras públicas son tan importantes para la mente colectiva. Los famosos, aprovechando su visibilidad e influencia, dan sus opiniones y la gente los consideran más creíbles por un motivo aparentemente sencillo: son modelos de comportamiento, personas en las que muchos querríamos parecernos. Su opinión es vista como un rasgo que se quiere adquirir y no son pocos quienes lo incorporan en su repertorio de creencias.
Cabe decir que esto no es siempre así. Por ejemplo, si somos fan de un cantante que ha dicho que la evolución es simplemente una patraña pero nosotros hemos estudiado la teoría de Darwin y sabemos qué evidencias hay (registro fósil, extremidades homólogas en diferentes especies, genética...) es posible que lo que nos ocurra es que entremos en un conflicto psicológico, o mejor dicho, disonancia cognitiva. No por opinar distinto, o saber que el cantante se equivoca, necesariamente debemos dejar de escucharle, pero es posible que no nos deje indiferente.
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La credibilidad puede ser peligrosa
Creer que la teoría de la evolución no es real, aunque es un signo de desconocimiento científico, no es algo necesariamente peligroso. ¿No crees que todos los organismos del planeta tienen un origen común y que se han ido adaptando a los eventos? Ningún problema, no te lo crees y ya está. El problema es cuando se bulos que afectan directamente sobre la salud.
En los últimos años los movimientos New Age han ido adquiriendo mucha fuerza. Puede que sea por su misticismo, por ser exóticos y extraños y, como a los seres humanos nos chifla lo novedoso, pues nos acercamos a ellos como las moscas a la miel. Pero, pese a la naturaleza propia del ser humano medio, no es para nada ignorable la influencia de personajes que han fomentado creer en pseudociencias, como por ejemplo, Gwyneth Paltrow.
Otros se van al mundo de las conspiraciones, como por ejemplo el futbolista Íker Casillas poniendo en duda que el ser humano pisara la Luna, pese a que la misión Apollo dejó ahí reflectores láser para poderlo demostrar con el pasar de los años, o actores como Jim Carrey y Robert De Niro quienes pusieron en duda los efectos beneficiosos de las vacunas, poniéndose de lado de quienes creen que causan autismo. Si bien lo de la Luna lo podemos pasar un poco por alto, lo de las vacunas no.
En los últimos años la cantidad de “buenos” padres que han privado a sus hijos de una necesaria vacunación ha ido en aumento. Esto no es sólo malo para sus retoños, quienes están más expuestos a enfermedades que son, en realidad, potencialmente prevenibles. Otras personas quienes no se pueden vacunar por condiciones médicas varias corren el riesgo de que los niños de los padres anti-vacunas les pasen enfermedades y no se puedan defender de ellas por no tener un buen sistema inmunológico. Además, se puede deducir de esto que los anti-vacunas prefieren ver a sus hijos muertos antes de que sean autistas.