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Dolor emocional: qué es y cómo gestionarlo


Sentir dolor es algo que no le gusta a nadie, siendo algo desagradable a pesar de tener un origen y una función evolutivamente adaptativa. Probablemente cuando pensamos en el dolor lo hacemos en un dolor de tipo físico, en heridas o enfermedades.

Pero también existe otro tipo de dolor, que todos hemos sentido en algún momento y que nos genera un gran sufrimiento: el dolor emocional que pueden causarnos nuestras vivencias o la falta de estas. Es sobre este último tipo de dolor del que vamos a hablar a lo largo de este artículo.

El dolor emocional: ¿qué es y cuáles son sus causas?

Aunque no es algo desconocido para nadie, denominamos dolor emocional a todo aquella sensación de padecimiento o sufrimiento generado a nivel psíquico sin que medie para su aparición un motivo físico. Las causas del dolor emocional son puramente mentales, y generalmente hacen referencia a la vivencia de algún tipo de experiencia aversiva (siendo pues su origen generalmente ambiental).

Existe una cantidad prácticamente ilimitada de situaciones que nos pueden generar este malestar. Algunos ejemplos que suelen generar este tipo de dolor son las rupturas y desengaños amorosos, las peleas y conflictos serios con seres queridos, la pérdida de capacidades, la aparición de una enfermedad grave, crónica o incluso terminal o la muerte de personas a las que queremos.

Al igual que ocurre con el dolor físico, el dolor emocional es en cierta medida funcional y adaptativo: nos permite que evitemos situaciones dolorosas o busquemos protección ante acontecimientos aversivos. Sin embargo deja de serlo cuando se convierte en un sufrimiento prolongado en el tiempo o permanente o supera las capacidades y/o recursos personales.

Puede generar alteraciones físicas

El dolor emocional es un tipo de padecimiento que se sufre a nivel psíquico, no apareciendo por la presencia de una enfermedad médica (o al menos no como efecto directo de la enfermedad) o de algún tejido u órgano deteriorado o lesionado. Sin embargo, lo cierto es que el dolor emocional y el físico están vinculados, y el primero puede llegar a provocar una afectación a nivel fisiológico: es posible que lleguemos a somatizar nuestro sufrimiento emocional.

Somatizar es expresar a través del cuerpo el malestar propio del sufrimiento originado a nivel psicológico, pudiendo aparecer sintomatología en forma de dolor experimentado como físico en diferentes partes del cuerpo. Este dolor no tiene una causa orgánica, o bien si existe alguna enfermedad real esta no es la causante del dolor o este no debería ser tan intenso como el experimentado. Eso sí, el dolor no es irreal ni fingido si no que es percibido en realidad.

Algunas de las diferentes molestias que el dolor emocional puede causar es la presencia de dolores de espalda, vómitos y diarreas, episodios febriles, cefaleas y mareos. También pueden aparecer problemas gástricos o disfunciones sexuales como disfunción eréctil o pérdida de la líbido. En casos muy extremos podría incluso llegar a provocar bloqueos en funciones básicas como el habla o el movimiento, e incluso perder la sensibilidad de alguna extremidad.

Gestionar el dolor emocional

El dolor emocional y el sufrimiento que genera son, como hemos dicho, adaptativos en un principio. Debemos permitirnos sentirlo, y no evitarlo o esconderlo, valorándolo como algo que puede ser muy natural como respuesta a una situación dada. Si alguien que nos es querido muere o decide cesar su relación con nosotros, es lógico y normal tener un elevado nivel de sufrimiento, un estado de ánimo triste y que disminuyan los niveles de energía y las ganas de hacer cosas. Sin embargo, el paso del tiempo y la llegada de nuevas vivencias van a contribuir a que poco a poco gestionemos nuestro dolor y salgamos adelante, superándolo.

Será cuando no podamos gestionarlo, limite nuestra vida en gran medida o seamos incapaces de adaptarnos a la nueva situación en que será necesario algún tipo de actuación o bien recurrir a algún tipo de ayuda profesional.

Lo primero es reconocer la existencia de dolor emocional, validarlo y tener en cuenta que cada experiencia dolorosa supone un proceso más o menos prolongado para superarse. Asimismo será necesario identificar las emociones que generan el sufrimiento y los eventos que las han provocado, en el caso de que no sean ya conocidos.

Tras ello, debemos permitir que estas sean expresados y fluyan, procurando aprender a modificarlas o incluso introducir experiencias que generen emociones incompatibles con el sufrimiento. La búsqueda de alternativas y de soluciones a los motivos del sufrimiento, o la experimentación de nuevas experiencias, nos pueden ser de gran ayuda de cara a superar el dolor.

Un aspecto muy a tener en cuenta en caso de somatización: si bien es posible trabajar e incluso tratar con éxito los síntomas físicos derivados no será posible una recuperación completa a menos que se trate la causa del dolor emocional, ya que probablemente volverá a reaparecer.