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María Hernández Mendoza: «El duelo no es un proceso lineal»


El duelo que sufrimos tras perder algo o alguien importante para nosotros es una experiencia dolorosa cuyos sentimientos y emociones no pueden ser expresadas totalmente a través de las palabras.

Sin embargo, esto no significa que esta vivencia sea algo totalmente privado e individual, algo que empieza y termina en los límites de nuestra cabeza. Lo que hay a nuestro alrededor influye en (y se ve influido por) el duelo, y en concreto, nuestra familia tiene un papel muy relevante en este sentido.

Precisamente de ello hablaremos con María Hernández Mendoza, experta en terapia familiar, que en esta entrevista abordará con nosotros el tema del duelo y las familias.

Entrevista a María Hernández Mendoza: cómo afrontar cualquier duelo por parte de los miembros de la familia

María Hernández Mendoza es trabajadora social experta en la aplicación de la terapia familiar sistémica, y forma parte del equipo directivo de Centro de Atención Familiar Moma, entidad especializada en la atención a las familias y en la intervención en casos de duelo psicológico. En esta entrevista hablamos con ella sobre la vivencia del duelo psicológico en el contexto familiar.

¿Qué es exactamente un proceso de duelo?

El duelo es un proceso emocional que atravesamos las personas tras algún tipo de pérdida; dicho proceso requiere de una elaboración personal para poder adaptarnos a una nueva situación que se nos está presentando.

Es un hecho al que tendremos que enfrentarnos a menudo a lo largo de nuestra vida debido a nuestra condición de mortales y a las distintas etapas de las que se compone la vida. No se trata de un proceso lineal ni estático, ya que puede haber altibajos y la reacción de cada persona es difícil de prever.

¿Podría decirse que el duelo consiste en un esfuerzo por adaptarse a una realidad en la que ya no está ahí algo o alguien que formaba parte de nuestra identidad?

Exactamente, así es. Los paradigmas que definían nuestra realidad han cambiado, algo o alguien a quien queríamos o nos sentíamos apegados ya no está, por lo que nos llevará un tiempo asimilar la situación, teniendo para ello que transitar un camino en ocasiones doloroso.

Los seres humanos somos animales de costumbres, y los cambios que nos trae la vida nos afectan en gran medida. Nos da miedo que la vida nos plantee retos, porque tendemos a querer tener el control de todo. Nos gusta la seguridad y la certidumbre.

¿Consideras que es un error asumir que el duelo es un fenómeno básicamente individual, que incumbe a una persona y a sus propias emociones?

Si considerásemos este fenómeno como algo únicamente privado e individual, estaríamos simplificándolo; es cierto que el individuo ha de realizar el proceso a su manera y valiéndose de sus propios recursos, pero no hemos de olvidar que como seres sociales que somos necesitamos el apoyo y la validación de los demás, quienes además también se sienten a veces afectados en mayor o menor medida por lo que a nosotros nos ocurre.

Hay que recordar que muchos duelos llevan aparejados una serie de ritos, como pueden ser los funerales u otro tipo de celebraciones y que se caracterizan por su connotación y reconocimiento social.

¿Cómo pueden las dinámicas familiares facilitar o complicar un proceso de duelo?

Como en otras muchas situaciones de la vida, la familia puede ejercer un gran influjo tanto en el sentido positivo como en el negativo. El apoyo de la familia puede significar mucho a la hora de superar una pérdida: puede constituir un entorno que aporte protección y calidez, de forma que amortigüe los sentimientos que cada persona está experimentando a la vez que es un medio en el que se nos está permitido expresarnos sin miedo a la vergüenza, además nos ofrece compañía, simplemente el hecho de sentirnos acompañados ya tiene en sí un efecto terapéutico.

Hay estudios que demuestran la relación entre recibir amor y la mejoría de los problemas de salud, lo que indica que las personas amadas ya cuentan con un factor de protección.

Por último, nos mantiene firmes a la realidad, ya que nos recuerda cuáles son nuestras rutinas y quehaceres diarios, circunstancia que es muy positiva para reconducir nuestra vida cotidiana.

En el caso de que formemos parte de una familia y no sintamos ese apoyo o protección, podríamos tener la sensación de estar más aislados y podría haber más tendencia a desarrollar síntomas físicos o psicoemocionales.

Además de la pérdida de seres queridos debido a la defunción, ¿qué otros tipos de duelos son más habituales entre los que afectan a toda la familia?

La pérdida de un trabajo, especialmente cuando afecta a la situación económica del grupo familiar, puede ser relevante. También la aparición de una enfermedad grave o incapacitante en alguno de los miembros suele influir de forma impactante, sobre todo si las pérdidas se producen de manera inesperada, porque el proceso de adaptación ha de llevarse a cabo en poco tiempo. En este último caso, los familiares suelen volcarse en el paciente, lo que a menudo repercute en otras facetas de la vida familiar.

Otra situación habitual de duelo es la que se produce tras la ruptura de una relación sentimental o de amistad.

¿Cuáles son las estrategias o ideas clave más útiles de las que una familia puede partir para superar un duelo?

Una familia en estas circunstancias debe permitir a sus miembros expresar sus sentimientos, por supuesto, canalizándolos de forma apropiada, sin agresividad y sin prejuzgar ni coartar a nadie. Cuando se produce esa expresión, cada persona lo vive a su manera, cada una es única a la hora de enfrentarse a los acontecimientos de la vida. El hecho de llorar más no significa que esa persona sea más débil.

Se debe dar espacio cuando se necesite y arropar cuando sea preciso, habrá momentos de soledad y otros de acompañamiento, si no sabemos distinguirlos, basta con preguntar. Algunas personas necesitan más contacto físico que otras y debemos respetar esa diferencia.

Lo más importante es saber escuchar, estar disponibles, no tanto dar consejos o intentar animar a toda costa. Huir de frases hechas, si no sabemos qué decir, simplemente un “no sé qué decirte” es válido. En lugar de expresar "¿en qué puedo ayudarte?" o "llámame si necesitas algo", es mejor pasar a la acción y ofrecer ayuda concreta que observamos que es necesaria, por ejemplo: llevar comida preparada u ocuparse de recoger a los niños o de realizar trámites para los que la persona no se ve capacitada en esos momentos, pues a menudo nos cuesta pedir lo que nos hace falta.

Darse apoyo los unos a los otros, incluso cuando lo peor haya pasado (que será cuando la gente de nuestro entorno esté menos volcada en nosotros), y estar pendientes de las señales de conducta de los demás miembros, especialmente de los niños que suelen tener menos herramientas para afrontar estas situaciones. Cuidarse y cuidar de los otros tanto física como emocionalmente.

Es importante saber pedir ayuda profesional si observamos que, pasado un tiempo prudencial, algún miembro es incapaz de retomar sus actividades diarias, su rutina normal o tiene conductas de riesgo para sí mismo o para los demás. En este caso y mediante técnicas de carácter cognitivo-conductual, entre otras, se trabaja de forma personalizada con el paciente a lo largo del proceso terapéutico.

Igualmente, sería conveniente acudir a especialistas si detectamos que el duelo dura más de lo que sería esperable, pues podríamos estar ante un duelo patológico, la clave para distinguirlo es la impresión de que la persona se ha quedado atascada en el pasado.