5 ideas clave para comprender la depresión
La depresión mayor es una alteración psicológica que a menudo es explicada a través de conceptos muy vagos y generales. Hasta cierto punto no resulta extraño, dado que esta alteración psicopatológica es complicada de abarcar, dada su complejidad.
En este artículo veremos con algo más de detalle en qué consiste este trastorno psicológico, a través de un recorrido por varias ideas clave para entender lo que es la depresión.
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Ideas clave para comprender la depresión mayor
Con los trastornos psicológicos más frecuentes ocurre mucho que precisamente por formar parte de la cultura popular, es fácil que surjan mitos y deformaciones conceptuales acerca de ellos. Esto ocurre también con la depresión, una psicopatología de la que prácticamente todo el mundo ha oído hablar pero de la cual pocos conocen bien sus detalles.
Esto último es normal, claro; nadie está obligado a saberlo todo, y más ante conjuntos de conocimientos llenos de matices y complejidades, como pasa con la naturaleza cambiante y variante (según el individuo que los desarrolla) de los trastornos mentales.
Sin embargo, sí resulta importante conocer al menos algunas ideas básicas acerca de los trastornos depresivos en general; gracias a esto será más fácil detectar sus síntomas rápidamente y buscar ayuda profesional a tiempo, ayudar a las personas de nuestro entorno que pueden estar sufriendo esta alteración, e incluso no culparse por el malestar que genera la psicopatología.
En este sentido, aquí encontrarás, a modo de resumen, una serie de ideas clave que te ayudarán a comprender qué es y cómo se comporta la depresión mayor.
1. No es una enfermedad puramente médica
Todos los trastornos psicológicos tienen parte de sus causas en procesos biológicos que surgen a partir del funcionamiento del cuerpo, y especialmente, aquellos que tienen que ver con la actividad nerviosa del cerebro y con la producción y regulación de hormonas.
Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre con las enfermedades típicamente abordadas por la medicina, también es cierto que gran parte de las causas y los desencadenantes de la depresión no son de tipo biomédico, sino psico-social. Si bien una infección vírica o una lesión muscular puede ser analizada y abordada clínicamente teniendo en cuenta ciertas estructuras moleculares y tejidos celulares que se encuentran únicamente en ese individuo, en los problemas psicológicos el problema no puede ser reducido a lo que ocurre en el interior de la persona, sino que se extiende también a su contexto: al modo en el que interactúa con él en su día a día, y a la manera en la que este le influye a él.
Por eso, para superar la depresión hay que intervenir en los procesos psicológicos que se plasman en las acciones de la persona. Estas acciones pueden consistir en patrones de comportamiento observables (como por ejemplo pasarse muchas horas del día sin salir de la cama o del sofá) y otros que consisten en procesos mentales (como por ejemplo aferrarse a creencias pesimistas sobre uno mismo).
2. Nadie tiene la culpa de sufrir depresión
Por lo que hemos visto en el apartado anterior, la depresión tiene una vertiente comportamental. Sin embargo, no deberíamos caer en el error de asumir que cada persona que ha desarrollado depresión tiene la culpa de ello.
No debemos olvidar que el hecho de que algo no tenga causas únicamente biológicas no significa que sea una fabricación propia, o que simplemente habiendo tomado una serie de decisiones, la psicopatología no habría surgido.
Mientras que muchas de las complicaciones con causas biológicas que nos afectan son fácilmente tratables (por ejemplo, problemas de visión tratables con gafas o con cirugías), numerosas formas de malestar psicológico que nos afectan en el día a día aparecen en nosotros a partir de aprendizajes que realizamos de manera automática e inconsciente, y a pesar de que nos vienen dadas por nuestras interacciones sociales, somos incapaces de “eliminarlas” de raíz de nuestra manera de comportarnos y de sentir. Por ejemplo, el efecto de haber perdido a un ser querido, que no existiría si no hubiéramos desarrollado un vínculo emocional con esa persona.
En definitiva, que algo tenga orígenes en los aprendizajes que hemos ido realizando y en los patrones de comportamiento que hemos interiorizado no tiene nada que ver con nuestra capacidad para controlar ese fenómeno psicológico, del mismo modo en el que ciertas alteraciones médicas pueden ser solucionadas en cuestión de horas y otras duran toda la vida.
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3. La principal emoción de la depresión no siempre es la tristeza
Muchas personas creen que la depresión es algo así como la tristeza llevada al extremo, pero esto no es cierto. En primer lugar, la diferencia que hay entre sufrir depresión y no sufrirla es cualitativa, no cuantitativa: no se trata de experimentar una gran cantidad de tristeza o de cualquier otro tipo de emoción normal, sino de sufrir síntomas que, en conjunto, no se dan en las personas sin problemas de salud mental.
En segundo lugar, muchas personas con depresión ni siquiera utilizan el término “tristeza” para expresar lo que sienten: es incluso más habitual hablar de desinterés, falta de motivación o desesperanza, refiriendo un aplanamiento afectivo ante el cual la tristeza supondría una emoción más intensa que lo que uno siente.
4. El problema es el malestar, no la “etiqueta”
Aquello que hay que superar no es “la etiqueta” de ser una persona con depresión, sino el malestar en sí mismo. Los trastornos psicológicos no son una parte esencial de la identidad de una persona, dado que si lo fueran, no habría motivos para tratarlos, y por otro lado se sabe que en la mayoría de los casos son tratables y pueden ser mitigados a través de la terapia.
Decir que alguien tiene depresión tan solo significa que ha desarrollado una serie de formas de malestar que resulta útil llamar “depresión” para comprender su funcionamiento y ofrecer soluciones; esto no implica que el concepto “depresión” sea indisociable del “Yo” de la persona. En todo caso, lo que formará parte de la identidad de ese individuo es el conjunto de acciones que realizará para relacionarse con ese trastorno mientras dure este último.
5. La depresión se solapa mucho con la ansiedad
Aunque todo lo relacionado con la depresión nos haga pensar en personas “apagadas” o con una actitud pasiva y un sentimiento de indefensión ante la vida, a la práctica su manera de experimentar la vida suele ser más compleja.
Por ejemplo, muchas personas que han desarrollado depresión payor presentan también problemas de ansiedad; esto es lo que se conoce como un cuadro ansioso-depresivo. En casos así, los síntomas como la desmotivación y la desesperanza se combinan con momentos en los que la persona experimenta una alta actividad nerviosa que la lleva a estar en “estado de alerta”, atenta a la menor señal de que tiene que reaccionar rápidamente ante un otencial peligro.
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