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¿La soltería se vincula a un bajo estado de ánimo?


No es ningún secreto que instituciones como el matrimonio y la familia han tenido una gran importancia históricamente. Más allá de formar parte de meras tradiciones en el sentido folclórico de la palabra, su existencia ha formado parte del núcleo de organización social, política y económica de muchas sociedades humanas.

Por ello, conceptos como “casarse” o “estar soltero/a” influyen en nuestra manera de entender la vida y lo que deben ser nuestros planes de futuro; no podemos permanecer al margen de ellos aunque lo pretendamos. Así pues, a las implicaciones sociales hay que sumarles las implicaciones psicológicas de percibirse a uno mismo (y a los demás) como solteros o no solteros.

Y, de hecho, hay muchos mitos e ideas preconcebidas acerca del hecho de no tener pareja estable, precisamente porque le prestamos mucha importancia a ese fenómeno.

Aquí ahondaremos en el tema de hasta qué punto la soltería va de la mano de un bajo estado de ánimo, y el modo en el que lo que ocurre a nuestro alrededor influye en nuestra percepción de las personas solteras.

La soltería y el equilibrio emocional

Tal y como he adelantado, es muy habitual percibir la idea de la soltería a través de un conjunto de ideas preconcebidas y estereotipos que distorsionan y “contaminan” la realidad que hay detrás de ellos. En primer lugar, los roles de género son un elemento que durante décadas han estado sesgando nuestra visión de lo que supone ser un hombre soltero o una mujer soltera.

En el primer caso, una opción legítima siempre y cuando vaya acompañada de un proyecto de vida basado en el esfuerzo y que haga inevitable ese modo de vida; en el segundo caso, un aspecto que hace a una mujer deseable en su etapa más joven, o un estigma ligado al fracaso si la mujer soltera pasa de cierta edad.

En cualquier caso, durante mucho tiempo se ha asumido que la opción “por defecto” para la mayoría de hombres y para todas las mujeres pasa por el noviazgo primero y luego por el matrimonio, lo cual ha favorecido que surja una visión negativa acerca de la soltería.

Estas inercias culturales llevan a muchas personas a pensar, incluso hoy en día, que solo es soltero quien no puede ser otra cosa. La ausencia de una pareja sería el resultado de una incapacidad para agradar o para llevar un estilo de vida lo suficientemente disciplinado y virtuoso como para convivir con alguien y mantenerlo a su lado a medio y largo plazo.

Y de ahí que en la actualidad no sea raro pensar que si alguien se mantiene en un estado de soltería durante muchos años o pasada su juventud, “algo vaya mal” en su vida. Que sea una persona triste, o con un bajo estado de ánimo causado por su proyecto de vida aparentemente fracasado.

Pero, más allá de estos tópicos y estigmas sociales… ¿Hasta qué punto es cierto que la soltería se vincula a un bajo estado de ánimo y un pobre equilibrio emocional en general?

Soltería no equivale a sentirse solo

El primer gran mito a desmentir es la creencia de que quien se mantiene soltero o soltera se mantiene en un estado de soledad no buscada o no deseada. Hoy en día sabemos que las personas solteras son perfectamente capaces de ser felices incluso no aspirando a casarse o a tener pareja a largo plazo.

La mente humana es muy flexible en todos los sentidos, y esto pasa también por nuestra capacidad para estar contentos con nuestras vidas a través de diferentes maneras de vivir la vida. No hay ninguna limitación innata o genética que nos impide estar bien con nosotros mismos si no tenemos novio o novia, esposo o esposa.

Estar soltera

Focos de malestar vinculados a la soltería y a la vida en pareja

Ahora bien, es cierto que si ampliamos el foco y adoptamos un punto de vista probabilístico, la soltería se asocia más a determinados factores de desequilibrio emocional que el modo de vida en noviazgo o matrimonio… y viceversa.

Es decir, que entre las personas solteras hay determinados problemas psicológicos que son relativamente más frecuentes o tienen más capacidad de causar daño si se dan ciertas circunstancias, mientras que la no soltería está más próxima a otras fuentes de malestar o infelicidad. Se trata únicamente de tendencias estadísticas, así que eso no implica que estar soltero o en una relación implique sufrir uno de esos problemas.

Actualmente, se ha observado que existen pequeñas vinculaciones entre la soltería y las siguientes experiencias (cabe insistir, asociaciones de manera relativa):

  • Problemas de autoestima vinculados al físico y a las habilidades sociales
  • Desorganización y mala gestión del tiempo
  • Sentimientos de soledad
  • Problemas de sueño

Por otro lado, la vida en pareja tiende a otra clase de elementos de disconfort psicológico; sobre todo problemas de estrés y, en algunos casos, de autoestima causada por el estado económico-social de uno mismo.

Además, si bien el nivel de felicidad declarada por quienes están en una relación de pareja satisfactoria es algo mayor, en promedio, que el de las personas solteras, el nivel de felicidad de los y las solteras es mayor que el de quienes están en una relación de pareja que no les resulta del todo satisfactoria. No hay que olvidar que involucrarse en una relación romántica tiene costes significativos: menos tiempo para uno mismo, la necesidad de coordinar constantemente las actividades, ajustarse a las necesidades de la otra persona al convivir, etc.

Sin embargo, cabe destacar que estas diferencias, aún partiendo de una óptica general y de la estadística, no son muy grandes, y es posible que con el paso del tiempo y las transformaciones sociales y tecnológicas vayan cambiando.

El modo de experimentar la soltería va ligada al contexto social

Otro ejemplo de hasta qué punto no existe un estado psicológico asociado a “la esencia” de lo que significa ser alguien soltero o soltera, el hecho de que en cuestión de pocas semanas, la experiencia de tener o no tener pareja puede cambiar por completo dependiendo de lo que ocurre a nuestro alrededor, lo tenemos en la crisis del coronavirus.

Sabemos que la pandemia ha propiciado la aparición de casos de depresión y de ansiedad, y que se ha cebado especialmente con las personas que se han visto obligadas a permanecer aisladas en su casa a solas. Este tipo de aislamiento social no solo tiene una mayor capacidad de desgastar psicológicamente a las personas solteras; además, al no contar con apoyo directo en caso de vivir solas, puede predisponer a la aparición de patrones de sueño alterados, consumo de sustancias, etc.

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