Tópicos Ansiedad Dolor

¿Puede la ansiedad provocar dolores musculares?


La conexión entre mente y cuerpo no es tan mística como muchos pudieran pensar. De la misma forma que cuando nos duele alguna parte podemos estar enfadados o tristes a causa de ello, la relación inversa también existe.

Nuestro estado emocional influye en la gravedad y la cantidad de síntomas físicos que podemos manifestar, sean o no relacionados con una enfermedad física real. La depresión, el estrés y, en especial, la ansiedad, pueden empeorar nuestra salud física.

De todas las dolencias que podemos sentir, ¿puede la ansiedad provocar dolores musculares? A continuación veremos la respuesta.

¿Puede el alto nivel de ansiedad generar dolores musculares?

Se sabe que la mente y el cuerpo están conectados de forma bidireccional. La salud mental y la física se influyen mutuamente y, cuando una está alterada, es cuestión de tiempo que la otra se vea igualmente perjudicada, aunque no seamos conscientes de ello. Por ejemplo, cuando nos rompemos una pierna el dolor va a producir tristeza, nerviosismo e ira y, aunque ya la tengamos escayolada, será inevitable que nos sintamos frustrados al no poder caminar como de costumbre durante un buen tiempo.

La relación inversa también existe. Si nuestro estado anímico está alterado nuestra salud física se verá perjudicada tarde o temprano. Si estamos deprimidos o preocupados nuestra salud física se resentirá, principalmente debilitándose el sistema inmunológico haciendo que tengamos más predisposición a caer enfermos. Al tener un estado anímico bajo nuestro organismo también ve reducida su capacidad de respuesta ante patógenos.

Pero si bien la depresión es un problema relativamente común, no lo es tanto como la ansiedad. La ansiedad la podemos definir como un estado mental en el que la persona vive una elevada inquietud, intensa excitación y extrema inseguridad. Se trata de un mecanismo de respuesta del organismo ante una situación percibida como peligrosa tanto para la integridad física y mental, preparándonos para emitir una conducta de huida o de lucha.

La ansiedad es una respuesta innata de la que no podemos deshacernos, ni tampoco conviene patologizarla a la mínima que aparece. Aún así, a niveles elevados induce problemas en el organismo, convirtiéndose en una patología dañando tanto nuestra salud mental como física. En los trastornos de ansiedad esta emoción, lejos de activarnos para hacer frente a una amenaza que nos puede dañar, se convierte en una amenaza en sí misma.

Psicosomatización, ansiedad y dolores de tipo muscular

Las enfermedades psicosomáticas son aquellas dolencias físicas cuya causa está relacionada con un problema psicológico. Se cree que casi el 12% de la población europea sufre este tipo de molestias y se ha hipotetizado que la cuarta parte de las personas que acuden a los servicios de atención primaria, aquejados de dolores musculares y otras dolencias físicas, su problema real está en la mente. Dado lo común que es la ansiedad no es de extrañar que sea el principal problema psicológico que explique estos casos.

Se considera que una persona sufre somatizaciones cuando presenta uno o más síntomas físicos y, tras haberse sometido a un examen médico, estos síntomas no pueden ser explicados por una patología médica conocida o, en caso de que sí lo sea, los síntomas y sus consecuencias son demasiado graves en comparación con un cuadro típico de esa enfermedad. La gravedad de los síntomas y la incerteza por no conocer de dónde vienen causa gran malestar en distintos ámbitos de su vida.

Los dolores musculares son problemas muy comunes en la población. En la mayoría de los casos en que la causa es de tipo psicológico los afectados acuden a los servicios médicos varias veces. Debido a la saturación de los servicios médicos y a lo difícil que es diagnosticar a la primera los dolores musculares causados por ansiedad, los profesionales recetan calmantes, centrándose solamente en los síntomas físicos de la enfermedad.

Cuando decimos que los dolores musculares pueden estar provocados por ansiedad no estamos diciendo que, necesariamente, la persona tenga un trauma infantil o un trastorno de la ansiedad, lo cual ha producido su problema físico. Perfectamente esta persona puede estar sufriendo ansiedad de forma diaria y ni siquiera darse cuenta. Es profundizando en su vida diaria y haciendo análisis de cómo es su día a día podemos ver que está sometida a pequeños episodios de ansiedad que, aunque en apariencia inofensivos y minúsculos, acumulados pueden psicosomatizar en dolores de espalda.

En otras ocasiones los médicos, al ver que no encuentran una causa física que explique estos dolores, comprenden que detrás podría haber un problema de ansiedad y saben que deben derivar al paciente a un psicólogo. El problema es que en muchas ocasiones los propios pacientes niegan tener problemas de ansiedad, considerando que esto o bien es un mal diagnóstico por parte del médico o bien no entienden muy bien qué relación puede haber entre ansiedad y dolores musculares.

¿Por qué no vamos al psicólogo cuando nos duele la espalda?

Esta pregunta puede parecer muy obvia de primeras. La lógica nos hace pensar que si tenemos un dolor de espalda tiene que deberse, por necesidad, a un problema físico. Los seres humanos, a la hora de enfrentarnos a un problema, tendemos a buscar soluciones que compartan su misma naturaleza, y en el caso de la salud física es muy evidente. Si tenemos problemas musculares buscamos a un médico especializado en este tipo de dolores, y si tenemos problemas estomacales uno especializado en el tracto digestivo.

Nos gusta pensar que un problema se va a solucionar con algo que esté relacionado con ello. Es por esto que, cuando al acudir a consulta médica el profesional le indica al paciente que quizás su problema se deba a un problema psicológico la persona se muestra un tanto escéptica. “¿Cómo puede solucionar un psicólogo mi dolor de espalda? ¿Seguro que no se debe a un golpe o a una mala postura? ¿Qué va a tener que ver la ansiedad con que me duela la espalda?” se preguntará muy sorprendido el paciente.

Pese a que se ha avanzado mucho haciendo que la población deje de ver al psicólogo como aquel que trata a las personas que están “locas”, no son pocas las personas que tienen muy interiorizada la idea de que acudir a uno de ellos es confirmar que ellas mismas están “mal de la cabeza”. Como tienen miedo de que el psicólogo les encuentre algo que no quieren saber, muchos de estos pacientes recurren a terapias alternativas, desconfiando de los médicos y temiendo a los psicólogos, quienes creen que poco van a hacer para calmar sus incapacitantes dolores musculares.

Así pues no es extraño encontrar a cientos de personas aquejadas de dolores musculares que dicen haberlo probado todo: acupuntura, flores de Bach, homeopatía, osteopatía, reiki, meditación, todo tipo de masajes… Creen que estas prácticas son menos invasivas que la medicina convencional y más efectivas que la psicología. La medicina convencional y la psicología se basan en métodos demostrados científicamente, y aunque su grado de intervención sea más invasivo que muchas de estas prácticas, también es muchísimo más efectivo.

Además, como crítica a todas estas prácticas, en la mayoría de los casos pseudocientíficas, es que, pese a que dicen alejarse de la medicina convencional, sí que coinciden con ella en el hecho de que se centran en los síntomas físicos, no en los problemas psicológicos detrás de los dolores musculares. La medicina convencional lo hace recetando calmantes, ansiolíticos u otras sustancias centradas en el dolor, mientras que las prácticas anteriormente mencionadas lo hacen con técnicas que no hacen absolutamente nada (p. ej., reiki).

En la actualidad, tanto la medicina conductual como la psicología de la salud conocen y tratan de profundizar más sobre la relación mente-cuerpo. Es por ello que tratan desde una perspectiva más amplia al individuo, teniendo en cuenta cómo los factores biológicos, psicológicos y sociales influyen en la aparición, mantenimiento y resolución de todo tipo de problemas físicos.

Referencias bibliográficas:

  • Stein MB, et al. (2017) Treating anxiety in 2017: Optimizing care to improve outcomes. JAMA;318:236.
  • Andrews, G. (2003). The treatment of anxiety disorders: clinician guides and patient manuals (2nd ed.). Cambridge, UK; New York, NY: Cambridge University Press.
  • Antony, M. M., Orsillo, S. M., Roemer, L., & Association for Advancement of Behavior Therapy. (2001). Practitioner''s guide to empirically based measures of anxiety. New York: Kluwer Academic/Plenum Publishers.
  • Bobes García, J. (2001). Trastornos de ansiedad y trastornos depresivos en atención primaria. Barcelona, etc.: Masson.
  • Brinkerhoff, S. (2004). Drug therapy and anxiety disorders. Philadelphia: Mason Crest Publishers.
  • Cano-Vindel, A., & Miguel-Tobal, J. J. (1990). Diferencias entre sujetos normales y psicosomáticos en el patrón de respuestas de ansiedad ante diferentes tipos de situaciones ansiógenas. / Differences between healthy and psychosomatic subjects in the pattern of anxiety responses in different types of situations. In C.O.P. (Ed.), Psicología y Salud: Psicología de la Salud (pp. 62-67). Madrid: Colegio Oficial de Psicólogos (COP)