Sentido de pertenencia: qué es y cómo influye en nuestro comportamiento
Se dice que nadie ama a su patria porque sea la más grande, la más rica o la más avanzada, sino porque es, simplemente, la suya. Esto mismo es extrapolable a cualquier otro grupo social, sea la familia, un pueblo o, incluso, los equipos deportivos y sus fans.
Las personas creamos nuestra identidad en base a cómo los demás nos perciben socialmente y, también, en la forma en que nos identificamos con unas personas u otras, sintiéndonos parte e integrados en una comunidad.
A eso lo conocemos como sentido de pertenencia, un fenómeno que la psicología social y la sociología han estudiado a fondo para tratar de ver cómo se forma y su relación con el favoritismo endogrupal, lo cual veremos a continuación.
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¿Qué es el sentido de pertenencia?
El sentido de pertenencia es el sentimiento o conciencia de formar parte de uno o varios grupos o comunidades. Tomamos como modelos de referencia estos grupos humanos, los cuales influyen directamente en nuestras características y percepción de nosotros mismos. En función de cuántos rasgos compartamos con los miembros de un determinado grupo más probable es que nos identifiquemos con el mismo, viendo a estas características como pruebas de formar parte de algo más grande.
El tamaño del grupo no importa. El sentido de pertenencia se puede formar en cualquier tipo de grupo y lo que realmente importa para que lo desarrollemos es, además de la cantidad de rasgos que compartamos con sus miembros, la importancia que tiene para nosotros ese mismo grupo. Un ejemplo de ello lo tenemos en la familia con la que, por muy pequeña que pueda ser, compartimos rasgos tanto físicos como comportamentales, además de una historia común y dependencia emocional y económica.
Si bien la familia es el primer grupo con el que establecemos contacto, siendo clave para nuestra supervivencia y desarrollo cultural y, por lo tanto, la primera comunidad con la que desarrollamos el sentido de pertenencia, no es la única. A medida que vamos creciendo establecemos contacto con diferentes grupos, como pueden ser los vecinos de una misma calle, los compañeros de la clase, otros niños con intereses similares y todo tipo de grupos sociales diferentes que moldearán nuestra identidad y despertarán diferentes sentidos de pertenencia.
Cualquier grupo social puede despertarnos un sentido de pertenencia, siempre y cuando nos identifiquemos con él y compartamos alguna característica. Este sentimiento es un fenómeno tan complejo como los grupos sociales y las identidades que pueda surgir a partir de ellos.
Nuestro sentido de pertenencia no se limita a la familia, pueblo o país en el que hayamos nacido, sino también a otros tipos de grupos sociales asociados a la cultura, la clase socioeconómica, equipos deportivos, raza, religión, profesión, aficiones y muchos más.
A continuación vamos a ver un breve listado con grupos sociales muy distintos que perfectamente pueden despertar un sentido de pertenencia en mayor o menor grado:
- Cultural: catalán, vasco, escocés, español, inglés...
- Equipo deportivo: del Barça, del Madrid, de los Lakers.
- Fan de cantante/grupo musical: Belieber, directioner, smilers, swifties.
- Tribus urbanas: emos, metaleros, punks, skinheads, queers.
- Religión: cristianos, judíos, musulmanes...
- Ideología política: comunista, socialista, liberal...
En muchas ocasiones, el sentido de pertenencia a un determinado grupo no depende del prestigio del mismo. Da igual si es un grupo económicamente muy importante, culturalmente muy extendido o socialmente muy influyente. Lo que hace que nos sintamos identificados con él es el simple hecho de haber nacido o crecido dentro de él, lo cual nos vale para justificar por qué es el mejor.
Si el grupo es pequeño, tenderemos a decir que hemos tenido suerte de formar parte de un selecto y exclusivo colectivo, y si es grande tenderemos a dar gracias por estar dentro de una comunidad tan importante.
Es por esto que cuando alguien comenta una limitación del grupo al que pertenecemos nos ponemos a la defensiva en vez de dejar que nos convenza. Un ejemplo clásico es cuando se critica a los nacionalistas catalanes sentirse solo catalanes y hablar catalán, diciendo que esta lengua no sirve fuera de su dominio lingüístico por tener pocos hablantes. El catalanista, lejos de dejar de serlo, va a defender todavía más el uso de su lengua y va a sentirse agradecido por hablar una lengua con menos hablantes que el español puesto que le da un toque de distinción.
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Su importancia evolutiva e histórica
La especie humana es un animal social, siendo el sentido de pertenencia una viva prueba de ello. Desde bien pequeños necesitamos sentirnos parte de un grupo mayor para poder recibir su protección y ayudarnos a desarrollarnos como individuos funcionales.
A medida que avanzamos en la historia de la humanidad, esta idea de pertenencia ha dejado de limitarse a la familia o a la tribu para pasar a proyectos más grandes, como ser de un país o de un grupo social específico, militar en él y recibir su protección a cambio.
Cuando somos pequeños necesitamos que nuestra familia nos alimente puesto que somos totalmente dependientes de los adultos. A medida que crecemos, aunque ganemos independencia individualmente y podamos salir adelante por nuestra propia cuenta, será muy difícil desvincularse de la familia y, todavía más complicado, hacerlo de la sociedad.
Necesitamos a los demás para seguir viviendo y, por esto, como mecanismo que garantiza nuestra supervivencia, nos identificamos en varios grupos, realizando intercambios de favores que nos permitirán ser individuos socialmente ajustados y adaptados.
De todas formas, el sentido de pertenencia no es algo estático, es decir, no tenemos por qué sentirnos siempre fieles a un mismo grupo social, sobre todo si vemos que algo ha cambiado en él y ya no sentimos que nos brinde la seguridad inicial. Los cambios sociales que puedan darse influyen en la forma en que nos sentimos parte de una comunidad, siendo un caso clásico la irrupción de la industrialización y la urbanización, que prácticamente acabó con la idea de comunidad en las grandes urbes.
La identidad grupal asociada al sentido de pertenencia tampoco tiene por qué ser inflexible y excluyente. Los límites que nos impiden formar parte de un grupo cambian y pueden volverse más permeables a medida que ese mismo grupo social es redefinido, haciendo que puedan sentirse identificadas con el mismo más personas. También puede pasar el proceso contrario, es decir, que el grupo se vuelva más selectivo o se parta en otras nuevas identidades, cambiando el sentido de pertenencia al grupo original.
Un ejemplo claro de identidad que se ha vuelto más permeable lo vemos en España. La idea de ser español ha ido cambiando y se ha vuelto más abierta a la diversidad. Si antes era español auténtico aquella persona blanca, descendiente de un largo linaje de españoles, de lengua materna la castellana y religión católica, ahora, con la llegada de personas procedentes de África y Latinoamérica, esto ha cambiado, haciendo que español se vea como español a aquel que se sienta como tal y esté culturalmente adaptado, dejando al margen su raza, religión, lengua materna y origen.
¿Cuándo se desarrolla en nuestra manera de socializar?
Como decíamos, al ser un fenómeno que se puede dar con cualquier tipo de grupo, el sentido de pertenencia a una comunidad puede darse prácticamente a cualquier edad y en cualquier contexto, motivado por cualquier fenómeno social. Además, el grado en que el grupo repercuta en nuestra identidad no depende directamente de la importancia social o del tamaño de la comunidad, aunque sí que puede verse influido.
Lo que sí se puede afirmar es que el primer grupo con el que sentimos el sentido de pertenencia es la familia, como hemos comentado antes, y que esto se da de una forma muy temprana. Muchas investigaciones habían apuntado que se puede ver esto en niños mayores de 4 años, quienes, ya sea hablando o por medio de sus acciones, tienen un marcado favoritismo endogrupal. Es decir, los niños de estas edades evalúan más positivamente a los miembros de su familia y, también, a los niños de su grupo de amigos o de su clase.
Esto se puede comprobar muy fácilmente yendo a una guardería en la que cada curso esté dividido en dos grupos (p. ej., la clase de los girasoles y la clase de las rosas). Si le preguntamos a un niño cuál cree que de los dos grupos clase lo hace mejor, muy probablemente nos dirá que el suyo.
No nos dará argumentos racionales, simplemente nos dirá cosas como “porque somos los mejores” o “porque nos llamamos así”. Ya tiene un cierto sentido de pertenencia y cae en el favoritismo endogrupal, valorando mejor al grupo al que pertenece por el simple hecho de pertenecer.
No obstante, parece ser que el sentido de pertenencia podría aparecer mucho más pronto, con tan solo 17 meses de edad. Una investigación llevada a cabo por Renée Baillargeon y Kyong-Sun Jin observó que niños de estas edades, tenían una ligera idea de endogrupo y exogrupo. Los bebés esperaban que los miembros de un mismo grupo se ayudaran entre sí, mientras que los miembros de dos grupos diferentes, si no se ayudaban, no desertaba sorpresa ni expectación en los infantes.
De acuerdo a esta investigación, parece que los seres humanos, ya de forma instintiva, esperamos que dos personas de un mismo grupo, quienes comparten características entre ellos, ya hayan desarrollado un sentimiento de formar parte de algo mayor a ellos y que, por lo tanto, se deben ayudar mutuamente para poder sobrevivir. Los bebés de estas edades parecen mostrar esta conducta, lo cual es verdaderamente sorprendente.
Referencias bibliográficas:
- Jin, K.-S. y Baillargeon, R. (2017). Infants possess a sense of ingroup support. Proceedings of the National Academy of Sciences114 (31) 8199-8204; DOI: 10.1073/pnas.1706286114