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Acompañar a mi hijo en la adolescencia: guía para padres y madres


Habitualmente, la adolescencia resulta una etapa de la vida en la que las relaciones familiares se tambalean, sufren cambios y se reajustan para crear una nueva estructura y dinámica relacional entre los padres e hijos, justamente estos últimos están desarrollando y validando su configuración interna más cercana al funcionamiento adulto.

Y los padres a su vez también se encuentran en un momento en el que es necesario chequear y reenfocar el estilo de crianza y de comunicación adaptándolo a las necesidades relacionales propias de la nueva etapa que están transitando los hijos.

Acompañando al hijo durante la adolescencia

En este movimiento y reajuste es cuando a menudo aparecen malestares, insatisfacciones, dificultad de entendimiento, sensación de incomprensión y sufrimiento para una o para varias de las partes implicadas en el desarrollo familiar.

Estas situaciones pueden ir desde aumento de discusiones, desacuerdos en horarios y cantidades de salidas, preocupación por la orientación profesional, como aparición de otras conductas más disruptivas y significativas por ambas partes que impliquen conductas de riesgo, ya sea agresividad, consumos, o otros reflejos del malestar a través de comportamientos poco saludables.

Mafalda

Muchas veces los hijos exponen la dificultad en ser, sentir y expresarse en su esencia, pudiéndose sentir poco comprendidos y acompañados en este momento en que internamente hay movimientos sobre lo que uno fue, lo que es y lo que imagina que quiere ser.

Las dificultades de la adolescencia

La adolescencia es un momento vital en el que aparecen nuevos focos de interés y vinculaciones fuertes fuera del círculo familiar, y la persona que está iniciando su etapa adulta se hace preguntas sobre sí misma, los otros y el funcionamiento del mundo.

No siempre las respuestas que se van a dar van a ser concordantes ni ajustadas al estilo y lo esperado por la familia, y eso va a provocar que a veces la diferencia sea de difícil aceptación, o simplemente por un instinto de protección paternal, en el que el deseo principal es evitar las malas experiencias a los hijos, pueda ser vivido por los hijos como una no aceptación de su diferencia e individualidad.

Por otro lado, los padres hablan de dificultades en entender los cambios que se están sucediendo y a veces sienten dificultad en sostener la oposición, la libre expresión o incluso para manejarse con aplicar los límites de una manera justa y sana.

Ajustar el estilo parental

A veces también resulta difícil para las figuras maternales-paternales reajustar el maternaje-paternaje al momento vital que están viviendo los hijos. Estos, durante la adolescencia también necesitan del acompañamiento de sus figuras paternales y maternales, pero este acompañamiento es importante que se ajuste a la edad y necesidad de cada persona. Los cuidados y formas de acercamiento no serán iguales con un bebé o en niños de primera infancia que con un adolescente.

Cuando esto no es consciente, las figuras maternales y paternales pueden encontrarse con rechazo e incomprensión y los hijos e hijas con vivencias de invasión y de no ser tratados conforme a su edad y sus necesidades reales.

¿Debemos los padres prescindir de límites y normas en esta etapa de los hijos?

¿Todo lo expuesto hasta el momento aboga por la ausencia de límites y por la aceptación de cualquier comportamiento dentro de la dinámica familiar? No.

La línea entre permitir y acompañar al otro en la expresión de sí mismo y a la vez poner límites de forma suficientemente consistente y estructural, a veces se presenta difusa y difícil de mantener en equilibrio, pudiendo dar situaciones en los que tanto padres e hijos se sientan confusos, incomprendidos y exigidos por la otra parte.

La experiencia profesional nos brinda continuamente la oportunidad de observar de forma reiterativa que debajo de esta dificultad de entendimiento la mayoría de veces se está hablando de Amor y del deseo de querer hacer lo mejor posible por el bienestar tanto del otro como propio.

Entonces… ¿Por qué habitualmente se dan tantos puntos de desencuentro? Es el momento en el que cabe preguntarse si lo que uno mismo cree que el otro necesita es realmente lo que el otro necesita… y siempre, la única y también la mejor manera de descubrir cuál es la necesidad o el deseo del otro es preguntar.

Al fin y al cabo, un bebé de meses no va a poder respondernos a la pregunta de si llora porque está cansado o tiene hambre, pero un adolescente tiene la capacidad y habilidad de identificar sus necesidades y expresarlas. Después de preguntar aparece la responsabilidad como adultos de referencia de acompañar y acotar esa necesidad o deseo a la realidad, es decir, de ayudar a entender si eso dada la realidad familiar y una gestión saludable se puede cubrir o no.

Derechos y deberes

Por ejemplo: el/la adolescente quiere tener una asignación semanal, es sano acordar las condiciones y a la vez limitar la cantidad a la realidad económica de la familia y al aprendizaje de una gestión sana del dinero, lo cual implica que no haya una asignación ilimitada, sea cual sea la condición económica familiar.

Cuando a pesar de preguntar los desencuentros persisten otra vía de abordaje pasará por que la parte que quiera abordar la situación dedique un tiempo a pensar y hacerse preguntas sobre qué está sucediendo, cómo se está sintiendo y cuál es su forma de actuar en el conflicto, para poder así diferenciar sus propias necesidades de las de los otros. Una vez esto esté claro, pedir al resto de los componentes encontrar un momento óptimo para comunicarse y buscar la solución de la manera más favorable para ambas partes.

En este encuentro la comunicación será mucho más efectiva si va dirigida a expresar y averiguar cómo se siente cada uno que si va dirigida a resaltar lo que los demás hacen o no hacen, esto último acostumbra a provocar que el interlocutor se sienta juzgado y exigido, y a la vez provoca que no se hable de las necesidades y de los deseos de ambas partes.

Si poniendo en práctica los consejos anteriores, los conflictos persisten o aparecen conductas de riesgo para una o varias partes de la familia, puede ser conveniente consultar un equipo profesional que determine dónde está la problemática y acompañe a los diferentes integrantes de la familia a elaborar y resolver las dificultades.

Texto de Virginia Tena.

Psicóloga de Adultos en ARA Psicología. Especialista en Trastornos de Alimentación y análisis transaccional integrativo relacional.