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Fisicalismo: qué es y qué propone esta filosofía


La experiencia cotidiana del ser humano, y su interacción con los entresijos de la realidad, le conduce a pensar que todo cuanto le envuelve tiene dos posibles sustancias: la tangible y la intangible. O lo que es lo mismo: lo que puede percibir y lo que no a través de los órganos de la sensación.

No obstante, lo cierto es que la "impresión" de nuestros sentidos anuncia exclusivamente una perspectiva de las cosas, a veces engañosa o sesgada, como la línea recta del horizonte (en comparación con la esfericidad de la tierra) o los movimientos aparentes del sol (que parece girar alrededor del planeta y no lo contrario).

Este velo, inherente a las limitaciones propias de nuestra biología, avivó cierto escepticismo entre algunos de los más grandes pensadores de la historia reciente; los cuales asumieron el testigo de quienes les precedieron en la busca de un sustrato elemental para todas las cosas del mundo, más allá de la dictadura perceptiva de un simple observador.

Ante esta coyuntura se ubica el fisicalismo, un modelo filosófico que pretende responder uno de los grandes dilemas de la historia: qué es lo que conforma la realidad. Con el discurrir de los años se alzó como alternativa materialista en el ámbito particular de la Ontología, en una evidente oposición al idealismo platónico y al dualismo cartesiano. Veámoslo con detalle.

¿Qué es el fisicalismo?

El fisicalismo es una rama del saber filosófico, cuya pretensión es explorar la realidad. En su corpus teórico asume que la naturaleza de lo existente se limita exclusivamente a lo físico, esto es, a la materia (o a la energía entendida como el tejido constitutivo de cualquier entidad tangible). Es por tanto una forma de monismo, que reduce la complejidad del universo en que habitamos hasta su sustancia más elemental, y que abraza el materialismo como inspiración para la elaboración de sus conceptos básicos (así como el naturalismo).

Esta perspectiva se fundamenta sobre la rama epistemológica de la filosofía de la mente, por lo que asume que la sustancia etérea a la que nos referimos como "alma" y/o "conciencia" ha de estar sustentada igualmente sobre realidad tangible. De esta forma, el cerebro serviría de soporte orgánico para todos los fenómenos de orden psíquico, rechazándose implícitamente la existencia del espíritu y/o de Dios. Desde tal perspectiva se negarían los cimientos básicos de casi todas las religiones, residiendo en este precepto el principal motivo de controversia al que hubo de enfrentarse desde su nacimiento.

El hecho de considerar cualquier actividad de la mente como un epifenómeno de la realidad orgánica, reductible a la acción de hormonas y neurotransmisores sobre la fisiología cerebral, supuso una confrontación con la tesis dualista de Descartes (dualismo cartesiano). Según tal perspectiva filosófica, de amplia tradición en el viejo continente, lo físico (extenso) y lo mental (cogitans) serían las dos dimensiones básicas de la realidad (ambas igualmente importantes) y conectarían de forma absoluta la una con la otra (tanto lo físico como lo mental podrían ser la causa o la consecuencia de un objeto o una situación).

Las tesis fisicalistas derribarían las ideas del dualismo desde la base, pues lo mental habría de ser necesariamente una causa de lo físico, sin que en ningún caso pudiera ocurrir alguna relación en dirección contraria. Siguiendo esta idea, los eslabones que dan forma a cualquier cadena de sucesos tendrían sustrato tangible, siendo susceptibles de análisis y comprensión con las herramientas de las ciencias naturales (razón por la cual su propuesta se ha valorado como una filosofía naturalista). De esta forma, todos los procesos mentales tendrían su razón de ser en el cerebro, y mediante su estudio se descubrirían sus engranajes y mecanismos de funcionamiento. Se asumiría por tanto que las cosas mentales no tienen una realidad propia, sino que dependen siempre de lo físico.

El fisicalismo ha sido criticado por un sinfín de estudiosos, atendiendo a su equiparación con el materialismo. No obstante, se diferencia de él por la inclusión de la "energía" como forma de materia en un estado distinto al tangible (lo cual nunca contempló el materialismo), lo que le permite adaptarse a los espacios en los que este nunca llegó a participar (como la analogía entre mente y cerebro).

Así pues, en su forma aplicada emerge como una hipótesis científica de trabajo que reduce todo a lo material, y que no se plantea la verosimilitud de la teoría de la que parte. Opta, por tanto, a una aplicación de naturaleza operativa, incluyendo la posibilidad de que los fenómenos propios de la Psicología puedan reducirse a lo neurológico/biológico.

En las líneas sucesivas se expondrán algunas de las ideas fundamentales relativas a la base teórica de la estratificación, que se ha utilizado para explicar el reduccionismo fisicalista, y sin la cual es difícil comprender sus dinámicas en acción.

Reduccionismo fisicalista: la estratificación

El dualismo cartesiano postulaba una división ontológica para la esencia de todas las cosas de la realidad, con dos dimensiones diferentes pero ampliamente interconectadas: la materia y el pensamiento o cognición. No obstante, el fisicalismo proponía una estructura muchísimo más compleja para este ordenamiento natural: la estratificación. Su lógica implica la sucesión de muchos niveles, siguiendo una jerarquía de complejidades relativas que partiría desde lo esencial para ascender de manera progresiva hasta construcciones mucho más elaboradas.

El cuerpo de cualquier ser humano sería en su esencia un acúmulo de partículas, pero se iría sofisticando a medida que alcanza los niveles superiores de la escala (como células, tejidos, órganos, sistemas, etc.) para culminar con la formación de una conciencia. Los niveles más altos contendrían en su propia composición a los inferiores en su totalidad, mientras que los ubicados en las bases quedarían desprovistos de la esencia de los que ocupan la cúspide (o serían solo representaciones parciales).

La conciencia sería un fenómeno dependiente de la actividad de un órgano (el cerebro), que sería de menor complejidad que la misma. Por ello, el esfuerzo por comprenderlo (anatomía, función, etc.) implicaría una forma de cercar el conocimiento sobre cómo se piensa, y en una última instancia una aproximación a la propia conciencia. Se infiere de ello que no existe un pensamiento como realidad independiente a la base física que lo haría posible. Este proceso supone una inferencia de estratos superiores de esta jerarquía a partir de la observación de los inferiores, generando analogías de unos a otros y entendiendo así que su esencia es en gran medida equivalente. Desde tal prisma, la fenomenología (construcción subjetiva y única del significado) dependería solo de cualidades físicas inherentes a la biología.

Es en este punto que muchos autores señalan el reduccionismo implícito al fisicalismo. Tales críticas se centran (sobre todo) en la potencial existencia de características diferenciales para cada uno de los niveles, que harían difícil una comparación adecuada entre ellos (de la parte con el todo) y dejaría irresoluta la cuestión de la relación entre mente-cuerpo. Las corrientes que con mayor vehemencia cuestionaron este fisicalismo fueron el antireduccionismo (por la parsimonia excesiva de sus planteamientos y la ingenuidad de sus deducciones lógicas) y el eliminativismo (que rechazaba la existencia de los niveles o de las jerarquías que entre ellos se pudieran establecer).

Principales opositores al fisicalismo

Sus principales críticos fueron Thomas Nagel (que señaló que la subjetividad humana no se puede apresar desde la óptica del fisicalismo, al asociarse estrechamente a la perspectiva y los procesos individuales) y Daniel C. Dennett (aunque respaldaba el fisicalismo luchaba por mantener la idea de libre albedrío, dado que lo entendía como una cualidad irrenunciable del ser humano). La negación de este precepto, al cual se otorga un valor cardinal en el contexto de la religión, exacerbó también las quejas de los pensadores cristianos del momento.

Si bien todas fueron oposiciones muy notables al fisicalismo, la más relevante de ellas surgió del idealismo subjetivo (George Berkeley). Tal doctrina de pensamiento (también monista) no concebía la existencia de materia alguna, y se orientaba únicamente hacia el plano mental de la realidad. Sería una forma de reflexionar que se ubicaría dentro del inmaterialismo, hasta el punto de concebir un mundo formado tan solo por la conciencia. Igual que sucede en el caso del fisicalismo, el idealismo rechazaría de una manera explícita el dualismo cartesiano (pues tal es la naturaleza de los monismos), aunque haciéndolo de forma opuesta a la de aquel.

La visión idealista ubicaría el eje de la realidad en el individuo que piensa, y que es por tanto un sujeto agente en la construcción de todo lo que llega a conocer. Dentro de tal perspectiva se pueden diferenciar dos variantes: la radical (según la cual todo aquello que existe ante los ojos de un observador es creado por él mismo en un proceso de ontología consciente, por lo que no existiría nada ajeno a la actividad de la propia mente) y la moderada (la realidad sería matizada por la propia actividad mental, de tal guisa que el individuo adoptaría una particular perspectiva de las cosas en función del modo en que piensa y siente).

El debate entre las dos perspectivas sigue hoy activo, y pese a que existen ciertos puntos de convergencia (como la plena convicción sobre la existencia de las ideas, pese a divergencias en los matices) sus visiones tienden a resultar irreconciliables. Suponen, por lo tanto, formas antagónicas de percibir el mundo, que hunden sus raíces en la que es quizá la pregunta más elemental de las que dispone la filosofía en su repertorio: ¿qué es el ser humano y cómo es el tejido de la realidad en la que habita?

Referencias bibliográficas:

  • Lemke, T. (2015). Varieties of materialism. BioSocieties, 10, 490-495.
  • Shrum, L., Lowrey, T., Pandelaere, M., Ruvio, A., Gentina, L. … y Nairn, A. (2014). Materialism: the good, the bad, and the ugly. Journal of Marketing Management, 30(17), 14-42.