7 mitos sobre el sexo destruidos por la ciencia
Nuestra cultura impone ciertos criterios que ordenan los ámbitos en que nos desarrollamos. Esto implica también a nuestra conducta y prácticas sexuales, que tienen ciertos rituales, liturgias y actitudes que son aceptadas. Incluso la cultura se encarga de indicarnos las cosas que deben gustarnos, y las que no.
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5 mitos sobre el sexo que fueron rebatidos por la ciencia
Nuestras concepciones sobre el amor y la sexualidad son muchas, algunas gozan de sustento científico, pero otras son, más bien, mitos y creencias.
Sin embargo, parece que la neurociencia ha logrado desenmascarar algunas leyendas populares sobre el sexo, y en este artículo nos disponemos a detallarlas. ¡Mitos sobre el sexo, pónganse a cubierto!
1. Los hombres están genéticamente predispuestos a ser infieles
Es muy recurrente hablar de “naturaleza” de la conducta, pero, en realidad, la gran mayoría de nuestras actitudes y comportamientos tienen su basamento en lo que culturalmente consideramos correcto o aceptable.
Esto no quita que existen ciertas predisposiciones genéticas a desarrollar ciertas actitudes, respuestas o conductas (tal como sugiere el Efecto Coolidge), pero en ningún caso podemos hablar de un mecanicismo entre expresión genética y conducta, En el caso de la infidelidad, cabe señalar que la carga genética no dirige nuestro comportamiento sexual, aunque sí nos predispone a algunas inclinaciones y actitudes. Sin embargo, el papel que juegan los lóbulos frontales, que regulan el juicio y la toma de decisiones, son los que tienen mayor influencia a la hora de “decidir” ser infiel o no.
2. Las películas eróticas solo estimulan a los hombres
Las evidencias en neurociencia constatan que a nuestro cerebro le excita el porno: ante una imagen de contenido sexual, la respuesta del cerebro es entre un 200 y un 300% más intensa que ante cualquier otro tipo de estímulo.
Esto no ocurre solamente en el cerebro masculino, sino también en el femenino. No obstante, hay algunas diferencias en las zonas de activación cerebral entre ambos sexos. Pero lo que no cabe duda es que las imágenes eróticas estimulan de forma muy similar a ambos sexos.
3. La atracción y el odio son antagónicos
Se suele pensar que la atracción y el odio son sentimientos antagónicos; opuestos. Los experimentos realizados con imágenes neuronales demostraron que, cuando una persona era estimulada con elementos que le causaban odio, se activaban ciertas regiones cerebrales, algunas de las cuales son exactamente las mismas que se activan cuando sentimos amor o atracción por alguien. La separación entre ambos estados psicológicos no es asoluta ni tiene límites claros, y dependiendo del contexto y el lugar, se puede llegar a odiar y a desear estar lejos de alguien a quien queremos y/o deseamos sexualmente. Que haya atracción sexual no cambia este hecho.
4. Los hombres buscan sexo y las mujeres amor
Es un mito tan extendido como estereotipado. El mito segrega las intenciones y expectativas de cada sexo según categorías cerradas y mecánicas: cada sexo quiere una cosa diferente. A nivel de exploración neurocerebral, podemos advertir que existe una gran variabilidad interpersonal independientemente de su sexo.
Además, no existen asimetrías entre sexos en la región del cerebro que se activa cuando nos enamoramos. Un dato más: encuestas efectuadas a personas solteras de ambos sexos revelan que tanto mujeres como hombres expresan los mismos motivos para tener una relación sexual esporádica.
5. El amor es una emoción
Es bastante frecuente ver como se categoriza el amor dentro del grupo de las emociones, tales como el enfado o la sorpresa. Pero si alguna vez has estado enamorado de alguien, habrás notado que este sentimiento no es tan pasajero como los citados antes. La comunidad que estudia la neurociencia ha puesto de manifiesto que el amor actúa como una “unidad” en términos de activación cerebral, tal como la que tenemos para el sexo o para el apetito.
El amor romántico es una experimentación fisiológica intensa y desconcertante que no solo nos ayuda a relacionarnos y reproducirnos, sino que nos allana el camino para poder disfrutar de la relación con las demás personas en general. Así pues, parece que el amor ha sido un elemento evolutivamente eficiente en nuestra especie.
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6. El adoctrinamiento puede cambiar la orientación sexual
Actualmente se sabe que ninguna acción dirigida y aplicada con la finalidad de cambiar la orientación sexual de una persona o un grupo de personas consigue su objetivo. Esto implica, entre otras cosas, que ni desde los centros educativos, ni desde los medios de comunicación, por ejemplo, se puede alterar eficazmente la orientación sexual de las personas.
De hecho, en la gran mayoría de los casos la orientación sexual no varía a lo largo de la vida, y cuando lo hace, no es posible detectar un evento desencadenante de este cambio.
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7. No se puede ser feliz sin tener sexo con otra persona
Hay quienes sitúan la actividad sexual en el grupo de las necesidades básicas del ser humano creyendo que nadie puede llegar a ser feliz ni tener una buena calidad de vida sin tener sexo con otra persona. Sin embargo, esto no es cierto.
En primer lugar, existe una parte de la población cada vez más estudiada que no siente interés por el sexo: se trata de las personas asexuales. En segundo lugar, históricamente ha existido una importante parte de la población que opta por modos de ida en los que no se practica sexo, asumiendo y aceptando este hecho.