Aislamiento, conexión y cuidado grupal ante la pandemia
Curiosamente, cuando el abandono y la soledad parecían ser la epidemia de nuestra sociedad, nos toca vivir esta alarma y pandemia global. Todos nos encontrábamos lidiando con niños solos, con padres sobre-ocupados.
No nos percatábamos del abandono próximo en el que todos estábamos bailando en solitario, sin auténticas redes de contacto, y de repente surge esta crisis con su posibilidad de cambio. De repente, nos vemos obligados a convivir, a relacionarnos, a mirarnos dentro de la distancia de seguridad.
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Las emociones también se contagian: la importancia de lo colectivo
Compartimos espacios y, en ellos, compartimos nuestros estados. Adultos y jóvenes nos vemos contagiados de las emociones que retumban en la casa, en las paredes compartidas. No tenemos escapatoria, o calmamos nuestro malestar para que esa corriente saludable llegue a todos los miembros de la casa, o el hogar se convierte en una espiral de crispación ascendente.
Si los adultos sonreímos, recogemos nuestro miedo, nuestro cansancio, nuestro aburrimiento, entonces algo se relaja en el ambiente colectivo. Nosotros comenzamos a sentirnos mejor y ellos también, los niños y los jóvenes. Entonces sonríen, proponen algo divertido y el ambiente se distiende. La distancia de seguridad no nos protege del contagio emocional, las corrientes emocionales las regulan y las redirigen los adultos.
Como mamíferos, necesitamos de las conductas de apego para calmarnos, regularnos. Actos como mirarnos cara a cara, percibirnos cerca, escuchar una prosodia cálida en la voz del otro…nos hacen sentirnos bien, nos llenan de seguridad.
Por eso, en estos días de confinamiento, las conductas grupales y la conexión en red se convierten en algo esencial, ya que nos proporcionan información visual y sonoridad de la voz entre otras. Esto nos hace sentirnos a salvo, a salvo en la conexión.
Tenemos que cuidarnos del miedo, de ese miedo que flota en el ambiente del que no nos protege nuestra burbuja de paredes. el miedo desactiva el cuidado. El cuidado y la conexión colectiva, son las que nos proveen de seguriad y calma. Qué curiosos somos. Qué paradoja a la que nos vemos expuestos en estos tiempos. Soledad y contacto.
Una oportunidad de desarrollar red, comunidad y apoyo a pesar del aislamiento
Siempre podemos aprender a manejar esa emoción tan complicada que es el miedo, la falta de seguridad. Están surgiendo numerosas iniciativas colectivas que nos hacen sentirnos parte de algo mucho más grande que va más allá de los muros de nuestras casas. La ventana, conexión del agradecimiento a los que están cuidando y luchando porque salgan a delante los más afectados, nos ayuda a seguir sintiéndonos grupo, comunidad.
Es sobrecogedor ver iniciativas individuales y colectivas de ayuda y apoyo, que vencen las barreras y los límites de los edificios. Los aplausos y otras muestras de solidaridad, se convierten en puntos de encuentro grupales, que nos recuerdan que somos muchos y que hay grupos luchando, apoyando en primera línea frente a este enemigo invisible. En la ayuda que se despliega, buscamos reconfortarnos y transmitir la esperanza de que no estamos solos.
Por ejemplo, desde la comunidad EMDR, se ha desarrollado la Children EMDR global Alliance, donde terapeutas de todo el planeta compartimos recursos. Dentro de ese marco he escrito el cuento No te veo y se que estás ahí Coronavirus, y también sé que te vas a ir. Las ilustraciones han sido realizadas por niños de todas las edades desde los 7 hasta los 70. En ellas comparten, expresan de forma genuina y espontánea sus miedos y esperanzas.
Además, en el Txoko de Vitaliza es posible encontrar muestras de esos recursos compartidos.
Al mismo tiempo, la Asociación EMDR España ofrece un voluntariado de psicólogos y psiquiatras preparados en trauma, para intervenir en estrés agudo colaborando con las instituciones que ofrecen acompañamiento emocional y detectan casos que requieren una ayuda mayor. Se puede encontrar información en la web de la asociación.
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Conclusión
En la colaboración y la ayuda, nos humanizamos y nos sentimos reconfortados como grupo. Espero que cuando salgamos con libertad, sin miedo, sigan presentes entre nosotros las conductas de colaboración y cuidado, que suprimen al miedo y a los intereses particulares. Deseo que cuando llegue ese momento, recordemos lo que nos reconfortan hoy los actos simples, sencillos, sentirnos parte de un grupo, de una humanidad que es capaz de cuidar. Espero que seamos capaces de cuidarnos los unos a los otros y de cuidar nuestros campos y mares, nuestro planeta.