Diferencias entre el trastorno bipolar tipo I y II
El trastorno bipolar es un importante problema de salud mental, que se caracteriza por la aparición de episodios agudos de tristeza y de expansión del ánimo clínicamente relevantes, pero cuya expresión puede ser distinta según el subtipo diagnosticado.
Las diferencias entre los tipos son notables, y para determinar con precisión cuál de los dos se padece es necesario hacer una revisión en profundidad tanto de lo síntomas presentes como de la historia de los mismos.
Además, existe una tercer tipo: la ciclotimia. En este caso concreto los síntomas son de menor intensidad para cada uno de sus polos, aunque también genera un sustancial impacto sobre distintas áreas de la vida.
En este artículo abordaremos las diferencias entre el trastorno bipolar tipo I y II, con el fin de arrojar luz sobre la cuestión y contribuir a la precisión en el proceso de diagnóstico o de tratamiento, los cuales resultan claves para incidir en su clínica y pronóstico.
Características generales de los subtipos de trastorno bipolar
Antes de profundizar en las diferencias entre el trastorno bipolar tipo I y II, es importante conocer las características principales de cada uno de los trastornos que forman la categoría. En general, se trata de problemas que pueden debutar en la adolescencia. De hecho, en el caso de que se presente una depresión en este periodo, puede entenderse como uno de los factores de riesgo para la bipolaridad en el futuro (aunque nunca de forma determinante).
El trastorno bipolar tipo I tiene, como elemento distintivo, la historia de al menos un episodio maníaco en el pasado o presente (expansión del ánimo, irritabilidad y exceso de actividad), pudiendo alternarse con etapas de depresión (tristeza y dificultad para experimentar placer). Ambos extremos alcanzan una severidad muy elevada, de modo que incluso pueden llegar a provocar síntomas psicóticos (especialmente en el contexto de la manía).
El trastorno bipolar tipo II se caracteriza por la presencia de al menos una fase hipomaníaca (de menor impacto que la maníaca pero con similar expresión) y otra depresiva, las cuales se intercalan sin un orden aparente. Para este diagnóstico es necesario que nunca se haya presentado previamente un episodio maníaco, pues de lo contrario se trataría de un subtipo I. Hacer este matiz requiere un análisis en gran profundidad de experiencias pasadas, pues la manía puede pasar inadvertida.
La ciclotimia equivaldría a la distimia, pero desde el prisma bipolar. En esta misma línea, concurrirían fases agudas de depresión leve e hipomanía, cuya intensidad y/o impacto no permitirían hacer el diagnóstico de ninguna de ellas por separado (síntomas subclínicos). La situación se mantendría durante dos años como mínimo, generando perturbaciones de la calidad de vida y/o de la participación en actividades significativas.
Finalmente, existe un tipo indiferenciado, en el que se incluiría a las personas que presentan síntomas de un trastorno bipolar pero que no llegan a satisfacer ninguno de los diagnósticos descritos con anterioridad.
Diferencias entre el trastorno bipolar tipo I y II
El trastorno bipolar tipo I y el tipo II, junto a la ciclotimia y el indiferenciado, son los cuadros incluidos en la categoría de la bipolaridad (antes conocida como maníaco-depresiva). Si bien pertenecen a una misma familia, existen entre ellos diferencias importantes que es necesario contemplar, ya que un diagnóstico adecuado es fundamental para proporcionar un tratamiento ajustado a las necesidades asistenciales de cada caso.
En el presente artículo trataremos las posibles diferencias en variables relacionadas con lo epidemiológico, como la distribución por sexos y la prevalencia; así como en otros factores de tipo clínico, tales como síntomas depresivos, maníacos y psicóticos. Por último se incidirá en la forma concreta de presentación (número de episodios) y la severidad de cada uno de los casos. Eventualmente, además, se tratará la particularidad de la ciclotimia.
1. Distribución por sexos
Existen datos sugerentes de que la depresión mayor, el más común de los problemas que se incluyen en la categoría de los trastornos del estado de ánimo, es más habitual en mujeres que en hombres. Lo mismo ocurre con otras psicopatologías, como las que se incluyen en el espectro clínico de la ansiedad.
No obstante, en el caso del trastorno bipolar se aprecian ligeras diferencias respecto a esta tendencia: los datos sugieren que hombres y mujeres padecen con la misma frecuencia el tipo I, pero no ocurre lo mismo en el tipo II.
En este caso las mujeres son la población de mayor riesgo, lo mismo que sucede respecto a la ciclotimia. También ellas son más proclives a cambios en el estado de ánimo asociados al momento del año (sensibilidad estacional). Tales hallazgos están sujetos a discrepancias según el país en el que se realiza el estudio.
2. Prevalencia
El trastorno bipolar tipo I es ligeramente más frecuente que el tipo II, siendo su prevalencia del 0,6% frente al 0,4%, según trabajos de metaanálisis. Es, por tanto, un problema de salud relativamente común. En general (si se consideran ambas modalidades a la vez), se estima que hasta el 1% de la población puede padecerlo, siendo un dato similar al que se observa en otros problemas de salud mental diferentes a este (como la esquizofrenia).
3. Síntomas depresivos
Los síntomas depresivos pueden ocurrir tanto en el trastorno bipolar tipo I como en el tipo II, pero existen importantes diferencias entre uno y otro que hay que tener en consideración. La primera de ellas es que en el trastorno bipolar tipo I este síntoma no es necesario para el diagnóstico, pese a que un porcentaje muy elevado de las personas que lo sufren acaba experimentándolo alguna vez (más del 90%). En principio, solo se precisa de un episodio maníaco para corroborar este trastorno.
En el trastorno bipolar tipo II, en cambio, su presencia es obligatoria. La persona que lo padece debe haberlo experimentado al menos en una ocasión. En general tiende a surgir de forma recurrente, intercalándose con periodos en los que el estado de ánimo adquiere un signo diferente: la hipomanía. Además, se ha observado que la depresión en el tipo II suele ser más duradera que en el tipo I, siendo este otro de sus rasgos diferenciales.
En el caso de la ciclotimia, la intensidad de los síntomas depresivos nunca alcanza el umbral de la relevancia clínica, contrariamente a lo que sucede en los trastornos bipolares tipo I y II. De hecho, esta es una de las principales diferencias entre la ciclotimia y el tipo II.
4. Síntomas maníacos
El ánimo expansivo, ocasionalmente irritable, es un fenómeno común al trastorno bipolar en cualquiera de sus subtipos. No se trata de una alegría exultante, ni se asocia a un estado de euforia congruente con un hecho objetivo, sino que adquiere una intensidad invalidante y no se corresponde con sucesos precipitantes que puedan ser identificados como su causa.
En el caso del trastorno bipolar tipo I, la manía es un síntoma necesario para el diagnóstico. Se caracteriza por un estado de expansividad y omnipotencia extremas, que se traducen en actos impulsivos basados en la desinhibición y la sensación de invulnerabilidad. La persona se muestra excesivamente activa, enfrascada en una actividad hasta el punto de olvidarse de dormir o de comer, e incurriendo en actos que implican un riesgo potencial o que pueden acarrear graves consecuencias.
En el trastorno bipolar tipo II el síntoma existe, pero no se presenta con la misma intensidad. En este caso se muestra una gran expansión, en contraste con el estado de ánimo que se suele mostrar, actuando ocasionalmente de un modo expansivo e irritable. A pesar de ello, el síntoma no tiene el mismo impacto sobre la vida que el episodio maníaco, por lo que se considera una versión más leve de este. Al igual que ocurría en el trastorno bipolar tipo I respecto a la manía, la hipomanía es también necesaria para el diagnóstico del tipo II.
5. Síntomas psicóticos
La mayor parte de los fenómenos psicóticos que se vinculan a un trastorno bipolar se desencadenan en el contexto de los episodios maníacos. En este supuesto, la gravedad del síntoma puede llegar al punto de romper la percepción de la realidad, de modo tal que la persona forja creencias de contenido delirante respecto a sus capacidades o su relevancia personal (considerarse alguien tan importante que los demás deben dirigirse a ella de una manera especial, o asegurar que se tiene una relación con figuras conocidas del arte o de la política, por ejemplo).
En los episodios hipomaníacos, asociados al tipo II, nunca se observa severidad suficiente para que lleguen a expresarse tales síntomas. De hecho, si aparecieran en una persona con trastorno bipolar tipo II, serían sugerentes de que lo que realmente se está padeciendo es un episodio maníaco, por lo que debería de cambiarse el diagnóstico a un trastorno bipolar tipo I.
6. Número de episodios
Se estima que el promedio de episodios de manía, hipomanía o depresión que la persona sufrirá a lo largo de su vida es de nueve. No obstante, existen evidentes diferencias entre quienes padecen este diagnóstico, las cuales obedecen tanto a su fisiología como a sus hábitos. Así, por ejemplo, quienes hacen uso de drogas ilegales tienen un riesgo mayor de experimentar virajes clínicos en su estado de ánimo, así como aquellos con mala adhesión al tratamiento farmacológico y/o psicológico. En este sentido, no hay diferencias entre los subtipos I y II.
En algunos casos ciertas personas pueden expresar un curso peculiar para su trastorno bipolar, en el que se aprecia un número muy elevado de episodios agudos, tanto de manía como de hipomanía o de depresión. Se trata de los cicladores rápidos, que presentan hasta cuatro virajes clínicamente relevantes en cada año de sus vidas. Esta forma de presentación puede asociarse tanto al trastorno bipolar tipo I como al tipo II.
7. Severidad
Es posible que, tras leer este artículo, muchas personas concluyan que el tipo I del trastorno bipolar es más grave que el II, puesto que en aquel la intensidad de los síntomas maníacos es mayor. Lo realmente cierto es que esto no es exactamente así, y que el subtipo II jamás debería ser considerado como la forma leve de un trastorno bipolar. En los dos casos se presentan dificultades importantes en la vida diaria, y por ello existe un consenso general sobre su equivalencia en términos de severidad.
Mientras que en el subtipo I los episodios de manía son de mayor gravedad, en el tipo II la depresión es de presencia obligatoria y su duración es superior a la del tipo I. Por otra parte, en el tipo I pueden surgir episodios psicóticos durante las fases maníacas, que implican perspectivas complementarias de intervención.
Como puede apreciarse, cada uno de los tipos tiene sus particularidades, por lo que es clave articular un procedimiento terapéutico eficaz y personalizado que respete la individualidad de la persona que los padece. En todo caso, la selección de un enfoque psicológico y de un fármaco deberá ajustarse a las necesidades asistenciales (aunque los estabilizadores del ánimo o los anticonvulsivos son necesarios), incidiendo sobre el modo en el que la persona convive con su problema de salud mental.
Referencias bibliográficas:
- Hilty, D.M., Leamon, M.H., Lim, R.F., Kelly, R.H. y Hales, R.E. (2006). A Review of Bipolar Disorder in Adults. Psychiatry (Edgmont), 3(9), 43-55.
- Phillips, M.L. y Kupfer, D.J. (2013). Bipolar Disorder Diagnosis: Challenges and Future Directions. Lancet, 381(9878), 1663-1671.