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Mi hijo pega a otros niños: ¿qué hacer para solucionarlo?


Si el acoso escolar y las agresiones entre menores de edad en general es un problema social es en parte porque muchos padres y madres no afrontan esta clase de situaciones cuando son sus hijos los que pegan a otros niños. Esta asimetría hace que las víctimas reciban toda la presión, mientras que en el ámbito familiar de los agresores, reina la permisividad.

Afortunadamente, hay adultos que dan el primer paso para solucionar esta clase de situaciones, y se preguntan “¿qué hacer si mi hijo pega a otros niños ya sea en la escuela o fuera de ella?”.

En este artículo repasaremos varios consejos y pautas a seguir para que esta conducta deje de producirse, actuando sobre la educación del pequeño. Así, independientemente de si un hijo se involucra en dinámicas de bullying o pega a su hermano, evitaremos daños mayores.

Qué hacer si un hijo pega otros niños habitualmente

Cualquier cambio requiere tiempo y esfuerzo, y eso significa que aunque sería lo deseable que nuestro hijo o hija dejase de intentar agreder a otros de la noche a la mañana, no suele ser el caso. Nuestros esfuerzos deben estar enfocados a hacer que el cambio se produzca lo más rápido posible y que se causen las menores molestias a los demás durante este proceso.

Así pues, las acciones educativas debes ser variadas y deben aplicarse en muchos ámbitos de la vida del menor que da problemas.

1. Llévalo al psicólogo

Muchos problemas de comportamiento de los niños pueden ser solucionados sin la intervención de los psicólogos, pero el hecho de pegar habitualmente a otros niños es lo suficientemente grave como para actuar de manera consecuente con nuestra preocupación y recurrir a profesionales que ofrezcan una atención psicológica personalizada.

Así pues, los pasos que vamos a ver a continuación deben ser iniciativas que se complementen con la intervención psicológica y, en caso de duda, es importante obedecer las indicaciones de esa persona, dado que su conocimiento del caso concreto le permite ofrecer soluciones que se adapten a lo que está ocurriendo.

2. Haz que se sienta apoyado en su proceso de cambio

Está claro que maltratar a otras personas es malo moralmente, pero eso no significa que nuestro comportamiento frente a nuestro hijo o hija deba estar guiado por la venganza o por los ánimos de causarle daño físico o psicológico. Todo lo que hagamos en relación a la agresividad del menor debe estar orientado a que deje de tener esas tendencias, y a nada más.

Por consiguiente, debe sentir apoyo en sus padres, notar que tiene una manera de redimirse esforzándose por cambiar de hábitos y de maneras de gestionar sus impulsos. Es necesario que se sienta responsable del dolor que causa a los demás cuando pega, pero eso no significa que el peso de nuestra intervención en su educación deba centrarse en el sentimiento de culpa. Debe centrarse en la misión positiva y constructiva de madurar como persona, ser mejor.

3. Muestra una conducta ejemplar

No todos los niños que muestran tendencia hacia la agresividad con sus iguales hacen eso por el hecho de haber tomado ejemplo de sus padres. Pero, en cualquier caso, conviene ser especialmente cuidadosos a la otra de gestionar bien nuestras propias frustraciones al asimilar situaciones que nos hacen enfadar.

Es mejor no solo no hacerlo frente a ese hijo que pega a otros niños, sino en todo nuestro comportamiento en general, para que sea una tendencia más natural y espontánea.

Además, de esta manera evitaremos que nuestro hijo o hija justifique sus ataques y agresiones pensando que nuestra furia es un reflejo de lo que hace con los demás, que al fin y al cabo todo el mundo se involucra en acciones que crean confrontaciones gratuitas e injustificadas.

4. Interésate por sus sentimientos

Es importante tener una comunicación regular con nuestros niños, especialmente si han estado pegando a otros, para darles la oportunidad de expresar su malestar. Muchas veces esa agresividad es producto de frustraciones que nada tienen que ver con la víctima y, incluso, estas pueden nacer en el propio hogar. Además, este hábito de preguntar qué tal se sienten hace que se sientan respaldados y que vean como una anomalía la agresividad y la hostilidad.

5. Asegúrate de que cumple los objetivos de la terapia

El trabajo que se hace en la consulta del psicólogo debe tener consecuencias en el día a día del pequeño, no solo dura el tiempo durante el cual transcurre la sesión. Mantente al corriente de los objetivos terapéuticos a seguir y monitoriza su cumplimiento o incumplimiento.

6. Actúa en el momento en el que inicie conductas agresivas

Cada vez que empiecen a darse las señales de que van a darse las conductas de ataque, ya sea físico o verbal, hay que intervenir recordándole su compromiso por cambiar o evitándolo físicamente si no hay otra solución. Esta “recaída” debe tener consecuencias, aunque tal y como no hemos visto, no orientadas al sufrimiento, sino al hecho de hacer que se refuerce su compromiso con la actitud pacífica y no violenta.