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¿Y ahora qué? Adaptándonos a una nueva realidad laboral


Empieza a retomarse la vida “normal” para gran parte de la población tras el confinamiento por el COVID-19, empezamos a tener más libertad de movimiento, podemos ver a familiares y amigos, podemos hacer compras “no esenciales”, podemos ir a tomar algo, a la playa...

Esto nos está permitiendo recuperar algunos de nuestros hábitos del pasado (siempre sin olvidar que debemos seguir manteniendo todas las medidas de seguridad pertinentes), pero mucha gente no tiene una rutina a la que reincorporarse por diferentes motivos. Dentro de todos los posibles cambios de rutina, vamos a centrarnos en la parte laboral.

Puede que su situación haya cambiado de manera indefinida para quien deba continuar teletrabajando, quien se encuentre en un ERTE, o quien, por desgracia, haya perdido su empleo, esté en riesgo de despido o no vaya a acceder a los empleos de verano. Es posible también, que haya estudiantes que hayan finalizado sus estudios y que ahora se enfrenten al mundo laboral incierto y alterado por el COVID-19.

De todas las opciones planteadas, la que, a priori menor malestar e incertidumbre nos puede generar es la opción del teletrabajo, ya que podemos tener cierta estabilidad laboral y económica. Es por ello que vamos a hacer especial hincapié en el resto de situaciones y las posibles consecuencias psicológicas de estas.

La adaptación a una nueva realidad laboral

Las personas que están en un ERTE pueden plantearse cómo acabará esta situación, cuándo se podrán reincorporar a su trabajo e, incluso, si llegarán a reincorporarse o podrían perder su trabajo. Muchas veces, esto lleva asociadas ciertas dualidades cognitivas, ya que por una parte tienen la “seguridad” de estar respaldadas por el ERTE y por el hecho de no haber perdido su empleo, pero a la vez, es una situación en la que no han vuelto a su puesto de trabajo.

Otra situación que puede llegar a estar conectada a la anterior ocurre en aquellas personas que han perdido el empleo o que no van a acceder al que suelen tener; por ejemplo, en contratos de verano. En este caso, la persona puede pasar por dos fases.

Por una parte, ha de aceptar la situación de desempleo, con el posible problema económico que puede venir asociado.

En esta fase, la persona ha de evaluar qué consecuencias económicas tiene esta nueva situación, es decir, si tiene ahorros, si tiene otras fuentes de ingresos en el hogar, los gastos que suele tener, y con todo ello, explorar sus opciones a corto plazo para poder hacer frente al día a día.

Una vez controlada esta fase, la persona ha de plantearse a medio plazo qué otras opciones de empleo pueden tener.

Siguiendo la conexión entre las diferentes situaciones, la fase de búsqueda de opciones de empleo la podemos relacionar con aquella en la que una persona está tratando de acceder por primera vez, o no, al mercado laboral. Es una etapa que, ya de por sí, puede ser dura y complicada, por lo que en esta situación tan convulsa puede generar temor a ciertas personas.

¿Qué hacer?

Es cierto que la situación laboral se puede haber complicado a corto plazo, pero debemos ser conscientes de que esta es una situación puntual que poco a poco volverá a su cauce. Es importante en este punto ser conscientes de cuáles son nuestros pensamientos y nuestros miedos, ya que un aspecto fundamental para controlar nuestra respuesta en este entorno, es ser lo más objetivos y racionales posible. Parece algo obvio, pero por desgracia es fácil y frecuente dejarse llevar por el miedo que puede derivar tanto en el pánico como en el bloqueo, y ambas opciones son muy negativas.

Ante estas situaciones se tienen que poner en marcha todos los mecanismos que tenga la persona para poder enfrentarse a esta situación. En ocasiones, el problema puede ser que la persona no tenga recursos de búsqueda de empleo, por ejemplo, en esos casos es importante que la persona sea instruida sobre las principales formas de búsqueda de empleo, así como en la confección de su CV y demás aspectos prácticos.

Otra situación que se puede dar es que la persona necesite ampliar sus conocimientos y formación en el sector al que se quiere dedicar, por lo que se puede ayudar a la persona a trazar un plan de acción y ver qué áreas necesita reforzar y cómo conseguir esos conocimientos y habilidades que le ayudarán en su futuro laboral.

Finalmente, muchas veces se trabaja con la persona para ayudarla a controlar las emociones que le hacen entrar en crisis. Con esto nos referimos a pensamientos del tipo “nunca voy a encontrar trabajo”, “Si antes era difícil ahora es imposible”, “¿Para qué voy a intentarlo?".

Este tipo de pensamientos lo único que generan es malestar y bloqueo en la persona. Obviamente, no queremos pasar al otro extremo y que la persona dé por supuesto que va a encontrar trabajo a la primera, pero sí que se ponga todo su empeño para poder lograrlo.

Algo que tienen estas situaciones en común, es que pueden generar en la persona una sensación de incertidumbre y es algo en lo que debemos intervenir.

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