Los 5 límites que no se deben quebrantar en psicoterapia
Es frecuente que muchas personas que acuden a terapia psicológica por primera vez no conozcan ciertos límites que no se deben transgredir durante y en torno a la misma.
Resulta necesario que estas líneas rojas se conozcan y sean respetadas desde el primer momento en que se inicia la psicoterapia, tanto por parte del paciente como de su terapeuta.
Y es que siempre hay unos límites cuya transgresión resulta mucho más grave y perjudicial para el proceso terapéutico y la mejora psíquica y emocional del paciente que otros. Por ello, a continuación veremos cuáles son.
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¿Por qué es necesario aclarar los límites en psicoterapia?
No resulta una tarea sencilla definir cuáles son los límites en la psicoterapia, ya que hay casos en los que pudiera darse un encuentro fortuito fuera de la terapia (p. ej., encontrarse en un restaurante o en un supermercado, coincidir en una fiesta, etc).
Sin embargo, sí que hay otro tipo de encuentros y relaciones que son evitables; por ello, resulta necesario establecer unos límites claros en la relación psicoterapéutica, dado que es un tipo de relación muy distinta a cualquier otra, al darse en un espacio donde el paciente se suele abrir emocionalmente con su terapeuta y, por ese motivo, otro tipo de relación fuera de la terapia podría afectar al transcurso de la misma.
Es fundamental que los límites de la psicoterapia sean marcados y aclarados por parte del psicoterapeuta desde el inicio, ya que de este modo se puede facilitar que el proceso terapéutico se haga en un entorno que transmita seguridad al paciente y, con ello, sienta la confianza precisa como para que las sesiones puedan ser fluidas y saque beneficios de la terapia psicológica.
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Diferencias de límites entre distintos enfoques terapéuticos en Psicología
Hay diversos enfoques de terapia psicológica y, aunque en la mayoría hay unos límites comunes, también hay unos límites que se dan en unas pero en otras no, como veremos en algunos ejemplos que se comentarán a continuación.
Es cierto que algunas modalidades de terapia psicológica, como la de orientación conductista, pueden llegar a utilizar técnicas de exposición fuera de la consulta habitual donde se realizan las sesiones, dado que para trabajar con determinadas fobias, el método más eficiente es mediante la exposición al estímulo temido en un contexto real.
Algo similar ocurre con el contacto físico, un acto que, si está justificado, es posible que se dé durante la sesiones de terapia desde un enfoque gestáltico, mientras que en otros enfoques de terapia psicológica, como por ejemplo el psicodinámico, el contacto físico no está recomendado.
Otro ejemplo sobre la diferencia de límites que hay en los diversos modelos de psicoterapia son las autorrevelaciones que hace el psicólogo durante las sesiones de terapia sobre algún aspecto de su vida personal que esté relacionado con el tema del paciente que se está abordando en un momento dado, siendo esto permitido en las terapia que sigue un enfoque centrado en la persona; en cambio, en otros modelos de terapia está prohibido que el terapeuta comparta información con el paciente sobre su vida privada.
Estos ejemplos dejan claro que hay límites en la psicoterapia que a veces pueden resultar un tanto difusos y que dependen, en gran parte, del enfoque terapéutico que se esté llevando a cabo. Sin embargo, de lo que no cabe ninguna duda es que desde el primer momento en que se inicia el proceso terapéutico deben estar claros estos límites, de manera que tanto el terapeuta como el paciente los respeten.
Con todo ello, para que la terapia pueda ser beneficiosa, el psicólogo debe escuchar de forma activa a su paciente con el fin de comprender, desde una perspectiva amplia e imparcial, lo que le ocurre y además, es preciso que emplee técnicas terapéuticas de un modo adecuado y utilice un juicio clínico lo más acertado que le sea posible, manteniendo en todo momento el secreto profesional a través de la confidencialidad con su paciente.
Por parte del paciente, es preciso que acuda a todas las sesiones previstas que haya pactado con su psicólogo, respetando los horarios y la puntualidad, y esforzarse por seguir las pautas que haya recibido en sesión para realizar en su día a día. También es importante que se abra emocionalmente durante las sesiones de psicoterapia con el fin de que su terapeuta pueda ayudarle a encontrar sus fortalezas.
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La relación dual en psicoterapia
Una relación dual en terapia psicológica es aquella que se da cuando el psicólogo o el psiquiatra y su paciente mantienen, además de la relación terapéutica, otro tipo de relación. Esta otra relación que mantienen podría ser social (ya sea de amistad o incluso más íntima), profesional o de negocios, pudiendo darse ambos tipos de relaciones simultáneamente. También podría darse el caso de que la relación extraterapéutica pudiera fraguarse tras haber finalizado el proceso terapéutico.
No cabe duda de que el mantenimiento de relaciones íntimas sería, entre todas las variantes de las relaciones duales, la más inadecuada. El hecho de transgredir los límites de la terapia, llegando a este tipo de relaciones fuera de la terapia, propiciaría que el paciente, además de no salir beneficiado de la terapia psicológica, tenga una concepción errónea del contexto de la psicoterapia.
Aún cuando el tratamiento psicológico haya concluido, existe consenso entre expertos en la materia, de que sigue resultando inadecuado que el terapeuta y su antiguo paciente mantengan cualquier otro tipo de relación ya que sigue siendo importante la imagen que tienen los pacientes con respecto a su terapeuta y, por extensión, de los profesionales de la salud mental en general; además, esto podría repercutir en un posible proceso de terapia psicológica que pudiera necesitar en un futuro, incluso aunque fuera tratado por otro profesional.
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Los principales límites en psicoterapia
En investigaciones respecto al tema de los límites que no se deben quebrantar en psicoterapia se han encontrado una serie de dimensiones que podrían llegar a poner en riesgo el desarrollo del proceso terapéutico, propiciando la transgresión de los límites: el lugar donde se lleva a cabo, los honorarios y los regalos que pudiera ofrecerle el paciente a su terapeuta, entre otros.
1. Aclarar desde el primer momento cuál es el lugar de la terapia
Es conveniente que todas las sesiones que se lleven a cabo a lo largo de todo el proceso terapéutico se lleven a cabo en el mismo lugar, que suele ser la consulta del terapeuta.
Hay excepciones con respecto a este punto, como es el caso de las técnicas de exposición de vivo, ya mencionadas anteriormente, donde el paciente necesita estar en el contexto real de la fobia a tratar para que el tratamiento sea más eficaz.
Otra excepción sería que el terapeuta haya considerado beneficioso acompañar las sesiones de terapia individual con sesiones grupales, en las que debe acudir a otra sala; en cuyo caso, siempre y cuando lo haya aceptado el paciente, es posible cambiar durante esas sesiones el lugar de terapia y además puede que intervengan otros terapeutas.
Salvo casos como estos, el terapeuta y el paciente no deben tener contacto alguno fuera de las sesiones de terapia y todas las sesiones deben realizarse en el mismo lugar.
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2. Derivación a la consulta privada del terapeuta
Podría darse el caso de que el paciente esté recibiendo asistencia psicológica por parte del sistema sanitario público, donde la frecuencia de las sesiones suele ser menor, dada la alta demanda, que en la sanidad privada; por ello, el paciente podría solicitar al terapeuta acudir a su consulta privada para poder recibir una atención psicológica de forma más frecuente y con sesiones de mayor duración.
En casos así, para que no se vea afectado el encuadre terapéutico, es conveniente que el terapeuta aconseje al paciente que continúe con sus sesiones en el sistema público, respetando siempre el derecho del paciente a decidir acudir a una consulta privada en el caso de que la frecuencia con la que recibe tratamiento psicológico le resulte insuficiente y la demora entre sesiones le sea larga.
En estos casos el paciente está en su derecho de decidir cambiar de la sanidad pública a la privada, pero no resulta lícito si es el terapeuta el que le recomienda cambiar, con el fin de que acuda a su consulta privada.
3. Regalos
El terapeuta debe rechazar los regalos que el paciente le pudiera ofrecer como forma de agradecimiento, salvo si estos fueran pequeños obsequios con un precio simbólico, en cuyo caso podría aceptarlos.
No obstante, el terapeuta también debe valorar si el hecho de aceptar ese regalo, a pesar de que tenga un valor económico ínfimo, va a repercutir en la relación terapéutica.
En el caso de que el terapeuta sienta, de algún modo, la obligación de corresponder a su paciente agilizando la demora entre sesiones o favores similares, sería más conveniente que rechazara el regalo con amabilidad y le explicara correctamente al paciente que este tipo de obsequios podrían perjudicar el proceso de su terapia psicológica. Así el terapeuta se quitaría esa presión de tener que ser agradecido y esto no repercutiría negativamente en el proceso terapéutico.
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4. Honorarios
En el caso de las consultas privadas, los pacientes deben respetar las tasas estipuladas por cada sesión de terapia y procurar abonarlas dentro de los plazos acordados con el terapeuta, sin regatear ni intentar negociar.
Nunca se debe hacer un regalo con el fin de abonar el precio de la terapia, sustituyendo así el pago con dinero de la tasa correspondiente a las sesiones.
5. Contacto físico y revelaciones personales del terapeuta
No cabe duda de que en un entorno en el que se tratan aspectos muy personales del paciente, donde este se abre emocionalmente y siente confianza hacia su terapeuta, como es el contexto de la psicoterapia, a veces puede ocurrir que el paciente, sin mala intención, llegue a quebrantar ciertos límites (p. ej., haciendo preguntas personales al terapeuta sobre si tiene hijos o está casado, sobre sus aficiones, etc.); también pudiendo llegar, en algunos casos, a dar un abrazo al terapeuta, como manera de darle las gracias al terminar la sesión.
Ante este tipo de sucesos, aunque sean bienintencionados por parte del paciente, el terapeuta debe resolverlos posicionándose en el rol que le corresponde, como profesional de la salud mental, y así dejar de dar lugar a malentendidos, en los que el paciente pudiera sentirse con tal confianza que piense que puede tratar al terapeuta como a un amigo o familiar. Estas situaciones se pueden solventar recordando el terapeuta al paciente que revelar los aspectos de su vida privada no son convenientes en la terapia.
Sin embargo, hay modelos terapéuticos, como algunos que se encuentran dentro de la corriente humanista, donde las autorrevelaciones del terapeuta pueden utilizarse como un recurso terapéutico en determinados momentos con el fin de facilitar la alianza terapéutica con el paciente.
También, a veces, son necesarias como recurso terapéutico con niños y adolescentes que muestran reticentes hacia el terapeuta con el fin de que vayan sintiendo más confianza y esto facilite el proceso terapéutico
Con respecto a los abrazos, no va a repercutir negativamente el hecho de que, en un momento puntual en el que lo necesite (p. ej., cuando está pasando por un proceso de duelo), el paciente dé un abrazo genuino al terapeuta; sin embargo, el terapeuta debe dejar claro al paciente que esto no debe convertirse en costumbre en las sesiones, ni tampoco en una manera de despedirse después de cada sesión.
Lo más conveniente para despedirse y saludar al comienzo de cada sesión, es a través de la palabra, acompañada de gestos que muestren apertura y serenidad, por parte de ambos; también es correcto darse un apretón de manos.
Dejar claros los límites ante casos como los mencionados recientemente, no resulta cómodo para el terapeuta, pero es algo necesario debido a que si no se hace desde el primer momento, se podrían llegar a quebrantar los límites en más ocasiones, siendo cada vez más difícil frenarlos. Por tanto, siempre debe quedar claro para ambos que su relación debe ser exclusivamente terapéutica.