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Walter Mischel: biografía de este psicólogo e investigador


Walter Mischel (1930-2018) fue un psicólogo de origen austriaco que desarrolló importantes investigaciones sobre control de estímulos, refuerzo retardado y autocontrol, especialmente en infancia y adolescencia. Se considera uno de los principales psicólogos en la clínica de enfoque cognitivo conductual y uno de los autores más citados del siglo XX.

A continuación veremos una biografía de Walter Mischel, así como algunas de sus principales aportaciones a la psicología.

Walter Mischel: vida y obra de este psicólogo clínico

Walter Mischel nació el 22 de febrero de 1930 en Viena, Austria. Ocho años después, él y su familia se mudaron a Estados Unidos debido a la reciente ocupación nazi. Fue el más joven de tres hermanos, hijos del empresario Salomón Mischel y Lola Leah Schreck quien era ama de casa.

Mischel creció en Brooklyn, New York desde el año de 1940, donde estudió la escuela secundaria, así como la formación universitaria en la universidad estatal, al tiempo que trabajaba en el negocio de su familia. A pesar de haber iniciado sus estudios en el área médica, Mischel terminó por interesarse en la psicología, especialmente en su aplicación clínica.

Así, en 1956, Mischel obtuvo un grado de doctor en psicología clínica por la Universidad Estatal de Ohio, donde se formó de la mano de uno de los psicólogos más reconocidos en la clínica cognitivo conductual, George Kelly. Así mismo fue determinante en su formación profesional Julian Rotter, psicólogo recordado por sentar las bases de teorías del locus de control.

A partir de entonces se desempeñó durante dos años como profesor e investigador en la Universidad de Colorado, durante dos años la Universidad de Harvard y durante el mismo tiempo en la Universidad de Stanford.

Reconocimientos internacionales

En el año de 1983, Mischel fue docente en la Universidad de Columbia, y en el año de 1991 fue electo como miembro de la Academia Americana de las Artes y las Ciencias. Posteriormente, en el 2004, fue electo en la Academia Nacional de las Ciencias, y del 2007 al 2008 fue presidente de la Asociación por la Ciencia Psicológica.

Finalmente, en 2011 recibió el premio de Psicología Grawemeyer de la Universidad de Louisville, por sus trabajos en control de estímulos, refuerzo retardado, autocontrol y fuerza de voluntad. En el año 2002, Mischel fue clasificado por la Asociación Americana de Psicología en el lugar número 25 del listado de los psicólogos más citados en está disciplina durante el siglo XX.

El experimento de los malvaviscos (Marshmallow Test)

A finales de la década de los 60’s, Mischel condujo un experimento mediante el cual quería observar los efectos del refuerzo retardado, también llamada gratificación retardada.

Esta última es la habilidad de abstenerse de recibir un elemento gratificante de manera inmediata, con tal de recibir otro elemento más deseado a pesar de que implique una espera más larga. Veremos a continuación de qué se trató este experimento y las implicaciones que tuvo para la psicología cognitivo-conductual.

¿Influye el autocontrol en el aprendizaje?

Este experimento consistió en lo siguiente: se seleccionaron niños y niñas de entre cuatro y seis años de edad, y se les llevó a una habitación donde solo había una mesa y una silla. Sobre la mesa había un malvavisco, una galleta oreo o alguna otra golosina previamente seleccionada por el niño.

Los investigadores dejaban al niño solo dentro de la habitación, luego de darle las siguientes opciones: tocar una campana para llamar al investigador y a su regreso comer la golosina, o bien, esperar hasta el regreso voluntario del investigador, y recibir una golosina más. Evidentemente, la segunda opción implicaba una experiencia gratificante inmediata, mientras que la segunda implicaba una experiencia gratificante retardad. Por esta razón, se utilizan los términos de “gratificación retardada” o “refuerzo retardado”.

Como resultado del experimento, algunos niños decidieron esperar hasta 20 minutos y recibir dos golosinas en lugar de una. Estos fueron llamados “retardadores altos”. Además, para aguantar la espera desarrollaron varias técnicas de distracción, como cubrirse los ojos con las manos, cantar o gritar, mirar alrededor de la silla para evitar voltear hacia el malvavisco, entre otras. En cambio, otros niños decidieron evitar la larga espera (esperaron menos de 1 minuto para llamar al investigador) y prefirieron comer solo una. Estos últimos fueron llamados “retardadores bajos”.

Pero el experimento no concluyó ahí. Bajo un diseño longitudinal, que permitió conocer los efectos de la espera a través del tiempo, los mismos niños (ahora adolescentes) fueron nuevamente estudiados. En este nuevo estudio encontró una relación entre la habilidad de esperar (el refuerzo retardado) y un mayor rendimiento escolar en términos numéricos (es decir, mejores puntajes o calificaciones en pruebas académicas). De igual manera la gratificación retardada se vinculó con una mayor resistencia al abuso de sustancias y una mayor satisfacción en las relaciones interpersonales.

No solo eso, sino que posteriores investigaciones con los mismos participantes han vinculado el alto refuerzo retardado con una mayor actividad de la corteza prefrontal, que es la parte anterior de los lóbulos frontales del cerebro y se relaciona con la planificación compleja, la toma decisiones y la adecuación social.

A grandes rasgos, de estos estudios se desprende la conclusión de que el autocontrol y la fuerza de voluntad son una de las claves para logros académicos y personales. La prueba o el experimento de los malvaviscos ha sido posteriormente replicado con algunas variantes que permiten analizar a profundidad los mecanismos del autocontrol y sus implicaciones en el aprendizaje.

Así mismo han permitido analizar algunos dilemas y complejidades del autocontrol relacionadas con los placeres inmediatos que ofrecen las decisiones impulsivas, y las dificultades que se planean cuando las esperas prolongadas no son finalmente gratificadas.

Algunas diferencias de género en el Test Marshmallow

Otra de las cuestiones que ha sido posible analizar a través de este experimento y algunas de sus réplicas, es la interpretación cultural de la gratificación retardada en función del género.

Cuando una niña decidía esperar para recibir la gratificación, dicha conducta era interpretada por los adultos como “una gran capacidad intelectual”, “alta competencia”, “ingenio”. Por otro lado, aquellas que optaron por la gratificación inmediata eran entendidas como “emocionalmente lábiles”, “malhumoradas” o “quejumbrosas” (Conti, 2018).

En cambio, los niños que retrasaron la gratificación fueron descritos como “tímidos”, “reservados”, “obedientes” o “ansiosos”, mientras que aquellos que decidieron obtener el refuerzo de manera inmediata fueron descritos como “vitales”, “energéticos”, “animados”, “autoafirmativos” (ibídem).

Lo anterior puede ser reflejo de los valores asociados al autocontrol dentro de la cultura estadounidense. Por ejemplo, puede indicar una aceptación mayor de la impulsividad entre los niños, y una mayor aprobación de conductas tolerantes entre las niñas. Esto último puede generar pautas para explicar aprendizajes y patrones de comportamiento reforzados diferencialmente según el género.