Quistes de Tarlov: síntomas, causas y tratamiento
En ocasiones y debido a ciertos tipos de anomalías orgánicas, nuestro cuerpo produce y desarrolla una serie de masas anormales formadas por bolsas membranosas que albergan sustancias o elementos líquidos que produce el propio cuerpo. Aunque en la mayoría de los casos no suponen un peligro para la integridad física de la persona, sus efectos pueden resultar bastante molestos. Este es el caso de los quistes de Tarlov, unas formaciones anormales que pueden aparecer en la zona lumbar o sacra.
A lo largo de este artículo hablaremos de las características de estas malformaciones, así como de los síntomas que se le asocian, sus causas y posibles tratamientos.
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¿Qué son los quistes de Tarlov?
Diagnosticados también bajo la etiqueta de quistes perineurales, perirradiculares o aracnoideos extradurales, los quistes de Tarlov constituyen unos cuerpos de pequeñas dimensiones y en cuyo interior albergan una menuda cantidad de líquido cefalorraquídeo.
Estos quistes se forman por una dilatación de la duramadre, por lo que se catalogan como una patología de esta. Se trata de formaciones anómalas que poseen además un tallo o prolongación que les mantiene conectados al espacio subaracnoideo espinal, localizándose también alrededor de los nervios de la zona sacra y lumbar los cuales se encuentran presionados o comprimidos por estos quistes.
A pesar de que, tal y como se acabe de mencionar, los quistes de Tarlov suelen afectar a los nervios ubicados en la zona inferior de la columna vertebral, estos cuerpos anómalos son completamente asintomáticos en la primera fase su desarrollo. Es decir, no tienen por qué conllevar la aparición de síntomas que los delaten.
No obstante, en los casos en los que la persona sufra algún traumatismo o inflamación, o cuando la compresión de los nervios sea muy grave, el paciente puede experimentar dolores en las zonas lumbares. Así como síntomas propios de ciática, incontinencia urinaria o cefaleas entre muchos otros que se citarán en el siguiente punto.
Estas formaciones patológicas de la duramadre, que reciben su nombre del neurocirujano norteamericano Isadore Tarlov, tienen mucha más incidencia en mujeres y se pueden disminuir sus síntomas mediante una dieta o alimentación alcalina, entre muchos otros tratamientos.
¿Cuál es la sintomatología?
La principal característica de los quistes de Tarlov es que suelen ser asintomáticos, al menos en el 70% de las personas que los padecen. No obstante, en el resto de casos pueden resultar altamente molestos.
Debido a la discreción con la que se desarrollan, en la mayoría de ocasiones son descubiertos de manera accidental cuando la persona se realiza algún tipo de prueba de neuroimagen como una resonancia magnética nuclear y tienden a ser evaluados como formaciones sin ningún tipo de importancia patológica.
En algunos casos, durante las primeras etapas de su formación pueden aparecer síntomas que se desarrollan o bien de manera gradual o por el contrario puede aparecer un cuadro clínico doloroso, de manera repentina. Igualmente, la gravedad o intensidad con la que los síntomas afectan a la persona dependerá en gran medida del tamaño al que lleguen a desarrollarse los quistes de Tarlov.
En la mayoría de los pacientes, los síntomas se inician con un leve dolor experimentado al mismo nivel al que se encuentra el quiste, seguido de una serie de alteraciones en todos aquellos órganos o funciones relacionadas con el nervio sobre el cual se ejerce la presión.
A pesar de que en un principio no supongan una amenaza o peligro para la salud física de la persona, sin un tratamiento efectivo, los quistes de Tarlov pueden llegar a ocasionar complicaciones muy severas que comprometen seriamente la calidad de vida del paciente, el cual es susceptible de desarrollar cualquier tipo de dependencia o incapacidad física tanto parcial como completa.
Entre los síntomas principales que pueden manifestarse se encuentran:
- Dolor en la zona lumbar o sabra.
- Dolor de carácter ciático.
- Dolor a la altura de los glúteos.
- Dolor en la cadera.
- Dolor muscular en los muslos debido a una mengua del flujo sanguíneo.
- Complicaciones en los órganos excretores.
- Alteraciones en los órganos reproductores.
- Descenso de la sensibilidad o hipoestesia.
- Sensación de hormigueo o parestesia.
Como consecuencia, las personas que padecen los quistes de Tarlov experimentan grandes dificultades para llevar a cabo ciertos movimientos o posturas tales como permanecer de pie o intentar sentarse. De la misma manera, andar inclinarse o acostarse puede suponer un gran tormento debido a las sensaciones dolorosas que provocan.
¿Qué causas tiene?
Por el momento, no se ha podido establecer una causa completamente fiable de los quistes de Tarlov. No obstante, a lo largo del tiempo se han desarrollado diferentes teorías cuyas principales hipótesis relacionan estos quistes con un origen traumático, congénito y hemorrágico.
1. Hipótesis congénita
Esta primera teoría apunta hacia la idea de que ciertas irregularidades en la formación de las membranas que envuelven el cerebro conocidas como meninges pueden ser la principal causa de la formación de estos quistes; o bien una alteración congénita en la más superficial de estas membranas, la duramadre;
2. Hipótesis traumática
Por otra parte, la hipótesis traumática describe que las lesiones causadas por punciones raquídeas, anestesias aplicadas en la zona peridural o en la zona raquídea, así como traumatismos que afecten a la zona sacra pueden también ser el origen de la aparición de estas masa de líquido cefalorraquídeo.
3. Hipótesis hemorrágica
Tal y como su propio nombre indica, la hipótesis hemorrágica se sostiene sobre el supuesto de que el quiste es producido por una hemorragia subaracnoidea.
¿Cómo se puede diagnosticar?
Tal y como se puntualizó anteriormente, en la mayoría de ocasiones los quistes de Tarlov suelen diagnosticarse de forma accidental cuando la persona se somete a algún tipo de prueba de neuroimagen realizada en la zona en la que se encuentran las masas.
No obstante, en los casos en los que la persona comience a experimentar los primeros síntomas será necesaria la realización de una resonancia magnética funcional. Además, con el objetivo descartar la posibilidad de que se trate de cualquier otro tipo de afección, de debe llevar a cabo una mielografía computerizada que revele una conexión entre el quiste y el espacio subaracnoideo.
¿Existe un tratamiento?
La elección de uno de los posibles tratamientos que existen para los quistes de Tarlov está sujeta al tipo de efectos y síntomas que experimenta el paciente, así como al tamaño del quiste y los resultados de las pruebas físicas.
En los quistes de menor tamaño que no provoca síntomas muy grande o molestos, se suele recurrir a la intervención mediante fisioterapia, unida a la administración de medicación antiinflamatoria o analgésica. Estudios recientes han revelado que la gabapentina, utilizada tradicionalmente para el tratamiento de la epilepsia y del dolor neuropático, resulta ser altamente eficaz a la hora de disminuir los efectos de los quistes.
No obstante, en aquellos casos de mayor gravedad, es muy posible que el paciente deba someterse a una intervención mediante cirugía. Mediante una técnica conocida como fenestración, el cirujano puede perforar el quiste y drenar el líquido cefalorraquídeo que se encuentra en el interior. A continuación se procede a sellarlo para evitar la posibilidad de que el líquido vuelva a replenarlo.
Finalmente, un tratamiento que ha resultado bastante efectivo a la hora de paliar el dolor de los quistes de Tarlov es la estimulación nerviosa eléctrica transcutánea. Una intervención que no posee efectos secundarios y que consiste en la aplicación de pequeñas corrientes eléctricas a través de la piel.