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Los 4 tipos de piel (y cómo cuidarlos)


La piel no solo es el órgano más grande del cuerpo, además es uno de los más importantes. Tiene vida y necesidades específicas de acuerdo con el tipo que cada uno de nosotros tenga.

Para identificar cuál de los tipos de piel que tenemos, podemos observar ciertas características que los identifican y así saber cuál es la forma adecuada de cuidarla según su estado actual.

Tipos de piel

Observando la textura, color, características y reacciones podemos determinar qué tipo de piel tenemos y cuidarla con productos que la equilibren y mantengan en buen estado.

1. Normal

Todos y todas deseamos este tipo de piel, pero en realidad es de las menos comunes. Es una piel que se encuentra equilibrada al no ser ni demasiado grasa ni demasiado seca. Tiene poros finos, buena circulación sanguínea, textura aterciopelada suave y lisa, ausencia de impurezas, y no es sensible ni se irrita fácilmente.

La piel normal es común en los niños y antes de la adolescencia, pero los cambios hormonales la afectan mucho y provocan cambios en la piel.

Aun cuando ya vimos que la piel normal no sufre de grasa o de resequedad, es importante que se le cuide con productos adecuados para evitar un desajuste que derive en exceso de grasa o en irritación, sobre todo porque con el paso de los años la piel normal dejará de tener la hidratación adecuada y perderá elasticidad como resultado del envejecimiento natural. Así pues, no está libre de necesitar cuidados, que deben comenzar desde temprana edad.

2. Grasa

Este tipo de piel se le conoce como “grasa” porque se caracteriza por una producción acrecentada de sebo. A ésta hiperproducción se le conoce como seborrea.

Para reconocer la piel grasa hay que revisar si los poros se ven agrandados, el rostro se ve constantemente brillante y la piel luce engrosada y pálida porque los vasos sanguíneos no son visibles.

Debido a estos factores este tipo de piel es propensa al acné, en ocasiones leve, pero también puede ser acné severo no solo en la cara sino en cuello, hombros espalda y pecho. En un círculo vicioso este proceso seborreico provoca que la piel se enrojezca y se inflame.

Por eso, hay que saber que una forma de evitar todos estos efectos de la piel grasa es prevenir la hiperproducción de sebo la cual por un lado se debe a la genética y desequilibrios hormonales, pero que se puede disminuir con una correcta alimentación, rutina adecuada de limpieza, y el uso de cosméticos adecuados al tipo de piel.

Así que uno de los objetivos en el cuidado de este tipo de piel es que no se produzca esta hiperproducción seborreica, y que una vez que han aparecido las espinillas, la piel se mantenga limpia para evitar la infección y que la piel se lastime.

Además, como ya lo vimos, una alta propensión al acné severo puede causar lesiones en la piel irreversibles, por lo que la recomendación es que se realicen revisiones periódicas con un dermatólogo.

3. Seca

Este tipo de piel produce menos sebo que la piel normal y como consecuencia carece de los lípidos que retienen la humedad y que forman una capa protectora. En la piel seca existe un deterioro de esta función de la barrera. Por eso es que a diferencia de la piel grasa, en alguna etapa de nuestra vida todos sufriremos de piel seca en mayor o menor medida, pues una causa de la disminución del sebo es el envejecimiento del organismo.

Sin embargo, aun cuando es muy probable que todos lleguemos al momento de tener piel seca, los dermatólogos identifican tres niveles de resequedad:

Piel seca

Se percibe tirante, frágil, áspera y tiene un color y aspecto apagado. La elasticidad es débil.

Piel muy seca

Existe descamación o consistencia laminosa. Hay un aspecto evidentemente áspero o lleno de manchas o como si sufriera envejecimiento prematuro, hay comezón leve.

En este nivel, este tipo de piel debe ser atendido por un dermatólogo pues se puede producir irritación severa y riesgo de infección.

Piel extremadamente seca

Las manos, pies, codos y rodillas son propensos a presentar piel seca en extremo. Se caracteriza por aspereza severa, aspecto cuarteado como grietas, callosidades, descamación y picor severo y frecuente.

En esta fase de resequedad, sin duda se requiere una revisión dermatológica para determinar el tratamiento más eficiente que ayude a que la piel recupere su nivel de sebo e hidratación normal antes de que se ocasione una infección severa.

Si después de leer los niveles de resequedad identificas que tu piel es seca pero aún se encuentra en una fase normal, bastará con utilizar productos adecuados para este tipo de piel que le proveen de la hidratación adecuada y ayudan a equilibrar la producción de sebo.

4. Mixta

Como ya vimos, la piel grasa tiene un exceso de sebo y la seca una severa disminución de éste. En el caso del tipo de piel mixta se encuentran los dos tipos de piel y se manifiestan principalmente en el rostro.

Para identificar si tu piel pertenece a este tipo, hay que saber que en la piel mixta de la zona “T” (frente, barbilla y nariz) es grasa, se notan los poros agrandados y con algunas impurezas o rastros de acné mientras que las mejillas presentan una piel normal o con tendencia a seca.

Debido a estas características de la piel mixta, los productos para hidratarla y protegerla tienen que ser específicos para este tipo de piel. En el mercado se encuentran fácilmente identificados y brindan un balance adecuado para evitar resequedad e hiperproducción de sebo.