Terapia de grupo: historia, tipos y fases
El concepto “terapia de grupo” engloba un gran número de intervenciones distintas, que pueden focalizarse en el manejo de problemas concretos, en la adquisición de habilidades conductuales y cognitivas o en los beneficios sociales de la experiencia grupal en sí misma.
En este artículo describiremos cuáles son las fases de la terapia de grupos y qué tipos existen. Asimismo sintetizaremos el desarrollo de este método terapéutico y las principales orientaciones teóricas al respecto.
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Historia de la terapia grupal
La terapia de grupo tal y como la conocemos empezó a desarrollarse en las décadas de 1920 y 1930. En los años 20 del siglo pasado Pratt aplicó intervenciones grupales pioneras para el manejo de la tuberculosis, mientras que Lazell lo hizo con pacientes de esquizofrenia.
El psicoanálisis, que gozaba de gran popularidad en la primera mitad del siglo XX, tuvo una gran influencia en la terapia de grupo temprana. Wender transfirió las ideas de Sigmund Freud sobre el funcionamiento familiar a los grupos terapéuticos, mientras que Schilder adoptó como metodología el análisis de los sueños y de la transferencia.
El psicodrama de Moreno fue una de las primeras terapias de grupo en adquirir cierta relevancia. Moreno trabajaba las dinámicas de grupo mediante procedimientos dramáticos y centrados en la emoción, cercanos a la interpretación. En la misma época, en los 30 y los 40, Redl empezó a aplicar la terapia de grupo en niños, y Slavson hizo lo propio con adolescentes.
La terapia de grupo se popularizó en los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial. Slavson fundó la American Group Psychotherapy Association, mientras que su rival Moreno creó que la American Society of Group Psychotherapy. Posteriormente otras escuelas y autores influyeron notablemente en estas terapias, como la Gestalt, los neofreudianos, Ellis o Carl Rogers.
A partir de los 60 las distintas tradiciones se especializaron y desarrollaron. Se empezó a distinguir de forma clara entre las terapias centradas en el tratamiento de trastornos concretos y otras de más cercanas a lo que hoy conocemos como psicoeducación. Las terapias cognitivo-conductuales adquirieron gran relevancia en la vertiente más práctica de la terapia grupal.
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Tipos de grupo
Hay muchos modos distintos de clasificar los grupos terapéuticos. Nos centraremos en algunas de las diferenciaciones más fundamentales, especialmente aquellos que se refieren a la composición y la estructura del grupo.
1. Psicoeducativos y centrados en el proceso
Los grupos psicoeducativos tienen como objetivo aportar a sus miembros información y herramientas para manejar dificultades. Pueden centrarse en patologías, como sucede con los grupos psicoeducativos para familiares de personas con psicosis o trastorno bipolar, o en temas determinados, como la educación emocional para adolescentes.
Por contra, los grupos centrados en el proceso, más cercanos a las tradiciones psicodinámicas y experienciales, se centran en la utilidad de la relación grupal en sí misma para promover la expresión emocional y el cambio psicológico en las personas que participan.
2. Pequeños y grandes
Se suele considerar que un grupo terapéutico es pequeño cuando está formado por entre 5 y 10 miembros, aproximadamente. En estos grupos la interacción y la cohesión son mayores, y en muchos casos se crean relaciones estrechas. El tamaño ideal de los grupos es de entre 8 y 10 personas, según los expertos.
Los grupos más grandes son más productivos, pero tienden a facilitar en exceso la formación de subgrupos y la división de tareas. Además los participantes de grupos grandes tienden a sentirse menos satisfechos que los de grupos pequeños.
3. Homogéneos y heterogéneos
La homogeneidad o heterogeneidad de un grupo pueden valorarse en función de un único criterio, como la presencia de una sola problemática o de varias, o bien a nivel general; por ejemplo, los miembros de un grupo pueden variar en género, edad, nivel socioeconómico, etnia, etc.
Los grupos homogéneos tienden a funcionar de forma más rápida, a generar más cohesión y a ser menos problemáticos. No obstante la heterogeneidad, especialmente en trastornos o dificultades concretas, puede ser muy útil para presentar distintas alternativas de comportamiento.
4. Cerrados y abiertos
En los grupos cerrados las personas que están presentes en la creación del grupo lo están también cuando finaliza, mientras que en los grupos abiertos los miembros varían en mayor medida, normalmente porque se mantienen activos durante más tiempo.
Los grupos cerrados generan mayor cohesión pero son más vulnerables a la salida de miembros. Los grupos abiertos se aplican, por ejemplo, en hospitales psiquiátricos y en asociaciones como Alcohólicos Anónimos.
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Fases de la terapia de grupo
En este apartado describiremos las cuatro fases de la terapia de grupo según Gerald Corey. Aunque otros autores hablan de fases diferentes, la mayoría de clasificaciones de las etapas del proceso grupal convergen en los aspectos clave.
1. Estadio inicial o de orientación
En la fase de orientación la tarea central del terapeuta es establecer la confianza de los miembros del grupo hacia él y hacia el resto de participantes. También deben quedar claras las normas, tanto explícitas como implícitas. Se produce frecuentemente un choque entre las necesidades de autonomía y las de pertenencia al grupo.
2. Estadio de transición
Después del estadio inicial es posible que los miembros sientan dudas sobre los beneficios que pueden obtener del grupo, así como miedo a exponerse. Es habitual que aparezcan conflictos entre los miembros y que se ponga en duda la autoridad del terapeuta.
3. Estadio de trabajo
Según Corey, en la fase de trabajo se produce la cohesión entre los participantes a partir del abordaje de problemas concretos y de los conflictos que surgen en el propio grupo. El terapeuta puede desafiar a los miembros con el objetivo de avanzar hacia las metas terapéuticas.
4. Estadio final o de consolidación
En el estadio de consolidación se lleva a cabo una recapitulación de los avances realizados por los miembros, que tiene el objetivo de integrar la experiencia de la terapia de grupo en la vida cotidiana.
Los participantes pueden sentir cierta tristeza y temor a afrontar nuevas dificultades sin ayuda de sus compañeros y el terapeuta, por lo que conviene preparar bien la finalización y planificar sesiones de seguimiento, si es necesario.