Tópicos Trastorno Esquizofrenia Neurología Terapia

​Trastorno esquizofreniforme: síntomas, causas y tratamiento


La esquizofrenia es un trastorno mental ampliamente conocido, considerado como el más representativo de todos los trastornos psicóticos.

Sin embargo, dentro de estos encontramos otros trastornos que se asemejan en menor o mayor medida, como el trastorno esquizoafectivo, el trastorno delirante crónico o el trastorno que nos ocupa en este artículo: el trastorno esquizofreniforme.

Este último es una alteración psicológica difícil de definir y de límites poco claros, dado que sus diferencias con el resto de trastornos de tipo psicótico son más cuantitativas que cualitativas, tal y como veremos.

¿Qué es el trastorno esquizofreniforme?

El diagnóstico del trastorno esquizofreniforme se realiza en todos aquellos casos en que aparecen al menos alucinaciones, delirios y/o discurso alterado y desorganizado durante más de un mes pero menos de seis. Sin embargo, en algunos casos no está claro si se trata de un trastorno esquizofreniforme o de cualquier otro tipo de alteración mental del espectro psicótico.

Las líneas divisorias entre estos conceptos son difusas, y pueden suscitar debate; principalmente, estas definiciones sirven como referencia para orientarse en el ámbito clínico. Por ello, algunos investigadores han criticado el concepto de trastorno esquizofreniforme por estar planteado de un modo similar una categoría "cajón de sastre", es decir, una en la que incluir casos difíciles de clasificar y que no tienen por qué tener mucho en común.

Por otro lado, tal y como ocurre en todos los trastornos psicológicos y síndromes psiquiátricos, el diagnóstico del trastorno esquizofreniforme solo puede ser llevado a cabo por profesionales de la salud mental con la formación y las acreditaciones adecuadas.

Síntomas

Los síntomas del trastorno esquizofreniforme son variados, especialmente teniendo en cuenta que el modo en el que se presenta la desconexión con la realidad hace que cambie mucho la manera en la que la persona reacciona.

Sin embargo, los síntomas no son tan duraderos como en el caso de la esquizofrenia, y con el tiempo pueden llegar a desaparecer por completo o casi por completo. Es por ello que el hecho de desarrollarlo puede llegar a generar la sensación de que hay altibajos emocionales y problemas no previstos.

No es raro que las personas con trastorno esquizofreniforme presenten un aumento de la actividad y la impulsividad, actuando de forma caótica, y un nivel variable de desconexión con la realidad. También puede presentarse catatonia o síntomas negativos como abulia o bradipsiquia. La aparición de estos síntomas tiende a ser súbita y aguda, así como su posterior desaparición.

Diferencias con la esquizofrenia

Este breve definición puede recordarnos a la esquizofrenia, de la que se diferencia principalmente por la ventana temporal en la que aparece (de uno a seis meses, requiriendo el diagnóstico de esquizofrenia al menos seis y el trastorno psicótico agudo menos de un mes de duración) y por el hecho de que no suele dejar secuelas ni producir deterioro (salvo que acabe derivando en otro trastorno). Es por ello que suele tener mucho mejor pronóstico que ésta.

Es frecuente que cuando se realiza el diagnóstico, si no ha remitido ya el problema, se considere el trastorno esquizofreniforme como diagnóstico provisional hasta determinar si cesa antes de los seis meses o bien puede considerarse esquizofrenia. De hecho, en su momento algunos autores propusieron que esta etiqueta diagnóstica podría en realidad estar englobando a aquellos sujetos con esquizofrenia resuelta y tratada con éxito.

Un tercio de los pacientes logran una recuperación completa, sin presentar más síntomas y secuelas., incluso muchas veces sin tratamiento (aunque eso no significa que no haya que buscar ayuda profesional; es más, es imprescindible hacerlo). Sin embargo, en los otros dos tercios restantes el trastorno esquizofreniforme puede terminar evolucionando hacia la esquizofrenia o el trastorno esquizoafectivo, especialmente cuando no es tratado (si bien hay que tener en cuenta que el fenómeno explicado en el párrafo anterior también influye en ello). También puede virar hacia un trastorno esquizotípico de la personalidad.

Causas de este trastorno

La etiología (las causas) de este trastorno no es totalmente conocida, barajándose distintas hipótesis al respecto que coinciden en gran medida con las propias de otros trastornos psicóticos como la esquizofrenia.

Por defecto, se asume que las raíces del trastorno esquizofreniforme no están en una sola causa, sino en muchas, y algunas de ellas tienen que ver no tanto con características biológicas del paciente, sino con el contexto en el que vive y el modo en el que se acostumbra a interactuar con su entorno físico y social.

Se ha observado la existencia de correlaciones que hacen pensar en que al menos parte de los sujetos con este trastorno presentan alteraciones genéticas heredadas, siendo frecuente que algún familiar presente alteraciones del estado del ánimo o esquizofrenia. La vivencia de situaciones traumáticas por parte de alguien con vulnerabilidad genética puede desencadenar el inicio del trastorno, así como el consumo de sustancias. Por ejemplo, se sabe que drogas tan comunes como el cannabis aumentan significativamente las probabilidades de desarrollar alteraciones de tipo psicótico, y el trastorno esquizofreniforme forma parte de estos.

A nivel cerebral se observa, al igual que en la esquizofrenia, que pueden surgir alteraciones en las vías dopaminérgicas, concretamente en la mesolímbica y mesocortical. En la primera de ellas existiría una hiperexcitación dopaminérgica que provocaría síntomas positivos como las alucinaciones, y en la mesocortical una hipoactivación debido a la falta de suficientes niveles de esa hormona que generaría abulia y otros síntomas negativos. Sin embargo, si bien la esquizofrenia tiene un curso por lo general crónico en el trastorno esquizofreniforme los síntomas acaban remitiendo con el tratamiento o incluso en algunos casos por sí mismos, con lo que la alteración en dichos sistemas podría ser temporal.

Factores de buen pronóstico

Los diversos estudios realizados respecto al trastorno esquizofreniforme destacan la existencia de algunos factores que tienden a vincularse a un buen pronóstico.

Entre ellos destacan que existiera un buen ajuste premórbido (es decir, que el sujeto no presentara dificultades previas al brote y se encontrara bien integrado sociolaboralmente), que aparezcan sensaciones de confusión o extrañeza entre los síntomas, que los síntomas psicóticos positivos comiencen dentro de las cuatro primeras semanas después de que aparezcan los primeros cambios y que no se presente embotamiento afectivo ni otros síntomas negativos.

Ello no quiere decir que quienes no posean estas características tengan necesariamente un peor devenir, pero sí que quienes las tengan tendrán más difícil que el trastorno evolucione.

Tratamiento

El tratamiento a aplicar ante casos de trastorno esquizofreniforme es prácticamente idéntico al de la esquizofrenia. Lo que mayor efectividad ha demostrado para combatir este trastorno es el empleo combinado de la terapia farmacológica y psicológica, siendo mejor el pronóstico cuanto más temprano se inicie el tratamiento mixto.

A continuación repasamos algunas de las formas más comunes y científicamente avaladas para tratar el trastorno esquizofreniforme.

1. Farmacológico

A nivel farmacológico se receta la administración de neurolépticos con el fin de combatir la sintomatología positiva, por lo general recomendándose el uso de atípicos debido a sus menores efectos secundarios.

Este tratamiento se realiza tanto para estabilizar inicialmente al paciente en la fase aguda como posteriormente a ella. Se suele requerir una dosis de mantenimiento menor que en la esquizofrenia, así como menos tiempo de éste. En casos de riesgo de causar daños o autolesión puede ser necesaria la hospitalización hasta que el paciente se estabilice.

Sin embargo, administrar fármacos (siempre bajo indicación médica) y confiar en que estos funcionen no es una buena idea; hay que ir monitorizando sus efectos constantemente y valorar sus efectos secundarios en los pacientes.

2. Psicológico

A nivel psicológico se va a realizar el tratamiento una vez estabilizado el paciente. Resultan de utilidad terapias como la de resolución de problemas y el entrenamiento en habilidades de afrontamiento, así como el apoyo psicosocial.

La presencia de alucinaciones y delirios puede ser tratada mediante la terapia de focalización (si oye voces) y técnicas como la reestructuración cognitiva. Además, la terapia conductual puede contribuir a desvincular la aparición de las alucinaciones con la función que ha adoptado este fenómeno dado el contexto del paciente (por ejemplo, como mecanismo de respuesta a situaciones estresantes).

Hay que tener en cuenta que tras la vivencia de un brote psicótico una estimulación excesiva puede ser perjudicial inicialmente, con lo que se aconseja que la reincorporación a la vida cotidiana sea gradual. En cualquier caso el refuerzo social y comunitario resulta de gran utilidad para la mejora del estado del paciente, siendo fundamental realizar psicoeducación tanto con el afectado como con su entorno.

A través del proceso psicoeducativo, se informa tanto al paciente como a su familia acerca de las implicaciones de este trastorno, y sobre qué hábitos de vida adoptar para ofrecer el mejor bienestar posible.

Por último, es necesario tener en cuenta que se ha de realizar un seguimiento periódico de cada caso de manera que se prevenga la posible evolución hacia otro trastorno psicológico o psiquiátrico. Esto implica programar visitas a la consulta del terapeuta de manera periódica pero sin frecuencia semanal, a diferencia de la fase de intervención para tratar los síntomas.

Referencias bibliográficas:

  • American Psychiatric Association. (2013). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Quinta edición. DSM-V. Masson, Barcelona.
  • Gutiérrez, M.I.; Sánchez, M.; Trujillo, A.; Sánchez, L. (2012). Terapia cognitivo-conductual en las psicosis agudas. Rev.Asoc.Esp.Neuropsi. 31 (114); 225-245.
  • Kendler, K.S., Walsh, D. (1995). Schizophreniform disorder, delusional disorder and psychotic disorder not otherwise specified: clinical features, outcome and familial psychopathology. Acta Psychiatr Scand, 91(6): pp. 370 - 378.
  • Pérez-Egea, R.; Escartí, J.A.; Ramos-Quirga, I.; Corripio-Collado, J.; Pérez-Blanco, V.; Pérez-Sola, V. & Álvarez-Martínez, E. (2006). Trastorno esquizofreniforme. Estudio prospectivo de 5 años de seguimiento. Psiq. Biol. 13 (1); 1-7.
  • Santos, J.L. ; García, L.I. ; Calderón, M.A. ; Sanz, L.J.; de los Ríos, P.; Izquierdo, S.; Román, P.; Hernangómez, L.; Navas, E.; Ladrón, A y Álvarez-Cienfuegos, L. (2012). Psicología Clínica. Manual CEDE de Preparación PIR, 02. CEDE. Madrid.
  • Strakowski, S.M. (1994). Diagnostic validity of schizophreniform disorder. American Journal of Psychiatry, 151(6): pp. 815 - 824.
  • Troisi, A., Pasini, A., Bersani G., Di Mauro M., Ciani N. (1991). Negative symptoms and visual behavior in DSM-III-R prognostic subtypes of schizophreniform disorder". Acta Psychiatr Scand. 83 (5): 391–4.