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Parentificación: qué es, tipos y características de este problema familiar


Lo normal es que los niños sean cuidados por sus padres. Entre los roles propios de los padres encontramos ser el sostén emocional de sus hijos, trabajar, cocinar, hacer las tareas domésticas, variables en función de cuán mayor sea el hijo.

Es cierto que los niños y niñas deben aprender ciertas tareas del hogar y ayudar a sus padres, pero esto debe hacerse dentro de sus posibilidades y en función de lo que es esperable para su edad.

Sin embargo, hay casos de niños y padres que invierten por completo sus roles, haciendo que los hijos hagan de padres de sus propios padres, una dinámica familiar disfuncional que se la conoce como parentificación. Descubramos de qué se trata con más detalle.

Cuando los niños ejercen de padres

Lo normal es que los padres ejerzan de cuidadores y que sus hijos sean cuidados por ellos. Los padres se encargan de ser el sostén económico, emocional y educativo de su descendencia, dándoles de comer, llevándolos a la cama, sacándolos a pasear o abrazándolos cuando lo necesitan.

Si bien los niños y niñas pueden ayudar un poco a sus padres, responsabilizándose de algunas tareas, lo normal y sano es que se les dé la oportunidad de vivir la niñez sin demasiadas responsabilidades o, al menos, no más de las que se espera para su edad.

Sin embargo, pasa que en algunas familias ocurren situaciones y se dan las circunstancias que hacen que se dé un intercambio de roles entre padres e hijos. Los hijos se convierten en los padres de sus propios padres, llevando a cabo muchas o casi todas las tareas que se esperaría que hicieran sus padres para ellos. Los niños se ven inmersos en una situación en la que tienen que hacer de lo que no son, adultos, un fenómeno que les puede ir muy grande y, en consecuencia, marcar su infancia y dejar rastro cuando lleguen a la adultez.

Estos niños, de repente, se ven obligados a convertirse en niños muy obedientes, atentos, con un sentido de responsabilidad muy exigente para sí mismo y para los demás. Cuando más tienen que comportarse como adultos, mayor es la pérdida de su inocencia infantil. La niñez les es robada y, con mucha probabilidad, dará lugar a heridas emocionales que limitarán su desarrollo personal. Estos niños que actúan como padres son víctimas de lo que los psicólogos y psiquiatras infantiles llaman parentificación.

Problemas de la parentificación

¿Qué es la parentificación?

El término “parentificación” fue acuñado por el psiquiatra húngaro-estadounidense Iván Böszörményi-Nagy, una prominente figura dentro de la terapia familiar. Este psiquiatra observó que este fenómeno era muy común en las familias disfuncionales, siendo un proceso inconsciente por el cual los hijos acaban convirtiéndose en los padres de sus padres, asumiendo un grado de responsabilidades mayor al que les corresponde para su edad y madurez.

Es definido como un mecanismo inconsciente porque se ve que está muy alimentado por una práctica muy común en la actualidad, práctica que de primeras puede parecer la propia de un buen estilo parental. En la actualidad, está socialmente aceptado tratar a los niños como si fueran pequeños adultos, en el sentido de que no se los infravalora tanto como en épocas anteriores, lo cual hace que los pequeños vean aumentada su influencia de forma espontánea y, dentro de unos niveles, educativa en tanto que se les puede otorgar un grado de responsabilidad mayor, un reto que les sirve para crecer.

Sin embargo, esta situación que en principio es más adulada que criticada, en caso de descontrolarse o que haya poca claridad entre cuáles son los roles de los hijos y cuáles los de los padres puede degenerar en una situación disfuncional, una absoluta inversión de roles propia de la parentificación. En esta situación, los más pequeños se encargan de satisfacer las necesidades físicas o emocionales de sus padres, y cuidar del resto de sus hermanos.

La parentificación puede ser todavía más grave en caso de que los padres padezcan algún trastorno mental, especialmente trastornos de la personalidad como el narcisista, el dependiente o el límite, y del estado anímico como la depresión y los de ansiedad. El trastorno que padece uno o ambos progenitores le imposibilita de ejercer sus funciones como padre, ya sea porque tiene una mentalidad infantiloide y de búsqueda de la atención (p. ej., trastorno narcisista) o porque la sintomatología le consume, dificultándose hacer las más básicas tareas (p. ej., depresión).

Tipos de parentificación

Si bien existen varias clasificaciones sobre los tipos de parentificación, una de las más extendidas es la que recoge las siguientes dos modalidades de este fenómeno:

1. Emocional

La parentificación emocional se da cuando los padres esperan que sus hijos les den confortamiento emocional, es decir, que los tranquilicen cuando estén alterados o que los protejan de las consecuencias emocionales derivadas de sus actos. De esta manera, convierten a sus hijos en su sostén emocional, pero haciendo que los más pequeños desempeñen un rol activo en su bienestar emocional, atendiendo a sus necesidades.

A pesar de ello, los padres que recurren a la parentificación emocional enmascaran esta situación tras la negación de la realidad de sus hijos junto con la justificación, irracional y distorsionada, de que lo hacen por su bien.

2. Física o instrumental

La parentificación física o instrumental es aquella situación en la que se espera que los niños se hagan cargo de las necesidades domésticas o económicas, como la preparación de la comida, el cuidado de otros hermanos o, incluso, trabajar, tareas todas ellas correspondientes a los padres y nunca a niños y niñas.

De entre los dos tipos de parentificación, se considera que la física o instrumental es la menos perjudicial, a excepción de la situación que se fuerza a los niños a trabajar porque sus padres no se ven capaces para ello. Por regla general es la emocional la más grave para el desarrollo del niño, puesto que le supone asumir un rol que le puede provocar gran estrés mientras que sus necesidades emocionales quedan descuidadas, puesto que no puede confiar en el adulto para que le dé sostén emocional. Las necesidades emocionales de sus padres toman excesivo protagonismo.

Consecuencias de este fenómeno

Aunque surja de forma inconsciente y, en muchos casos, de forma totalmente ingenua, la parentificación no deja de ser un fenómeno perturbador para la infancia de cualquier niño. Es considerada violencia y maltrato psicológico, como mínimo un tipo de negligencia parental. La parentalización durante la niñez implica un gran impacto en el desarrollo de la identidad y la personalidad del individuo, en las relaciones interpersonales y en las relaciones con los propios hijos durante la edad adulta.

Se ha visto que las personas que en su infancia fueron parentalizadas son más propensas a desarrollar el síndrome del impostor en la adultez. Esta condición psicológica se caracteriza por experimentar una profunda inseguridad personal, aun habiendo conseguido grandes logros y éxitos, atribuyendo lo bueno que le sucede no a su esfuerzo o saber hacer, sino a meros golpes de suerte, factores extrínsecos y ajenos a su control.

¿Tiene beneficios la parentificación?

Como hemos podido ver llegados hasta aquí, la parentificación deja un profundo efecto en la adultez de aquel que en su niñez fue víctima. Sus heridas emocionales son profundas, generándole inseguridades, miedos y la sensación de que nunca tuvo la oportunidad de ser un niño o niña realmente. Estas consecuencias emocionales no sólo afectan a los niños parentificados una vez son adultos, sino que también repercute en sus relaciones íntimas, su pareja e, incluso, en sus propios hijos.

Sin embargo, hay quienes sugieren que este fenómeno, que no olvidemos que es considerado maltrato psicológico y negligencia, podría tener algo de beneficioso en algunos casos. La inversión de roles padre-hijo podría resultar gratificante para las necesidades de seguridad del niño, siempre y cuando él o ella perciba la situación de tener que encargarse de más responsabilidades como una señal de reconocimiento y gratitud por parte de sus padres.

Hay quienes han sugerido que niveles más altos de parentificación emocional conllevan a niveles más altos de competencia interpersonal en algunos casos. Como los niños aprenden cosas que de normal se aprenderían más tarde para su edad, desarrollan cierta independencia, destrezas y capacidades sin tantos obstáculos por en medio, simplemente porque les ha tocado tener que hacerlo. Esto podría repercutir en su vida adulta de forma positiva, convirtiéndolos en individuos mejor preparados para la vida y menos temerosos de tener que desempeñar nuevas responsabilidades.

No obstante, a pesar de estas supuestas ventajas que podría traer consigo la parentificación, todo apunta que los beneficios son menores que los inconvenientes. Debemos entender que cada etapa de la vida tiene sus pautas de desarrollo y características, y en el caso de la parentificación estas no son respetadas. Los niños son niños, y deben hacer cosas de niños. Si su infancia no es debidamente respetada pueden acabar sufriendo alteraciones en el desarrollo físico, emocional, intelectual y social.

Lo que podemos extraer de todo esto es que la parentificación es un fenómeno más que nos recuerda la importancia de los vínculos entre padres e hijos, de cómo su desarrollo puede influir a lo largo de toda una vida. La parentificación es una situación propia de una familia disfuncional y, como tal, se requerirá terapia psicológica para que sea adecuadamente identificada y tratada. Debemos pensar en la salud y desarrollo mental de los niños, y asegurarnos de que siguen haciendo lo que se espera de ellos, cosas de niños.