Estrés: su influencia en las enfermedades del estilo de vida
Se sabe que ciertas alteraciones como la depresión, la ansiedad, los trastornos cardiovasculares o la reducción de la competencia inmunológica pueden estar estrechamente relacionadas con el estrés.
Este constituye un factor de riego tanto para nuestra salud física como para nuestra salud mental. Puede alterar o afectar la salud a través de diversas formas y mecanismos (precipitando la ocurrencia de un trastorno, afectando el curso de una enfermedad, generando nuevas fuentes de estrés, produciendo malestar físico y psíquico, reduciendo nuestro bienestar y calidad de vida, etc.)
De esto se deduce que el estrés constituye un peligroso círculo vicioso, pues genera toda una serie de consecuencias que son, asimismo, fuentes de estrés. A continuación veremos la conexión que existe entre el estrés y las llamadas enfermedades del estilo de vida.
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Las enfermedades del estilo de vida
En la civilización occidental las principales causas de muerte se deben a enfermedades crónicas como las enfermedades cardiovasculares (infarto de miocardio, hipertensión, etc.) y el cáncer. Otras alteraciones de la salud, tales como los trastornos mentales (depresión, hipocondría, problemas de somatización, etc.), se asocian a marcadas perturbaciones de la salud, pérdida de calidad de vida y problemas laborales.
Para muchos de estos tipos de trastornos se ha sugerido el concepto de enfermedades del estilo de vida. Existen numerosos factores de riego característicos del estilo de vida de nuestra sociedad que constituyen importantes fuentes de estrés, como el paro y la precariedad laboral, los hábitos insanos de alimentación, los hábitos tóxicos como el tabaquismo, etc.
Estos factores a veces son causa o consecuencia, a veces ambas cosas. Al resultado es un nivel continuado de sobreactivación que acaba afectando a nuestra salud de forma directa (aumento continuado de la tasa cardíaca) o indirecta (promoviendo conductas no saludables, como los atracones de comida).
Antes de la invención de la penicilina, en la primera mitad del siglo XX, nuestro mayor enemigo invisible eran las bacterias. Hoy, con los avances de la medicina y el empleo masificado de las vacunas, la principal amenaza es el estrés, pues en las sociedades avanzadas causa más muertes y sufrimiento que los virus y las bacterias. Tanto es así, que la OMS, en octubre del 1990, estimó que estas enfermedades del estilo de vida eran la causa del 70-80% de las muertes prematuras en los países industrializados.
La depresión, la ansiedad, la hipertensión esencial, los accidentes cerebrovasculares, los tumores, los accidentes de tráfico, las alergias, los infartos de miocardio, las quejas psicosomáticas y muchos otros problemas de salud podrían, hasta cierto punto, ser considerados como enfermedades o trastornos del estilo de vida por su asociación con el estrés psicosocial. Tomemos pues en serio las palabras del filósofo indio Jiddu Krishnamurti:
No es signo de buena salud el estar perfectamente adaptado a una sociedad profundamente enferma.
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Cómo nos afecta el estrés
Un evento estresante siempre conlleva un cambio o la expectativa de un cambio, en este sentido constituye una amenaza a la homeostasis (equilibrio natural del organismo), por lo que nos pone en alerta. El potencial estresante de un suceso vital está en función de la cantidad de cambio que conlleva: a mayor cambio mayor probabilidad de enfermar.
La sobrecarga que supone el estrés para el cuerpo no actúa de forma específica, predisponiéndonos para una enfermedad en particular, más bien nos deja en un estado de indefensión, mermando la capacidad general de nuestro cuerpo de regenerarse, defenderse y recuperarse, haciéndonos más vulnerables.
Los sucesos menores, las “pequeñas contrariedades” como por ejemplo el típico atasco en la carretera en hora punta, forman el gran grueso de pequeños eventos estresantes del día a día. Al contar con la fuerza de la costumbre, estas incomodidades del día a día pasan a formar parte de nuestra rutina, las incorporamos como algo habitual, normalizándolas, y respondemos menos a estas pequeñas complicaciones que a los grandes cambios vitales.
Se piensa que este tipo de estrés diario, por su impacto acumulativo, podría constituir una mayor fuente de estrés que los grandes cambios vitales y sería mejor predictor de la alteración de la salud, particularmente de los trastornos crónicos.
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Sintomatología psicológica y somática
La experiencia acumulada de contrariedades parece predecir el nivel de sintomatología psíquica (básicamente emocional) y somática (quejas somáticas en general).
Muchos autores han encontrado relaciones entre estrés diario y niveles de ansiedad y depresión, quejas somáticas y psicológicas generales, nivel sintomatológico en diferentes sistemas somatofisiológicos (cardiovascular, respiratorio, gastrointestinal, neurológico-sensorial, musculoesquelético, etc.), bienestar psicológico y síntomas psicológicos de diferentes dominios.
Existe también una relación, aunque menos clara, entre el estrés diario y la aparición de trastornos psicopatológicos (trastornos de ansiedad, esquizofrenia, etc.), algo que, sin embargo, sí parece vincularse a la ocurrencia previa de sucesos vitales (sucesos mayores).
Tal vez la relación más importante del estrés diario y estos trastornos se produciría mediante una afectación sobre el curso del trastorno, agravando sus síntomas, más que actuando como factor precipitante.
El estrés diario y alteraciones de la salud física
Las alteraciones nerviosas y hormonales que genera el estrés tienen repercusiones de varios tipos sobre nuestro estado de salud. A continuación puedes ver cuáles son las principales.
1. Trastornos gastrointensitnales
Existen diversos trabajos que relacionen el estrés diario con el curso de algunas enfermedades médicas crónicas. Los trastornos gastrointestinales han recibido cierta atención, como la enfermedad del Chron o el síndrome del intestino irritable.
Con respecto del síndrome del intestino irritable varios autores han indicado la conveniencia de implementar programas cognitivo-conductuales de afrontamiento del estrés destinados al tratamiento de estos pacientes y más aún si se tiene en cuenta que los tratamientos médicos son únicamente de tipo paliativo.
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2. Artritis reumatoide
Algunas investigaciones han vinculado el estrés de los sucesos vitales con la aparición de la artritis reumatoide, si bien parece que el estrés, sobre todo el estrés diario, juega un papel en el agravamiento de los síntomas. Existe cierta controversia en cuanto a si actúa mediando en cambios inmunológicos asociados al estrés o si lo hace aumentando la sensibilidad a la respuesta del dolor.
3. Cáncer
Ya en el 1916 el estadista Frederick. L. Hoffman apuntó a la baja prevalencia del cáncer entre los pueblos primitivos, sugiriendo una relación estrecha entre el desarrollo de esta enfermedad y el estilo de vida de las sociedades modernas.
En 1931 el médico misionero Albert Schweizer observó este mismo fenómeno, así como el antropólogo Vilhjalmur Stefansson en 1960. Este último explica en su libro Cáncer: enfermedad de la civilización, cómo al alcanzar el ártico observó la inexistencia del cáncer entre los esquimales y cómo esta enfermedad aumentaba su prevalencia a medida que los pueblos primitivos del ártico entraban en contacto con el hombre blanco.
Más recientemente, se ha visto que el debilitamiento del sistema inmune que acarrea el estrés está relacionado con una mayor presencia del cáncer.
4. Migraña
Varios autores han informado de una estrecha relación entre las contrariedades y los síntomas de la migraña. Un incremento de los estresores diarios produciría mayores dolores de cabeza, asociándose tanto a la frecuencia como a la intensidad del dolor.
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5. Enfermedad arterial coronaria
El estrés diario puede agravar los síntomas de la angina de pecho en pacientes con enfermedad arterial coronaria. Por otro lado, el incremento del estrés podría predecir la angina de la siguiente semana,
6. Respuestas cardiovasculares
Existe relación entre el estrés y la hipertensión y/o enfermedad arterial coronaria y juegan un papel importante aumentando la presión arterial.
7. Enfermedades infecciosas
Varios autores señalan el estrés diario como un factor que aumenta la vulnerabilidad a padecer enfermedades infecciosas como las infecciones del tracto respiratorio superior, la gripe o las infecciones por virus herpes.
8. Sistema inmunológico
La literatura que vincula la implicación del estrés en relación al funcionamiento del sistema inmunológico es muy abundante. Este efecto podría observarse en enfermedades mediadas por el sistema inmune, como las enfermedades infecciosas, el cáncer o las enfermedades autoinmunes.
Esta influencia del estrés en el sistema inmunológico se ha observado tanto en estresores agudos (un examen), como estresores crónicos (desempleo, conflictos con la pareja) o sucesos vitales (pérdida del esposo).
No existe tanta literatura en cuanto a la influencia del estrés diario, si bien se ha observado que los eventos positivos en nuestra vida se relacionan con un incremento de un anticuerpo, la inmunoglobulina A, mientras que los eventos negativos tienden a reducir la presencia de este anticuerpo.
Conclusión
Las consecuencias del estrés son múltiples, afectando a varios niveles (físico y psicológico) manifestándose de forma muy diversa tanto en su forma como en su severidad. Gran parte de esta sobrecarga de estrés está vinculada a nuestro particular estilo de vida y está en nuestra mano llevar a cabo cambios para reducir esta influencia nociva para la salud.
Por último, destacar que más allá de la influencia de los factores externos que generan estrés existen variables en la persona que modulan la mayor o menor adecuación de la respuesta a las demandas del medio. Existen variables en la personalidad como el neuroticismo (tendencia a la preocupación) que nos hacen especialmente vulnerables al estrés o factores personales como la resiliencia que nos endurecen contra el mismo.
Recuerda que si te sientes sobrecogido por las circunstancias siempre puedes acudir a un profesional de la psicología que te enseñe estrategias adecuadas para sobrellevar mejor las dificultades del día a día.
Referencias bibliográficas:
- Sandín, B. (1999). Estrés psicosocial. Madrid: DOPPEL.