Síndrome de alcoholismo fetal (SAF): síntomas y tratamiento
Un estilo de vida saludable de la madre a lo largo del embarazo es esencial para garantizar el correcto de desarrollo del feto y una buena calidad en la salud del bebé. Por lo tanto, ciertos hábitos tóxicos como el alcohol y el tabaco pueden provocar serias complicaciones en el crecimiento del pequeño.
En el caso de los hábitos o conductas alcohólicas, en consumo de este tipo de bebidas puede acarrear serias consecuencias como el síndrome de alcoholismo fetal (SAF). A lo largo de este artículo, hablaremos las características y síntomas de este, así como de su diagnóstico y posible tratamiento.
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¿Qué es el síndrome de alcoholismo fetal?
El síndrome de alcoholismo fetal es una afección que se categoriza dentro de los trastornos del espectro alcohólico fetal (TEAF). Este espectro hace referencia a un grupo de enfermedades o afecciones que pueden aparecer en aquellos casos en los que la madre consumió ciertas cantidades de alcohol durante el embarazo, ocasionando una serie de consecuencias físicas y mentales en el bebé.
Estos trastornos se caracterizan por presentar una serie de anomalías físicas, mentales, conductuales y cognitivas en aquellos bebés que las padecen, ya que el alcohol consumido por la madre se transfiere al torrente sanguíneo del niño.
En el caso concreto del síndrome de alcoholismo fetal, este es considerado como la afección más grave o dañina dentro de todo el espectro de alteraciones o anomalías causadas por la exposición al alcohol durante la etapa de desarrollo fetal, sin tener en cuenta la propia muerte fetal por alcoholismo.
Los bebés diagnosticados de síndrome de alcoholismo fetal suelen presentar una serie de rasgos físicos patológicos tales como deformación de los rasgos faciales, alteraciones en el crecimiento o problemas en el desarrollo del sistema nervioso central.
Estas irregularidades en el proceso de crecimiento fetal tienen como principal consecuencia psicológica la aparición de dificultades en el aprendizaje y alteraciones en los procesos de memoria, capacidad de comunicación, atención, así como dificultades sensoriales a nivel visual o auditivo. Las alteraciones suponen también un riesgo de exclusión social para estos niños, puesto que los problemas escolares y de integración suelen ser habituales.
En cuanto a la incidencia de este síndrome, la exposición del feto a ciertos niveles de alcohol es la principal causa de diversidad funcional intelectual en los países desarrollados, muy por encima de las alteraciones genéticas.
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¿Qué síntomas presenta?
Tal y como se describe anteriormente, el síndrome de alcoholismo fetal se distingue por presentar una serie de síntomas tanto físicos o visibles, como orgánicos o relacionados con el desarrollo neurológico del bebé.
El cuadro clínico del SAF se clasifica en tres grupos de síntomas diferentes. Los relacionados con anomalías craneofaciales, alteraciones en el sistema nervioso central y un retraso en el desarrollo general.
1. Anomalías craneofaciales
Existen una serie de rasgos físicos característicos que distinguen a los niños con un diagnóstico de síndrome de alcoholismo fetal. Estos son:
- Filtro nasal plano o aplastamiento del espacio entre la nariz y el labio superior.
- Estrechamiento del labio superior.
- Disminución del tamaño de las hendiduras palpebrales u ojos anormalmente pequeños.
2. Alteraciones del sistema nervioso central
Los problemas o anomalías en el desarrollo del sistema nervioso central pueden manifestarse en diferentes grados, dependiendo de la cantidad de alcohol a la que se ha visto expuesta el feto. Estos daños pueden dividirse en tres planos diferentes:
- Alteraciones en la formación de la estructura anatómica, habitualmente expresadas en forma de microcefalias o en irregularidades en la formación de diferentes zonas cerebrales.
- Patologías asociadas al funcionamiento neurológico tales como convulsiones y espasmos, problemas de coordinación o dificultades sensoriales como dificultades visuales y auditivas.
- Alteraciones del funcionamiento intelectual manifestadas en forma de desórdenes conductuales, problemas de autocontrol, problemas de atención e hiperactividad, diversidad funcional intelectual, falta de habilidades sociales, problemas de memoria, etc.
3. Retraso en el desarrollo generalizado
Se manifiesta en forma de patologías relacionadas con el peso y la talla del bebé. Las cuales tienen a estar por debajo de la media de los niños nacidos sanos.
¿Qué causas tiene?
La principal y única causa del síndrome de alcoholismo fetal se encuentra en el consumo de alcohol por parte de la madre a lo largo del embarazo. El alcohol presente en las bebidas puede pasar al torrente sanguíneo del feto a través de la placenta, ocasionando todo tipo de interferencias y alteraciones en el desarrollo de este.
Aunque todavía no se ha podido establecer de una manera fiable a partir de qué nivel de consumo aparecen los primeros síntomas, se ha determinado que a mayor cantidad de alcohol consumido por la madre, mayor número de síntomas, y más graves, ocasionará en el bebé.
De la misma manera, la etapa del embarazo en la que se produce en el consumo también resulta decisiva, puesto que consumir bebidas alcohólicas a lo largo del primer trimestre es todavía más peligroso que hacerlo en cualquier otra etapa.
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¿Cómo puede diagnosticarse?
En aquellos casos en los que el profesional médico sospeche de que pueda existir la posibilidad de un síndrome de alcoholismo fetal, existen una serie de pruebas que pueden llevarse a cabo para la confirmación del diagnóstico:
- Evaluación del estado del corazón que revele alguna anomalía cardiaca.
- Pruebas de lo niveles de alcohol en sangre de la madre, siempre que esta muestre signos de intoxicación.
- Pruebas de neuroimagen como tomografías o resonancias magnéticas tras el nacimiento del bebé.
- Pruebas de ultrasonidos durante el embarazo.
¿Existe un tratamiento?
Debido a que las lesiones ocasionadas en el bebé son permanentes e irreversibles no se ha podido elaborar un tratamiento con la capacidad de revertir estos síntomas. No obstante, el pronóstico o la intensidad del tratamiento dependerá de la gravedad de los síntomas.
Como consecuencia, el protocolo de intervención se suele ceñir al tratamiento de aquellos síntomas cognitivos tales como la falta de atención o las necesidades educativas especiales, para así facilitar el ajuste escolar y social del niño y, como consecuencia, mejorar todo lo posible su calidad de vida.