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Guillermo de Ockham: biografía de este filósofo y teólogo inglés


La filosofía durante la Edad Media dio lugar a una serie de autores de extraordinaria importancia en sus planteamientos.

Uno de los más destacados es sin duda Guillermo de Ockham, cuya vida y obra conoceremos con detalle a lo largo de este artículo, de manera que podamos hacernos una idea general de la influencia que tuvo este gran intelectual, tanto para sus coetáneos como para los autores venideros. Veamos una biografía de Guillermo de Ockham en formato resumido.

Breve biografía de Guillermo de Ockham

Guillermo de Ockham nació en torno al año 1985 (existen discrepancias respecto a la fecha exacta) en el pueblo inglés de Ockham, por el cual recibe su apelativo. Se trata de un pequeño pueblo al sureste de Inglaterra. Recibió su educación en el London House de Greyfriars, un convento perteneciente a la orden de los franciscanos.

Posteriormente, asistió a la Universidad de Oxford para formarse como teólogo. Estudió en esta institución entre los años 1309 y 1321. En esa época, al completar la formación en un área de estudios determinaba, se solía conseguir el título de maestro regente, por el cual se podía dar clases en esa disciplina, al considerarse un experto en la materia.

Sin embargo, Guillermo de Ockham no logró dicha acreditación. Por el contrario, le fue concedida la de venerable principiante, un rango menor, que le daba la opción de llegar a ejercer la docencia, pero manteniendo el estatus de estudiante. En cualquier caso, más tarde llegaría a ser profesor en la Universidad de París.

Precisamente durante su etapa como maestro en esa institución, pudo formar a otros alumnos que llegarían a ser grandes pensadores, al igual que él, como era el caso de Jean Buridan, filósofo de corte escolástico que en el futuro mantendría discrepancias respecto a los planteamientos de las obras de Guillermo de Ockham.

Controversias con la Iglesia

A lo largo de la Edad Media, se crearon una serie de obras teológicas cristianas que la Iglesia asumió como fundamentales. Una de ellas eran las Sentencias de Peter Lombard, del año 1150. Era habitual que los teólogos y pensadores realizaran reflexiones a partir de obras como esta. Guillermo de Ockham hizo lo propio, pero sus ideas no fueron del agrado de otros autores, y tampoco de las autoridades de la Iglesia.

Tanto es así, que los comentarios que escribió sobre las Sentencias de Lombard, supusieron la reunión de los obispos en un sínodo que desembocó en la convocatoria de una reunión con Guillermo de Ockham en la ciudad francesa de Aviñón, en el 1324. Tras estudiar el caso en profundidad, esta suerte de tribunal concluyó que sus ideas se alejaban de los postulados de la Iglesia. Algunos lo calificaron incluso de hereje.

La consecuencia de la sentencia de esta corte papal fue una reclusión durante cuatro años en esta ciudad, al tiempo que la Iglesia profundizaba en la investigación sobre sus escritos. Este hecho ha generado discrepancias en algunos historiadores, pues según otras fuentes, Guillermo de Ockham fue a Aviñón para impartir clases de filosofía en un centro franciscano.

Sobre esta versión, algunos autores afirman que la intención de dicha acción sería contrarrestar la influencia de los académicos que enseñaban las obras de Tomás de Aquino. Precisamente algunos de esos seguidores fueron los que habían realizado la acusación de herejía sobre Guillermo.

Esta segunda versión de los hechos se fundamenta en que, según otras fuentes, la corte papal citó a Guillermo de Ockham, no en el año 1324 sino en el 1327, y que no hubo ninguna sentencia al respecto y mucho menos un arresto domiciliario de varios años.

Otro hecho que generó grandes fricciones entre este autor y los dirigentes de la Iglesia fue un trabajo que realizó a raíz de una petición de Miguel de Cesena, mandatario de los franciscanos. Este solicitó a Guillermo de Ockham que estudiara la cuestión de la pobreza apostólica, un tema que había generado un gran debate entre los propios franciscanos y el papa, además de otras órdenes como la de los dominicos.

Los franciscanos afirmaban que, al igual que los apóstoles y el propio Jesús predicaron en la pobreza, los representantes de la Iglesia deberían hacer lo mismo. Es lo que esta orden llamaba la Regla de San Francisco, la cual no aprobaban otras ordenaciones ni el propio papa, lo que generó el conflicto entre ambas partes.

Las conclusiones de Guillermo al respecto no fueron únicamente de apoyo a su propia orden, sino que además añadió que el papa Juan XXII estaba cayendo en la herejía, lo que supuso la ruptura total entre ambas figuras.

Huída de Aviñón y etapa en Pisa

Los roces que Guillermo de Ockham había protagonizado con la Iglesia provocaron que, en 1328, decidiera abandonar definitivamente la ciudad francesa de Aviñón, dirigiéndose hacia la región de Pisa, en Italia, en compañía de algunos franciscanos, entre los que se encontraba el propio Miguel de Cesena.

A pesar de la delicada situación en la que se encontraban, al tener como enemigo nada menos que al papa de Roma y a las más altas esferas de la Iglesia, estos frailes encontraron protección en Luis IV de Baviera, rey de Italia y emperador del Sacro Imperio. Esto permitió que Guillermo de Ockham pudiera vivir en paz, sin sufrir las represalias, durante su última etapa.

Durante estos años, empleó su tiempo en la creación de nuevas obras sobre teología, filosofía, pero también de política y derecho. Tras el fallecimiento de su compañero y amigo, Miguel de Cesena, asumió el liderazgo de su grupo de franciscanos, que se habían convertido en disidentes tras el conflicto con el papa Juan XXII.

Guillermo de Ockham pasaría sus últimos años en un monasterio de su congregación situado en la ciudad alemana de Munich. Se cree que su fallecimiento tuvo lugar debido a la enfermedad de la peste negra. Existen divergencias en cuanto a la fecha de su muerte, ya que algunas fuentes la sitúan en el año 1347 y otras en el 1349.

Aunque su huida de Aviñón tuvo entre otras consecuencias su excomulgación, la Iglesia le reincorporó una década después de su muerte, pues el papa Juan XXII ya había fallecido y ocupaba el cargo Inocencio VI (habiendo habido varios papas entre ambos).

Navaja de Ockham

La navaja de Ockham

Guillermo de Ockham está considerado como uno de los pensadores más influyentes de todo el periodo medieval, y máximo exponente del nominalismo, un movimiento filosófico que data de esta época. La base del nominalismo es que no existen elementos universales, sino que todo es particular. Por ello, a veces se le conoce también como particularismo.

Respecto a la obra de Guillermo de Ockham, probablemente el concepto más importante que desarrolló y por el cual es universalmente conocido, es el de la navaja de Ockham. Este constructo también es llamado en ocasiones principio de parsimonia o principio de economía.

La navaja de Ockham se refiere a que, cuando se trata de averiguar el por qué de alguna cuestión, sea de la índole que sea, y se valoren diferentes alternativas que estén en igualdad de condiciones, la más sencilla de ellas tendrá más probabilidades de ser la correcta. En otras palabras, la explicación más sencilla también es la más probable.

Obviamente, este planteamiento no es irrefutable y tampoco supone un seguimiento del llamado método científico. Sin embargo, la sencillez y el sentido de esta propuesto por Guillermo de Ockham hicieron que rápidamente se convirtiese en una regla general a la hora de estudiar diferentes cuestiones y tratar de hallar la explicación a cada una de ellas.

Uno de los problemas que surgen al estudiar la navaja de Ockham, es que no siempre es fácil discernir entre los diferentes niveles de sencillez entre las alternativas que se barajan, y por lo tanto puede que no sea tan fácil elegir la opción que representa menos complejidad, puesto que no se encuentran diferencias con otra u otras teorías candidatas.

Igualmente, Guillermo de Ockham deja claro que cuando se utiliza el sistema de la navaja de Ockham y se trata de elegir la alternativa más sencilla, la persona debe saber que esa es la que más probabilidades tiene de ser la correcta, pero eso no quiere decir que lo sea a ciencia cierta. Por lo tanto, será una cuestión probabilística, pero no taxativa.

El principio de la navaja de Ockham ha llegado a nuestros días y se emplea con frecuencia en toda una serie de ámbitos, a sabiendas de que no ha de proporcionar siempre la respuesta correcta, pero sí en un alto porcentaje de los casos.