Efecto Mateo: qué es y cómo describe las injusticias
Algo que se han preguntado muchos científicos sociales es por qué aquellas personas a quienes se les atribuyen ciertos beneficios materiales o inmateriales, terminan efectivamente, recibiendo dichos beneficios. Y lo mismo pero al revés: cómo es que las personas que se relacionan con menos beneficios, tienen también menos posibilidades de acceder a ellos.
Han sido muchos los conceptos y las teorías desarrolladas para ofrecer respuestas a lo anterior. Dichos conceptos y teorías se han pensado y aplicado desde distintas áreas. Por ejemplo, la psicología social, la psicología organizacional, la economía o la política social, entre otras. Uno de los que se han utilizado desde mitad del siglo XX en la psicología y la de la sociología es el Efecto Mateo. A continuación explicaremos en qué consiste este efecto y cómo se ha aplicado para explicar distintos fenómenos.
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¿Por qué se llama Efecto Mateo?
El Efecto Mateo se conoce también como Efecto San Mateo. Se llama así ya que se ha tomado y releído un pasaje bíblico del evangelio de Mateo. Específicamente se trata del versículo 13, capítulo 19, que dice que “al que tiene se le dará y tendrá en abundancia; pero al que no tiene incluso lo que tiene se le quitará”.
En su relectura se han dado muchas interpretaciones. Hay quienes se han servido de ella para justificar la atribución y distribución inequitativa de los beneficios materiales e inmateriales; y hay quienes la han utilizado en el sentido contrario, para denunciar dicha distribución. En el caso específico del ámbito científico, el pasaje ha sido releído para explicar el fenómeno en la sociología de la ciencia; cuestión que explicaremos a detalle hacia el final de este texto.
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Dimensiones de este fenómeno social
Como hemos dicho, han sido distintas disciplinas, tanto de la psicología como de áreas afines, las que han intentado explicar el proceso de distribución social de los beneficios materiales e inmateriales. Algunos de los más populares son, por ejemplo, el efecto pigmalión, el efecto bola de nieve o el efecto acumulativo, entre otros.
En su caso, el Efecto Mateo ha permitido poner atención no solo a la toma de decisiones en la selección y distribución de los beneficios con base en criterios de categorización (la estratificación social), sino que permite también pensar cómo esto se conecta con la estructuración de una percepción psicológica individual, a partir de la que atribuimos a ciertas personas una serie de valores que justifican la selección y distribución de los beneficios.
En este sentido, el Efecto Mateo ocurre a través de dos dimensiones interrelacionadas: el proceso de selección y distribución; y el proceso de percepción individual, relacionado con la activación de nuestra memoria y estrategias de atribución.
1. Procesos de selección y distribución
Hay personas o grupos de personas cuyas cualidades son las que consideramos necesarias para acceder a distintos beneficios. Dependiendo del contexto podemos preguntarnos ¿cuáles son los valores que se consideran relevantes para la distribución de beneficios materiales e inmateriales? ¿Con base en qué criterios se distribuyen distintos beneficios?
En las estructuras piramidales y en los modelos meritocráticos esto es bastante visible, ya que se atribuye a una persona o entidad la facultad para ser acreedora de los beneficios. Esa persona o entidad es a la que se le reconoce en primer, y a veces único, lugar las acciones y los valores. Con lo cual también se reducen las posibilidades de que los beneficios y sus condiciones de posibilidad sean distribuidos equitativamente.
2. Procesos de percepción individual
A grandes rasgos se trata de valores fundamentados a priori para asociar a una persona o grupo de personas con un beneficio material o inmaterial. Es frecuente la sobrevaloración de los parámetros, donde incluso de manera individual tendemos a percibir la cima de la pirámide como lo más valioso, y a partir de ahí justificamos también que la distribución se decida en beneficio de unos y no de otros.
La percepción individual está influenciado por el proceso de decisión, y termina por justificar la repartición de los beneficios entre “los mejores”.
Entre otras cosas el Efecto Mateo pone en relación las decisiones sobre la distribución de los beneficios, con un prestigio social que es atribuido a priori a ciertas personas o grupo de personas. Así mismo el concepto ha permitido pensar las brechas de las estratificaciones sociales, es decir, cómo es que lo anterior repercute en que se reduzcan los beneficios de quienes no se corresponden con ciertos valores (por ejemplo el prestigio).
Desigualdad en sociología de la ciencia
El Efecto Mateo fue utilizado por el sociólogo estadounidense Robert Merton en la década de los 60’s para explicar cómo es que atribuimos el mérito de las investigaciones científicas a una sola persona, aún cuando hayan participado en mayor proporción otras personas.
En otras palabras, ha servido para explicar cómo es que se atribuye la genialidad científica a unas personas y no a otras. Y cómo, a partir de esto, se determinan ciertas posibilidades de acción y de producción de conocimiento para unas y no para otras.
Mario Bunge (2002) nos dice que de hecho se han realizado distintos experimentos sobre el Efecto Mateo en este contexto. Por ejemplo, en la década de los 90, un grupo de investigadores seleccionaron cincuenta artículos científicos, les cambiaron el título y el nombre (por el de alguien investigador desconocido) y los enviaron a publicación a las mismas revistas donde originalmente se habían publicado. Casi todos fueron rechazados.
Es común que nuestra memoria funcione a partir de los nombres de quienes ya tienen cierto reconocimiento científico o académico, y no de los nombres de quienes no asociamos con valores como el prestigio. En palabras del epistemólogo argentino: “Si un premio Nobel dice una gansada, ésta parece en todos los periódicos, pero un oscuro investigador tiene un golpe de genio, el público no se entera” (Bunge, 2002, pp.1).
Así pues, el Efecto Mateo es uno de los que contribuye a la estratificación social de las comunidades científicas, lo que así mismo puede ser visible en otros entornos. Por ejemplo, en el mismo contexto se ha utilizado el término de Efecto Matilda para analizar la estratificación social y de género de la ciencia.