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Abreacción: qué es y qué efectos tiene en la mente según Freud


Los traumas quedan ocultos entre capas y capas de represión, impuestas por la misma persona que los vivió para asegurarse de que estas experiencias no le hacen daño. Si no las recuerda cree, de forma inconsciente, que no las volverá a sentir.

El problema es que no ser consciente de un recuerdo del pasado no significa que no nos pueda seguir haciendo daño. Nos lo hace, nos imposibilita llevar una vida normal e, incluso, puede provocarnos problemas psicológicos y físicos.

La abreacción es el proceso mediante el cual un recuerdo reprimido es traido al plano de la conciencia, como si de pescar recuerdos se tratara.

Este proceso puede ser muy perturbador, en el sentido de que al recuperar el recuerdo traumático también sale a la luz las emociones asociadas a él pero, también, supone la oportunidad de enfrentarse a esa experiencia traumática.

¿Qué es la abreacción?

Desde el psicoanálisis, se denomina abreacción a la descarga de emociones y afectos asociados a recuerdos difíciles, generalmente experiencias infantiles dolorosas y traumáticas. En un contexto terapéutico, este fenómeno implica hacer revivir al paciente las situaciones dolorosas, haciendo que los recuerdos reprimidos vayan a un nivel consciente. Por medio de la verbalización y otras expresiones conductuales o gestuales, se trabajará sobre el recuerdo traumático y liberará la tensión emocional ligado al mismo.

El origen del término viene del médico austríaco Sigmund Freud y del también médico austríaco Joseph Breuer. Se trata de la traducción del neologismo “Abreagieren”, conformado por las palabras alemanas “reagieren”, reaccionar; y el prefijo “ab”, que en este caso es el equivalente al prefijo en español “des”.

En su sentido más original, la palabra “abreacción” se entendería como una descarga emocional mediante la cual un individuo se libera de las emociones como reacción a un recuerdo traumático, lo que evita que se convierta en patógeno o continúe siéndolo.

Se plantea que la abreacción es un mecanismo no solo normal en los procesos de recuperación de un trauma psicológico, sino también necesario. Mediante este se descarga un afecto que desde el psicoanálisis se define como “estrangulado”, que quiere decir que se libera un estado emocional reprimido y complejo que se trae a la conciencia para que el paciente pueda, precisamente, trabajar conscientemente con él.

Sigmund Freud

Freud y Breuer consideraban que la recuperación no se da sólo al expresar o revivir emociones. Es decir, traer al plano de lo conciente el recuerdo reprimido no basta para ayudar al paciente y dotarle de mayor bienestar y adaptación a su vida social. Quienes han vivido un trauma no solo deben saber cuál es, sino también confrontarlo, entenderlo y trabajar todas las emociones que despierta, mismas emociones que le han ido corroyendo en su interior aunque ni él mismo haya sido consciente de ello.

Cuando un paciente recuerda un trauma pasado, ese recuerdo y las emociones que despierta deben analizarse de manera cuidadosa. El profesional de la salud mental debe acompañar al paciente durante todo el proceso, ayudándole a integrar las experiencias, razonando las ideas, pensamientos y emociones para no intensificar aún más el dolor.

Los traumas están ahí, siempre

En el psicoanálisis se considera que un trauma siempre deja pistas. Este recuerdo traumático se encuentra latente en el cerebro, alterando la forma que tiene el paciente de reaccionar ante los estímulos, de relacionarse con los demás y de percibirse a sí mismo. Lo traumático, pese a estar escondido en las profundidades de su mente, le condicionan en todo e incrementan el riesgo de que se padezca algún problema de salud en la edad adulta.

No es ningún secreto que las personas que experimentaron vivencias traumáticas en su niñez tienen mayor riesgo de presentar en su adultez problemas que van desde dolores físicos crónicos hasta trastornos mentales de todo tipo, entre ellos los de la ansiedad, la depresión o, incluso, la esquizofrenia.

Aunque no se llegue a manifestar un trastorno, no hay duda de que haber vivido situaciones extremadamente estresantes y amenazantes en la infancia pasarán factura a la salud mental, aunque no se recuerden de forma consciente. Y encima el cerebro tiene la capacidad de vincular cualquier estímulo presente con la amenaza que una vez se vivió como verdaderamente aterradora.

Estos estímulos pueden ser cosas totalmente inofensivas, pero que recuerdan momentos verdaderamente estresantes. Un olor, un sonido o una imagen pueden llevar al paciente hasta su pasado, haciendo que un recuerdo reprimido salga a la luz, esto es, una abreacción. Es en ese momento cuando brotan las emociones, haciendo que surjan lágrimas, aparezcan temblores, sensación de inseguridad… Puede llegar a bloquearse.

En cambio, cuando la abreacción aparece durante la terapia, en un espacio controlado, este fenómeno es una auténtica oportunidad para combatir el trauma en toda su extensión. En terapia se puede ayudar al paciente a recordar más hechos y verbalizar todo el recuerdo traumático. Mediante la guía del psicólogo se puede transformar un recuerdo sumamente perturbador y problemático en un estado más saludable y mejor controlado.

La abreacción: de un obstáculo a una herramienta terapéutica

Hay dos tipos de abreacción: la planificada y la espontánea. La abreacción espontánea es la que surge de manera casual a raíz de estímulos vinculados al trauma, mientras que la planificada es aquella que es inducida de forma organizada, normalmente facilitada por el psicólogo en medio de la terapia. Es esta segunda la que adquiere un poder terapéutico, no por sí sola sino gracias a la ayuda del psicólogo quien actúa de guía durante el proceso y puede ayudar al paciente a enfrentarse al recuerdo doloroso.

Una de las técnicas más adecuadas para producir abreacciones es el EMDR (desensibilización y reprocesamiento por medio de movimiento ocular). El objetivo de este enfoque terapéutico es convertir la información almacenada disfuncionalmente en un recuerdo más integrador, menos patológico y emocionalmente más manejable. El psicólogo tomará el rol de brindar al paciente apoyo y seguridad constante para que, desde una distancia profesional pero compasiva, el receptor de la terapia pueda adquirir cierto grado de control de sus recuerdos, reformulando ideas, creencias y emociones.

Pueden ocurrir dos cosas durante el proceso de abreacción. La primera es que el paciente lleve a cabo una disociación, activando el mecanismo psicológico que le haga desconectar la mente de la realidad porque el dolor emocional es tan grande que no lo puede manejar y hace uso de este recurso. La segunda es llevar a cabo todo un ejercicio de catarsis, y liberar todo lo que se ha reprimido, ganando bienestar y adquiriendo una poderosa herramienta para hacerle frente a las emociones dolorosas que ha vivido en el silencio de su subconsciente.

De hecho, Freud usa el término “abreacción” como reemplazo de catarsis, palabra de origen griego que significa tanto “purga” como “purificación”, haciendo referencia en este caso al hecho de que el paciente, de conseguirlo, se libera de toda la tensión emocional, se “limpia” de malas emociones. Si bien el recuerdo seguirá ahí, las emociones dolorosas que le provocaba ya no se manifestarán y ya no le hará más daño. El problema queda externalizado, representado afuera, lo que hace que quien lo alivia a la persona que lo tenía en su interior.

Así pues, desde el psicoanálisis se señala que la abreacción puede ser una herramienta verdaderamente útil en contexto de terapia, siempre y cuando se controle en el momento de aparición. Los traumas de los pacientes solo se pueden trabajar cuando son conscientes de ellos, identifican qué sucedió exactamente, qué emociones les produce y trabajan sobre las creencias en torno a ellos. Hacer que lo reprimido pase al plano de la conciencia es una tarea fundamental en todo proceso terapéutico, pues solo consiguiendo que el paciente logre controlar y entender el trauma podrá adquirir más salud mental y bienestar emocional.