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¿Tienen cognición los insectos?


Muchas especies animales han demostrado que tienen cognición y otras características que tradicionalmente se consideraban como exclusivas de la especie humana.

Otros mamíferos, aves, reptiles y moluscos como el pulpo son capaces de resolver tareas relativamente complicadas, pero parece que son pocos los que se plantean la posibilidad de que los animales más pequeños sean capaces de lo mismo.

¿Tienen cognición los insectos? Esta es una cuestión que, aunque a más de uno le parezca hilarante, la ciencia ha abordado con total seriedad en los últimos años. Veamos qué es lo que han hallado…

¿Tienen cognición los insectos? Experimentos para comprender su mente

El ser humano ha encontrado parecidos en otras especies en lo referente a su inteligencia, emociones, personalidad y comportamiento. Desde hace tiempo sabemos que los delfines, las aves, los perros, los gatos, los reptiles y, como no, otros primates como nosotros tienen un nivel de entendimiento mayor del que décadas atrás se creía. Ya hace tiempo que los seres humanos nos hemos bajado del pedestal y hemos abandonado la idea de que somos los únicos que tenemos cognición.

Sin embargo, todavía siguen existiendo ciertos prejuicios con respecto a lo que pueden sentir, entender y percibir animales que, por su tamaño minúsculo y relativa simplicidad, no nos creeríamos que tienen algo parecido a cognición: los insectos. ¿Tienen cognición los insectos? Su cerebro es minúsculo, con unas redes neurales que en comparación con los de un animal como el perro dan risa, así que resulta hasta cómico plantearse esta pregunta como algo serio.

Pero a la ciencia le da igual los prejuicios que tenga el ciudadano medio con respecto a las moscas, las abejas y los mosquitos. Son muchas las investigaciones que han venido a demostrar que estos artrópodos, con o sin alas, son capaces de aprender y enseñar, tener emociones, objetivos y expectativas. A lo largo de este artículo vamos a hablar de unos cuantos experimentos en los que se han puesto a prueba varios aspectos relacionados con la idea de la cognición en insectos.

Hormigas con expectativas

A finales de los años 70’, Daniel Kahneman y Amos Tversky expusieron la teoría prospectiva. Esta sugiere que los seres humanos no percibimos el valor de las cosas en términos absolutos, sino de forma relativa y tomando como referente algo.

Por ejemplo, si nos vamos a un bar y nos dan zumo de naranja de brick cada vez que vamos ahí, el día en el que nos sirvan auténtico zumo de naranja recién exprimido nos sabrá a gloria, valorándolo mucho más que otro cliente al que desde el primer día que acudió a ese bar le servían zumo exprimido. Nos llevaremos una sorpresa puesto que nuestras expectativas, que eran bajas, han sido superadas.

Se ve que esto mismo ocurre también en hormigas. En su experimento, Stephanie Wendt y colegas (2019), entrenaron hormigas con gotas de azúcar de diferentes concentraciones. Vieron que el valor que las hormigas le otorgan a un alimento depende de las expectativas que tengan, las cuales se formaban durante el entrenamiento. Así, si las hormigas esperaban recibir una gota con poca concentración de azúcar y recibían esa misma gota a lo largo del experimento, su comportamiento era poco llamativo, moviéndose un poco de un lado a otro y chupando ocasionalmente la gota.

Sin embargo, el comportamiento de las hormigas que en el experimento se les presentaba una gota con mayor concentración de azúcar era totalmente distinto. A diferencia de las hormigas anteriores, estas, que también iban hacia la gota con unas expectativas más bien bajas, al descubrir el delicioso manjar que ante ellas se encontraba se enfocaban de lleno en el dulce néctar. Concentradas, no se movían ni un solo milímetro y chupaban incansables dándose un verdadero festín al haber descubierto tan suculento tesoro.

Abejas y flores cafeinadas

El café es ese néctar celestial que muchas personas necesitan tomar nada más levantarse. Esta sustancia ayuda a despertar nuestra mente y parece ser que también lo hace en las abejas, ayudándolas a recordar mejor las cosas. El estudio de Sarah Arnold y colegas (2021) probó a ver qué sucedía cuando se les administra cafeína a las abejas en el dulce néctar que tomaban a través de flores y si esto influía en su recuerdo.

Los científicos ya sabían que la cafeína, que se encuentra de forma natural en los árboles de cítricos y la propia planta del café, juega un rol muy importante haciendo de las abejas, unas consumidoras frecuentes de sus cafeinadas flores. Los experimentos previos al suyo ya habían descubierto que las abejas preferían las flores que tenían néctar con cafeína pero no se sabía si esto era simplemente una preferencia o si influía a la hora de recordar las flores que contenían un dulce premio.

Para responder a esta cuestión, el equipo de Arnold decidió darle a las abejas cafeína cuando estaban cerca de su nido, haciendo que asociaran el sabor del dulce néctar con el del aroma artificial de la flor de fresa. Cogieron a 86 abejas que las dividieron en tres grupos: uno en el que las abejas eran entradas con olor de fresa y una solución azucarada con cafeína; un segundo en el que las abejas eran entrenadas para que asociaran el olor de fresa con la dulce recompensa, pero sin el chute cafeínico de por en medio; y un tercer grupo de control que simplemente se le daba la solución azucarada sin olor ni cafeína.

Abeja

Tras el entrenamiento, los experimentadores fueron soltando las abejas en una especie de estadio de vuelo en donde debían escoger entre dos tipos de flores artificiales: unas con esencia de fresa y otras con otras esencias que actuaban como flores distractores. La hipótesis era que aquellas abejas que no hubieran asociado el olor de fresa y el néctar, visitarían los dos tipos de flores robóticas por igual.

Los investigadores vieron que la cafeína influía y mucho en el recuerdo de estos himenópteros. El 70,4% de las abejas que habían sido entrenadas con el chute de cafeína visitaban primero las flores que olían a fresa, a diferencia de las abejas entrenadas sin tal chute pero sí con el aroma, que tomaban como primera opción las flores olor a fresa un 60% de las veces. Las abejas del grupo control, que solo habían sido alimentadas con néctar sin aromas ni cafeína en el proceso, solo el 44,8% de ellas optó por ir primero a las flores con olor a fresa.

Este experimento sugiere que las abejas aprenden mejor tomando cafeína, escogiendo de forma consciente aquellas flores que saben que traen consigo recompensa tal y como se les había enseñado en la fase de entrenamiento.

Abejorros que aprenden y enseñan

Pasamos de las abejas a los abejorros, a quienes algunos llaman los “osos de peluche voladores”. Bueno, no son muchos quienes los llaman así, pero sí los investigadores del siguiente caso en el que se ha averiguado si estos insectos tienen la capacidad de aprender y enseñar a sus congéneres.

Los abejorros son animales que, por lo visto, tienen una asombrosa capacidad de idear soluciones nuevas. Y no solo esto, sino que si ven que hay un compañero cerca se fijan en él y lo ayudan. No se limitan a copiar lo que ven o probar por puro ensayo y error, sino que son capaces de adaptar lo que han observado para poder resolver una situación de forma más eficiente, mostrando así cierto comportamiento creativo.

Una investigación de la Universidad Queen Mary de Londres viene a demostrar esto. Sus autores, Olli Loukola y colegas (2017), entrenaron a abejorros para que movieran pequeñas pelotas al centro de una plataforma para poder conseguir agua azucarada. Los comportamientos observados a lo largo del experimento, según Loukola, vienen a demostrar una asombrosa flexibilidad cognitiva, además de un interés consciente de replicar el comportamiento visto en sus congéneres.

El experimento se realizó con tres grupos de abejorros de diez ejemplares cada uno. Los insectos del primer grupo se enfrentaron al problema por primera vez pero teniendo un abejorro tutor, previamente entrenado, que les mostró qué era lo que tenían que hacer para conseguir agua azucarada. El segundo grupo consistía en enseñar a los abejorros qué tenían que hacer mediante una demostración “fantasma”, en la que los investigadores movían la pelota desde fuera con un imán. En el tercer grupo la pelota ya estaba en el círculo cuando los insectos eran introducidos en el escenario experimental.

Lo que observaron los investigadores era que los insectos que aprendían a través de un congénere tenían tasas de éxito elevadísimas, lográndolo un 99% de las veces. Los abejorros que eran entrenados con la pelota fantasma tenían éxito en un 78%, mientras que los que se encontraban con la pelota ya colocada averiguaban qué tenían que hacer en un 34% de las veces. Este experimento viene a demostrar que los abejorros son capaces de desarrollar nuevos comportamientos y enseñarlos de forma consciente.

Olores malos, olores buenos y moscas

Por último dejamos el caso de otros insectos alados, en este caso moscas de la fruta. Un grupo de investigadores de Bristol en 2018 entrenó a moscas usando dos olores asociados a dos estímulos diferentes. En su experimento, hicieron que las moscas aprendieran a asociar un olor positivo (P) con un premio a base de azúcar, y un olor negativo (N) con una vibración desagradable. Durante el entrenamiento se las exponía a uno de estos olores y también a un chorro de aire limpio, y de ellas dependía elegir entre uno u otro.

Una vez las moscas habían sido entrenadas estas eran separadas en dos grupos. A las moscas del grupo A las agitaron durante un minuto y a las del grupo B no se les hizo nada. Tras ello, expusieron a estos dos grupos a los olores N y P, pero esta vez incluyeron uno nuevo, una mezcla entre ambos olores que llamaremos P+N. Las moscas no sabían si el olor P+N traía consigo azúcar o vibración, puesto que era la mezcla de los dos olores del entrenamiento, así que tendrían que arriesgarse si lo elegían.

Los resultados fueron reveladores. Las moscas que habían sido agitadas en el entrenamiento no querían arriesgarse y mostraban cierto miedo a recibir agitación de nuevo, además de que parecía que valoraban menos el dulce premio del azúcar asociado al olor P. Su comportamiento era precavido, temeroso, pesimista y daban a entender que recordaban muy bien que el olor N traía consigo una desagradable sensación.

Este experimento nos viene a indicar que las moscas, a pesar de su minúsculo cerebro, son capaces de aprender y, también, pueden presentar algo parecido a la indefensión aprendida. Al encontrarse en una situación de duda, en donde dos estímulos son presentados y que han sido asociados a consecuencias de diferente signo, hace que las moscas no sepan bien qué hacer. Si no tuvieran un mínimo ápice de cognición y solo se comportaran de forma instintiva, lo más seguro es que se arriesgaran sin más.

Reflexión final

Estos experimentos junto con otros muchos han venido a demostrar que los insectos, a pesar de tener cerebros diminutos y con circuitos neurales extremadamente simples, son capaces de resolver tareas excesivamente difíciles. Reconocen patrones visuales, memorizan el aroma de las flores, aprenden a mover palancas, pelotitas o incluso a tirar de hilos.

Los casos de los que hemos hablado se corresponden con insectos sociales, lo cual cabría suponer que son pocos las especies de estos artrópodos que son capaces de presentar algo similar a cognición. Tiene sentido que estas especies en concreto puedan aprender y enseñar comportamientos a otros individuos porque el comportamiento de cada uno de ellos es determinante para la salud de la colonia, como es el caso de las abejas, las hormigas y otros himenópteros.

Sin embargo, teniendo en cuenta que los insectos individualistas tienen cerebros no mucho más simples que el de los insectos sociales, no sería para nada extraño encontrar estos mismos comportamientos en esas especies. Sean sociales o individualistas, todo parece indicar que sí, que los insectos tienen cognición y más sofisticada de lo que pensábamos.